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Sociedad de Señoras de Fernando VII

Cádiz-1811-1815. Asociación patriótica para ayudar a las fuerzas anti-napoleónicas,  Mujeres de las clases altas

Extractos tomados de Marieta Cantos Casenave. Las mujeres en la prensa entre la Ilustración y el Romanticismo. Página vista el 9 de julio de 2013

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Fuera común o no, y contando con el precedente de la Junta de Damas de la Sociedad Económica de Amigos del País madrileña, lo cierto es que este tipo de asociacionismo despertó bastante interés en la sociedad gaditana y la prensa se hizo eco de muchos de los pasos dados para su constitución, así como de algunos de los escritos que estas mujeres publicaron. El primero de los textos que he localizado hasta la fecha es una «Representación de las Damas a Jorge 3º, rey de Inglaterra», firmado por unas «Damas Españolas». De ella informa el Redactor general en su n.º 56 -de 6 de agosto de 1811-, y organizó tal revuelo político97 que José María Blanco White hubo de hacerse eco de ella desde Londres, y dedicó una de sus Cartas de Juan Sintierra, la «Carta V», a este tema, ironizando, por cierto, sobre la iniciativa de estas mujeres: «los hombres deben estar tan ocupados en guerra y política, que olvidan a Uds. y las dejan estar cavilando a solas todo el día».

Esta intervención de las mujeres gaditanas provocó una serie de reafirmaciones -el 9 de agosto de 1811 se publica un artículo en El Redactor General, firmado por L. M. R, y titulado «A las damas de Cádiz, una gaditana»- y de desmentidos que puede considerarse como el origen de las actuaciones de la futura «Sociedad de Señoras de Fernando VII», cuyos estatutos fueron publicados en 1812 (Estatutos de la Sociedad de Señoras establecida en esta ciudad de Cádiz baxo el titulo de Fernando VII, Cádiz, Imprenta de Niel Hijo, 1812) . A su vez, el discurso de apertura, pronunciado por la marquesa de Villafranca, debió ser considerado de interés y por ello reproducido en el Semanario patriótico el 11 de diciembre de 1811. También consta el Discurso pronunciado por su fundadora Engracia Coronel el 19 de noviembre de 1811, día de su establecimiento, en el que explica como se ideó tal proyecto:

Sí, Señoras, me felicito de haber sido la primera a quien ocurrió el pensamiento de estas demostraciones de gratitud y alivio. Premedité una Sociedad en que reunidas a un fin lograremos un fondo para vestuario de las tropas más próximas a nuestro conocimiento, y en que las unas con el subsidio pecuniario, y las otras con la labor de sus manos diesen todas testimonio no equívoco de su acendrado patriotismo. La empresa parecía de difícil ejecución, pero la bondad y amor, tanto de las emigradas, como de las naturales, o vecinas de esta Plaza, me hizo comprender en breve que era asequible el establecimiento.

Más adelante explica de qué manera el Ministro de Gracia y Justicia, y, luego, algunas de las damas más notables afincadas en Cádiz acogieron sus ideas:

Ellas fueron verbalmente aprobadas por el Ministro de Gracia y Justicia, y oídas por diferentes individuas que lo son de esta Sociedad, prestándose gustosísima, y espontáneamente a su perfección. Una Señora Doña Rosa Sanabria ¡cuan digna es de elogio! Sus tareas personales sin perdonar incomodidad acreditan su celo, y su bondad; ¿y qué diremos de las Señoras Marquesas de Villafranca, y la de Casa Rávago que tengo el honor de presentar como primeras Directoras, como en el de Secretaria a la Señora Condesa de Casa-Sarria? Será una necedad querer explicar el mérito de cada una, cuando notoriamente se sabe el admirable rasgo de generosidad con que la primera hizo vestir dos Regimientos a sus expensas; la segunda ha denotado su decidida lealtad y amor patriótico en todas ocasiones; la tercera su talento, y extraordinaria habilidad para empeños de igual clase, en que por experiencia se sabe el acierto de sus operaciones relativas a este artículo, y la última por su evidente formalidad, abono y circunspección; y siendo estas relevantes prendas tan análogas a tan dignas compañeras, no dudo que todas aprobarán mi prudente elección y mas cuando sepan todos los concurrentes que su auxilio, esmero, y protección han sido los garantes que me han conducido a la consecución de mi equitativo plan.

Entre la nómina de mujeres que integraban la sociedad, efectivamente había varias mujeres de la aristocracia, además de las citadas, como la Excma. Sra. Duquesa de Rivas, la Excma. Sra. condesa de Villamonte, la marquesa de los Álamos, la marquesa de Ussel, la de Tabaloso, y la de Sales, que contaron desde el principio con el apoyo de otras.

Por su parte El Conciso, frente al criterio de Blanco White, adoptó una actitud mucho más favorable y positiva hacia la actuación de estas mujeres y en su sección de opinión, «Calle Ancha», comentaba:

Se ha formado en esta ciudad de Cádiz una sociedad patriótica de Fernando VII, aprobada por el Consejo de Regencia, y compuesta de señoras: el objeto de estas es juntar fondos, por medio de una suscripción mensual, de todas las señoras de esta ciudad para recurrir a las necesidades del ejército, y particularmente con el fin de proporcionar vestuarios a nuestros desnudos guerreros, cuyo heroísmo está paralizado por la miseria.

No es esta ocasión de hacer cumplimientos al bello sexo, pero sí lo es de recordar su noble pensamiento y estimular cada vez más su patriotismo. Nada ha arredrado a las emprendedoras de benéfico proyecto; el bien que iban a hacer ha sido el único estímulo para acelerarlo; y con gran satisfacción de todas lo ven ya realizado, disfrutando del incomparable placer de ver cumplidos sus deseos; pues comisionadas dos señoras por cada barrio han experimentado que generalmente se ha admitido su plan por todas las de su sexo, y se han suscrito voluntariamente.

Pero lo que más llamaba la atención a los periodistas era el propósito de ampliar su radio de acción a otros lugares de España y Europa:

Nos consta que no se ha limitado al recinto de esta ciudad el laudable plan de estas señoras: el amor a la patria, el vivo deseo de coadyuvar poderosamente al bien general, les ha inspirado la noble resolución de dar grande extensión a sus benéficas miras. Inglaterra, Sicilia, Islas Canariasetc. América, y provincias de la Península, todos estos países van a ser objeto de su correspondencia para este fin. Sabemos que la generosidad y beneficencia de las damas inglesas será excitada por la señora duquesa de Westmoreland, de cuyo noble carácter todo se puede esperar; y si Lady Curtis, Lady Price, y Lady Perring se mostraron tan generosas en la suscripción de señoras para con los infelices habitantes del Portugal (Conciso 4 de agosto) ¿podrán mostrarse indiferentes para con los desnudos guerreros españoles, si llega a su noticia esta nueva suscripción? ¿Y cómo no podrá llegar cuando dicha señora Duquesa ha sido suplicada para la realización de tan loable objeto?

El entusiasmo de los periodistas se percibe claramente en la peroración con que cierran su discurso:

Grande debe ser, benéficas gaditanas, grande debe ser vuestra esperanza de ver extendida vuestra laudable resolución; pues no es posible que en ninguna parte del globo, adonde llegue la noticia de vuestra suscripción, se muestre indiferente y apático vuestro sexo.

¡Generosas inglesas, nobles sicilianas, leales americanas, fieles españolas de la Península! el valor español se ve en muchas partes paralizado por falta de recursos; de vuestra beneficencia puede depender mucho la salvación de la España y de la Europa; si penetradas de las necesidades que sufren los defensores españoles, os resolvéis (como no se duda) a socorrerlos por medio de esta suscripción, a su tiempo conoceréis que las incomodidades y sacrificios que esto os ocasione se convierten en dulzura y placer, del cual os resultará también la satisfacción de poder decir algún día cada una de vosotras: Yo también concurrí a la libertad de España y a la ruina del opresor de la Europa.

De alguna manera, pues, se las implica en el destino de la patria y se hace valer su contribución. El caso es que en el mes de enero de 1812 ya la Sociedad había logrado reunir doce mil reales para vestuario de la tropa106, pero como he indicado antes, las movilizaciones para ayudar al ejército, y la organización de las mujeres a este fin, se habían iniciado ya, aunque no de forma institucional, en los primeros meses de la guerra, como por otra parte había reconocido Engracia Coronel al recordar la contribución de la marquesa de Villafranca para costear la vestimenta de dos Regimientos, y la experiencia de la Condesa de Casa Sarriá en gestiones similares.

Lo cierto es que los editores de El Conciso suelen dar bastante publicidad a las actuaciones de las gaditanas, con frecuencia alaban su celo y patriotismo, y especialmente el modo en que atienden las necesidades de los soldados; en otras ocasiones simplemente se hacen eco noticioso de sus actividades:

Dícese que varias damas gaditanas de esta ciudad proyectan una suscripción para armar dos corbetas bombarderas que, bajo la protección de nuestros aliados, visiten algunos puertos de la costa de Francia en represalias de la infame conducta de Soult.

Algunas veces, no obstante, conceden sus páginas a la inserción de extensos anuncios remitidos por alguna de las socias, generalmente por la secretaria, María Loreto Figueroa de Montalvo, que en cierta ocasión envía un «Aviso que quisiéramos sirviese también de indirecta a algunas señoras»109, en que da cuenta de las acciones de sus correspondientes en la Habana, al tiempo que alaba las actuaciones de algunas socias particulares. Efectivamente, el ejemplo hubo de cundir pues el Conciso se hace eco de la constitución en Petersburgo de una:

sociedad de damas patrióticas, imitación de la junta patriótica de señoras formada en Cádiz con tanto patriotismo, celo y utilidad, y que por desgracia no han imitado nuestras provincias si exceptuamos a las Señoras habaneras, que inmediatamente formaron con las de Cádiz una alianza tan francmasónica y útil a favor de los defensores de la patria. En Petersburgo es la emperatriz madre la francmasona mayor de la sociedad: 12 damas cuidan el establecimiento: se recibe en él cuanto se dé; ropas, efectos, dineros, etc: el objeto es socorrer a los infelices que más han sufrido en la guerra.

Lo más curioso es cómo el periodista describe la organización de estas sociedades femeninas, empleando positivamente los términos alusivos a la francmasonería, muy posiblemente en el sentido amplio de confraternidad o sociedad de individuos.

En cualquier caso, la coyuntura de la guerra hizo posible que, a pesar de todo, algunas mujeres, so pretexto de contribuir juntamente con los hombres a enardecer el patriotismo y a manifestar su adhesión a Fernando VII, empezaran a redactar proclamas llenas de fervor y, a veces, tal vez espoleadas por la lectura de los folletos y papeles periódicos o por los sermones de muchos religiosos, tremendamente exaltadas e incluso sanguinarias.

Es verdad que las más de las veces, insisto, este afán de intervenir en la res publica quedó reducido a la expresión de sus sentimientos, al uso de la palabra, en el ámbito doméstico de la conversación familiar o la carta, y todo lo más al semiprivado de la tertulia. La realidad es que sólo unas cuantas mujeres se animaron a expresar públicamente sus sentimientos y opiniones, y sus escritos fueron publicados en folletos que en ocasiones tuvieron la suerte de ver reimpresos en colecciones patrióticas junto a las proclamas de otros muchos hombres. En casos aún menos numerosos, las mujeres decidieron contribuir con su pluma al debate público suscitado por la división ideológica de la nación y aireado por los papeles periódicos. En este sentido, de alguna manera, la Guerra de la Independencia propició que un escogido número de señoras abandonara el limitado espacio doméstico de su actuación cotidiana, para intervenir con una responsabilidad más o menos relevante en la marcha de los asuntos públicos.

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