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María Rubio

 Bailarina de Ballet Primera mitad del Siglo XIX. De casada María Pautret.


Recopilación de diversas páginas de Internet en Julio de 2008. La referencia de que es Andaluza la proporciona José Martí en su articulo sobre Heredia http://www.cubaliteraria.com/autor/jose_maria_heredia/sobre_heredia_marti.htm

http://www.iih.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc21/263.html

Asimismo encontramos varios poemas del propio Heredia, como el que dedicó a la señora María Pautret, de quien el cubano había quedado prendado por una de sus representaciones en el baile Don Quijote y Sancho Panza, escenificado en la ciudad de México

http://www.bnjm.cult.cu/sitios/fechario/2004/fechcultju.htm

El 10 de junio de 1824 es el estreno mundial del ballet La Matancera en el Teatro Principal de La Habana. Con coreografía y dirección de Andrés Pautret y música de Ulpiano Estrada, actuaron la compañía local de baile, la intérprete María Rubio Pautret y el director de orquesta del propio teatro José Antonio Coccó.

Ver ballet en La Habana Por: Roberto Méndez. lunes, 26 de mayo de 2008 Opus Habana

http://www.opushabana.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=1165&Itemid=43

EL PRECURSOR
José María Heredia (1803-1839) no fue sólo el precursor de nuestro romanticismo literario y el verdadero fundador de la poesía cubana, sino el primer poeta de la Isla en componer un poema notable inspirado en una función de ballet, aunque lo hiciera desde la lejanía.
En 1820 llegó a La Habana la compañía de Andrés Pautret, que tenía como estrella a María Rubio, esposa del director. Tuvieron un éxito apreciable con la presentación de «coreodramas»: obras donde se recreaba una acción dramática por medio de la danza. Se trataba de puestas que estaban a medio camino entre la pantomima y el baile, con una fuerte impronta de las nociones de actuación defendidas por Diderot en La paradoja del comediante y que venían a cumplir el ideal de la Ilustración de la «vuelta a la naturaleza» en la representación de las pasiones, tal y como pretendía el coreógrafo Noverre en sus revolucionarias Cartas sobre la danza.
Habaneros y matanceros pudieron contemplar en «escenas mudas» un Jasón y Medea en Corinto, al que siguieron Julio César en Egipto y nada menos que Macbeth. Fue tal el éxito, que actuaron por casi un lustro en Cuba, hasta que decidieron pasar a México en 1825. Allí la vio al año siguiente Heredia, quien había buscado refugio en la nación azteca ante la persecución de las autoridades españolas.
El poeta quedó inmediatamente prendado de la bailarina, a quien aplaudió, primero en el rol de Medea y luego en un Don Quijote del que no han quedado trazas.
Se rumora que de su fascinación no sólo quedó un poema, sino que nació un idilio, aunque este debió interrumpirse bruscamente, pues en 1831 la Rubio escandalizó a los corrillos mexicanos al fugarse con un bailarín de la compañía. Felizmente, el poema de Heredia sobrevivió a la catástrofe:

Hija de la beldad, ninfa divina,
¿Cuál es el alma helada
Que al girar de tu planta delicada
No se embriaga en placer? La orquesta suena,
Y al compás de sus ecos presurosos,
De fl orida beldad y gracias llena
Te lanzas tú veloz
...1

Quizá el cubano hubiera leído la oda «La Danza» de Manuel José Quintana, pero lo esencial del texto era su auténtica emoción, no sólo por la belleza de la intérprete y sus facultades expresivas, sino porque había descubierto esa condición irrepetible del arte coreográfico que iba a obsesionar un siglo después a Paul Valery: el movimiento de un instante es negado por el que le sigue y después queda en el espectador sólo una especie de
aroma evanescente en la memoria.
Plasticidad y, a la vez, habilidad suma para captar el movimiento, son las cualidades esenciales del poema. En él ha sido desechado todo el resto del «coreodrama»; la visión del poeta se ha centrado en la solista y la sigue desde los primeros compases de la orquesta
para verla danzar en solitario. A la altura de la tercera estrofa, el elogio se ha convertido ya en una ferviente declaración amorosa:

Cuando serena
Vuelas girando, como el aura leve,
¡Cuál me arrebatas! Trémulo, suspenso,
Me embriaga la sonrisa
De tu rosada boca,
Que al dulce beso del amor provoca;
Y extático, embebido,
Cuando tiendes los brazos delicados,
Mostrando los tesoros de tu seno,
Mis infortunios, mi penar olvido;
Y en el soberbio techo estremecido
De aplauso universal retumba el trueno
.2

José María Heredia: «A la señora María Pautret». En Obra Poética, edición crítica de Ángel Augier. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1993, p. 85

Obras Completas de Alejo Carpentier. Tomo XII. Ese músico que llevo dentro. 3 La música en Cuba. Siglo XXI editores.

Tomado de en google libros.

... Los Pautret -Andrés y María Rubio- con sus grandes pantomimas coreográficas (Macbeth, Ayder Ali-Khan, Las bodas de Camacho, Las ruinas de Palmira) obtenían éxitos(en Cuba) anunciadores de sus próximos triunfos en México.

"Los Pautret y su compañía de danza en México: una emigración singular en el siglo XIX" por Monserrat Galí (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México) Referencia tomada de http://ceh.colmex.mx/cmch/boletines/boletin230.html

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