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Mujeres del enterramiento de Montelirio. Misterio

Siglos XXIX-XXVIII a.n.e. ¿Chamanes? Montelirio. Valencina de la Concepción-Castilleja de Guzmán. Sevilla.



En el gran dolmen de Montelirio se encuentra un espectaular conjunto funerario que ha dado lugar a especulaciones, a veces precimitadas. Se trata de un grupo de mujeres, solo mujeres por lo que se sabe hasta ahora, colocadas de manera especial en un túmulo funerario de impresionantes dimensiones. Tras el artículo se incluyen dos referencias: a un artículo científico que resume el estado de las investigaciones y el de un artículo en plan periodístico.

Montelirio. Un gran monumento megalítico de la Edad del Cobre

Tomado de José Enrique Márquez Romero SPAL: Revista de prehistoria y arqueología de la Universidad de Sevilla, ISSN 1133-4525, ISSN-e 2255-3924, Nº 27, 1, 2018, págs. 299-302 Recesión del libro: Fernández Flores, L. García Sanjuán y M. Díaz-Zorita Bonilla (eds.). Montelirio. Un gran monumento megalítico de la Edad del Cobre. Arqueología Monografías, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, Sevilla, 2016, 553 págs., ISBN-978-84-9959-236-7.

http://institucional.us.es/revistas/spal/27.1/Res_12.pdf Página vista el 07/'08/2019

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Centrándonos en las aportaciones que nos parecen más relevantes, cabe decir que hoy sabemos que el sepulcro de Montelirio es un tholos con un corredor de 39 metros de longitud que da acceso a una primera cámara (4,75 m de diámetro) desde la que se accede, a su vez, a una segunda aneja y de menores dimensiones (2,70 m de diámetro). Todo el conjunto se ubica en una colina natural que se ve resaltada por la construcción de un túmulo que alcanza los 2,75 metros de potencia y unos 75 metros de diámetro. La novedad arquitectónica más interesante es la comprobación de que, en am-bas cámaras, el sepulcro contaba con cúpulas realizadas con materiales terrígenos (margas y arcillas). La docu-mentación de huellas de postes en el interior de ellas es interpretada como prueba evidente de la existencia de un encofrado de madera que funcionaría mientras fraguaba la cúpula de barro. La posibilidad, apuntada en varias ocasiones, de que en el megalitismo peninsular se hubieran realizado cúpulas de este tipo parece corro-borada con estos nuevos datos.

Con respecto al contenido funerario, los hallazgos no son menos espectaculares y, en conjunto, configuran un contexto simbólico realmente singular. En él, en primer lugar, se identifican veintidós inhumaciones en conexión anatómica, otros dos enterramientos secun-darios y numerosos huesos desarticulados. Pero lo que llama poderosamente la atención es que prácticamente la totalidad de restos son femeninos y en ningún caso en edad subadulta. Algunos de estos cadáveres de mujeres, los que se encuentran en la mayor de las cáma-ras funerarias, aparecen ataviados con túnicas y faldas elaboradas con decena de miles de cuentas discoidales de conchas y distribuidos intencionadamente en torno a una estatua o estela central. El fuerte simbolismo de este conjunto se ve acentuado, más si cabe, por la presencia contundente del color rojo. Este aparece tanto decorando algunos de los paramentos de la cámara, como cubriendo los cadáveres de las mujeres y esparcido por los objetos que forman el ajuar. El pigmento utilizado en su mayoría procede del cinabrio, y el alto nivel de mercurio que presentan los cadáveres hace pensar en su uso, también en vida, como material para tatuajes o pintura corporal, aunque tampoco se puede descartar que la simple inhalación pudiera estar en el origen de esta contaminación.

Los objetos que acompañan los restos humanos son, sencillamente, asombrosos y convierten el ajuar de Montelirio en uno de los más importantes del megalitismo europeo. Resulta difícil sustraerse durante la lectura a cierto fetichismo arqueológico: objetos de ámbar, láminas de oro repujado, marfil tallado, increíbles puntas líticas de flecha, miles de cuentas discoidales de concha, huevos de avestruz, cuentas de cristal de roca o cinabrio son alguno de los ejemplos más re-levantes. Aunque, paradójicamente, en este conjunto faltan los objetos de cobre. Los análisis realizados sobre esta extraordinaria cultura material son generosos y exhaustivos y abordan aspectos tipológicos, tecnológicos y sobre la naturaleza y procedencia lejana de las distintas materias primas empleadas. Un último elemento resulta significativo en este mundo simbólico que domina el ritual funerario presente en Montelirio: nos referimos a la recurrente presencia iconográfica de figurillas de suidos y bellotas realizados en marfil o ámbar, circunstancia esta última que se interpreta como reflejo de una economía de dehesa dominante en el yacimiento.

La información radiométrica permite proponer como marco cronológico para la construcción y uso del sepulcro el primer cuarto del III milenio a.C. (finales del siglo XXIX a finales del siglo XXVIII), anque la tafonomía de los restos de la cámara grande y la distribución espacial de los propios esqueletos y su ajuar asociado apuntan a un proceso deposicional mucho más breve en el tiempo o, incluso, como consecuencia de un único evento o episodio.

Este excepcional registro que hemos descrito brevemente exige un singular esfuerzo interpretativo que muchos de los autores de los capítulos y, sobre todo, los editores en el último de los capítulos no eluden ni escatiman. Así, y por lo que se refiere a los restos de la gran cámara, los autores apuntan una interesante hipótesis: “existen indicios de que el colectivo inhumado en la CG de Montelirio, de carácter predominantemente femenino, pudo tener un fuerte perfil religioso, mágico o esotérico” (pág. 547). La afirmación descansa en la mayoritaria presencia de cadáveres de mujeres, en las ricas vestimentas que portaban y su distribución significativa en torno a la estela central, en el carácter exótico de las materias primas del ajuar e incluso en la presencia excepcional de un caso de polidactilia (seis dedos en su pie derecho) en una de las mujeres halladas, algo que se considera, tradicionalmente, como señal deun carácter o estatus especial de quien sufre esta mal-formación congénita. Y pese a que estas mujeres padecieron importantes problemas de salud, especialmente artrosis y los derivados del contacto accidental o voluntario con el cinabrio, no se duda en atribuir a este colectivo “una elevada posición social, quizás de elite, aunque no en el sentido de clase” (pág. 547), puesto que los autores niegan que esta forma de estratificación existiera en la sociedad que construyó Montelirio.

La hipótesis nos parece plausible y bien elaborada. La abundancia y calidad de los datos analizados dan co-herencia a tal propuesta. No obstante, sin mucho coste, la idea del colectivo especializado en tareas religiosas o mágicas podría haber tenido más recorrido si se hubiera contextualizado la idea en un marco antropológico más amplio. La idea del chamanismo femenino nos parece que está latente en la exposición, pero no termina de desarrollarse. En cualquier caso, insistimos, ante un excepcional hallazgo arqueológico la respuesta científica es excelente y la investigación del tholos de Montelirio se convierte, sin lugar a dudas, en un auténtico manual de buenas prácticas a seguir en próximos estudios sobre el megalitismo peninsular

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Un buen resumen del estado de las investigaciones: Mujeres en blanco y rojo: el ritual funerario en el tholos de Montelirio, Miriam Luciañez Triviño, Marta Cintas Peña, Leonardo García Sanjuán. En "Andalucía en la historia" nº 65. págs. 44-49. El artículo completo a día de hoy (12/08/2019) está solo en impreso, pasado un tiempo lo suelen poner de libre acceso en internet.



Ver un ejemplo del tratamiento periodístico:

https://www.diariodesevilla.es/sevilla/secreto-tumba-montelirio-sacerdotisas-envenenadas-mercurio_0_1325867933.html