EL ÚLTIMO ROMANTICO

El "pimpi" gaditano

Cádiz, 28 de Octubre de 1948.

Querido amigo:

Tu carta, siempre tan grata, me gusta y hace gracia por lo que deseas. Ifni debe se un paraíso de tranquilidad, falto de agobiadoras preocupaciones. Al menos uno piensa que la economía, el duro trajín de cada día está ahí amortiguado. Esa monotonía satisfecha es lo que permite el ensueño.

Copio un párrafo de tu carta para que la contestación cobre claridad: - "ya sabes lo enamorado que soy de Cádiz la clara ciudad de las niñas finas, talle de alambre, instantáneo mirar y morisquetas risueñas y burlonas. Me gusta mucho tu pueblo, pero no puedo hablar de él. Si inicio con alguien una charla nostálgica la réplica es rápida"- "Cádiz puede que sea el paraíso que Vd. Dice, pero tiene unos guardianes los maleteros, más terribles que los dragones que guardaban los antiguos castillos de las hadas. Son unos terribles aduaneros que nos hacen pagar por las maletas más que valen cuando vamos para allá, y que excede, cuando venimos, al superávit que pudiera dejarnos el tabaquillo, las alhajillas, que aquí compramos creyendo en negocios personales. Imposible la lucha con ellos todos y cada uno insisten en hacernos un favor de llevarnos los bultos. Después nos piden con desgana , sin darle importancia, una cantidad que nosotros aún ¡ay! no hemos heredado. Como nunca la poseemos tenemos que dar menos, lo cual hace que nos miren de alto a bajo y se marche, jacarandosos, sin darnos las gracias como ofendidos.

Su recuerdo nos persigue y quita el buen sabor que sin duda tendrá la decantada tacita. Si nos sentamos en una de sus bellas terrazas y dejamos la gorra en la silla del al lado, el pimpi vendrá a ofrecértela al marchar, pidiéndote un duro por el favor.

Quieres querido que te defienda a ese humilde personaje. Me pones en un compromiso. Pero mi amistad con ellos y contigo me obliga a no esquivarlo del todo. Les echaré un capote en pago de las coplas que ellos me canta.

Podía salir por el elogio de Cádiz. Pero éste sería siempre pobre. Cádiz es la señorita honesta y bonita que por ello está acostumbrada al piropo fino y sensible. Uno no se atreve a competir con los mejores poetas. En su larga historia, siempre buena, ha sido muy querida. Los más fáciles de recordar son los novios modernos. El don Juan inglés de alma meridional habló del "talle risueño y la gracia melancólica de las gaditanas" García Sanchis paseó por el mundo a la "tacita envuelta en el pañuelo con que Europa despide al navegante". José María Pemán, un poco esposo de la ciudad le regaló ya maduro el tiempo o así de sus bodas de plata con ella, un libro de piropos en versos. El mejor de ellos podría decírselo también un recién llegado "Señorita del mar."

Cuando a una ciudad o a una mujer se le puede decir lo mismo de bueno y lindo al conocerla que al vivir con ella es que tiene el encanto de la belleza auténtica: Su eternidad.

Pero me estoy poniendo serio. Más ligero y certero es el piropo de Manuel Machado. "Cádiz, salda claridad". Sobre otras ciudades se hacen ensayos o filosofías. A Cádiz se le dicen cosas breves y bonitas. En una ciudad así cuyo sentir y hondo pensamiento es leve y gracioso es, tenlo por cierto, dulce de vivir.

Un señor muy serio cuyo fin en la vida es filosofar, al pobre en Cádiz solo se le ocurrió:

"Las noches tienen en Cádiz

de mocita cintura".

Mes estoy entretenido demasiado por miedo a lo otro. La defensa de este tipo curioso que el "pimpi" gaditano. Pero va. Ya sabes mi gusto por el trato de los humildes y sencillos. En la agente popular es más frecuente encontrar la gracia y el ingenio. Por eso cuando la mida me cansa me voy a refugiarme a beber manzanilla entre los "pimpis" que cantan sus alegrías con bellas estrofas amorosas:

En la bahía de Cái

tengo un barquito de vela

con campanita de plata

pa el día que tu me quiera

Mi amistad con ellos viene de lejos. De la guerra nuestra. Una Unidad voluntaria tenia como soldados "pimpis" y estudiantes. Antes, en la roja y volcánica primavera del 36, nunca los encontramos como enemigos en las luchas callejeras. El "pimpi" es demasiado humilde, sencillo y generoso para haber sido colorado. El rojo es casi siempre el resentimiento de una ambición frustrada. El "pimpi" carece de material ambición.

Fueron alegres a la aventura guerrera. Luchar con ellos era agradable. Le quitaban importancia a la tragedia, como ahora a la vida.

A veces de noche , hacíamos guardias con ellos.

Ellos no sabían más que en que rincones de la Caleta habrá mejores mariscos, y quienes eran los más "ingleses" de los turistas y pasajeros.

Uno que tenía fresquito el bachillerato quería enseñarlo. Les explicaba las estrellas que para ellos no eran más que especies de gusanos de luz perdidos en el cielo ennegrecido. Preguntaban si en el cielo había "pescaos" y si los Santos bebían manzanilla. Al cabo de un rato uno olvidaba el bachillerato y se sumergía gustoso en su mundo disparatadamente cómico y poético. La noche terminaba en la copla. Eran serviciales y de por si se encargaban de los trabajos humildes, combatían y cantaban.

Nuestra mejor economía se compartía con su despreocupada alegría. Ibamos en paz con gracia.

Ahora entre coplas y vino charlamos de aquel tiempo. Me encuentran preocupado y me dicen sería alegre si cogiera su oficio, llevar bultos.

El "Trompi" me explica…"la cosa es fácil; usted, D. Manuel, e va al puerto, la estación y pide maletas a los tíos de cara seria o buena. Huya de las mujeres. Pida el dinero máximo sin darle importancia. El bueno se alegrará de ser generoso, el serio dará menos pero se llevará un disgusto para contar.. Con el extranjero no tenga compasión".

"Ya sabe usted que por las malas nadie entró en Cádiz, esto lo se por mi amigo el municipal que ha leído "Las Cortes de Cádiz", de D. José María. Por las buenas que lo paguen".

"Si ve a una mujer pobre con niños equivóquese y haga el sacrificio del vinillo".

"En los ratos libres, unas veinte horas, véngase aquí. No hay más obligación que gastarse en vino y camarones el dinero recogido".

No sea nunca serio, paguen o no paguen y cante un poquito… será feliz. Ah, cuando tenga ocasión convide al explotao".

Bueno, Lo pensaré. Pero un amigo me pide consejos para evitar tener que tropezar tanto con vosotros. Tenéis mala fama -"hombre D. Manuel, sería una traición descubrir los secretos del oficio. Pero un consejo, se lo daremos. ¿Por qué viajan con tantas maletas? Mire usted, yo he ido hasta Rusia y no he llevado ni cepillo de dientes, que e lo único con lo que se cuela aquí sin pagar, esos cursis delos americanos. Que puede necesitar un niño, todo lo más, depende de la mamá, un biberón; un hombre nada, mucho dinero y la mujeres que lleven lo que quieran, pero que conquisten al hombre que les paga.

Dicen que los andaluces no trabajamos y cuando lo hacemos por ellos, les llevamos sus maleta, se quejan. Son raros los forasteros. Una vez pasé por un pueblo rico y allí no había nadie para llevar bultos. Qué aspecto de desamparo tenían los viajeros. Gracias a nosotros todos son recibidos y despedidos. Somos el primer "buenos días " y el último adiós. En mis viajes sin maleta nadie me saludaba. Era triste ¿usted cree que esta cordialidad y simpatía se paga con dinero?

Somos los últimos que vamos quedando que no damos importancia al dinero. Poco o mucho se transforma en vino y canciones.

Bueno D. Manuel, está convencido, ¿sea hace del oficio? Es humanitario. Se volvió y se puso a cantar:

"A Cái no le llaman Cái…"

Me perdonaras este rollo hecho por complacerte. Ahora, buen amigo, te espero pronto. Haremos fiestecita en el rincocillo del que hablo. Mis amigos los maleteros tienen ganas de cantarte y oírte, pues ya les he dicho que lo haces muy bien.

Hay una niñas que son un primor.

Adiós. Un abrazo.

Don José

(Don José es uno de los pseudónimos que utilizó Miguel Moya Fernández en los relatos publicados en Ifni.)

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