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Mujeres de Abrucena (14 biografías, de las que 8 son autobigrafía)

Ofrecemos aquí 14 esbozos biográficos que retratan también la vida de un pueblo de la Sierra Nevada almeriense en el último siglo visto desde el prisma de las mujeres que lo han hecho y lo hacen cada día. La intra-historia al desnudo.

Tomadas de http://www.abrucenavirtual.com/?menu=cultura&op=7 . 2006

Hechas en el taller literarario “Carmen de Burgos” con el nombre de "Biografías de Mujeres" desarrollado en Abrucena durante los días 4, 11 y 12 de abril de 2003. Este gran trabajo de recopilación histórica (queincluye además de lo que aquí reproducimos una recopilación de adivinanzas, frases hechas, romancesy canciones se debe principalmente a las alumnas del Centro de Adultas de Abrucena y a su profesora).

Biografía de Mujeres Andaluzas ha tenido conocimiento de esta importante aportación por Juan Antonio Latorre Molina webmaster@abrucenavirtual.com que edita una de las mejores páginas sobre un pueblo andaluz Abrucena Virtual.


Emilia (1889- 1979 ) Emigrante, luchadora en la vida, ceramista...

López Salmerón, Concepción(1902- ?) Madre, trabajadora...

Moya Sicilia, María Gracia (1911-1981?) Tareas del hogar y labores agrícolas.

Lao Gallega, María Dolores (1904-1.991) Madre de 8 hijos, Molinera, ... y emigrante.

Martínez Salmerón, Teresa. (La Partera) (1.911-...) Sirvienta. Afiliada a la Sociedad. Partera.

Nona. (1932- 1990? ) Educadora por cuenta propia. Tienda de ropas. Fundadora de Cofradía.

Hernández, Manuela (1927- ). Campesina, vida religiosa, cuidadora de su hermano.

Lao García, Antonia (La Pulga) (1930- ) Aventuras de época.

Azor Alonso, Josefa Isabel. (1940- ) Maestra.

Gómez, Josefa (La Minuta).  (Circa 1930- )Mano de obra a los 8 años.

Torres, Lourdes (La de La Mendoza) En la casa del cortijo y criando animales. (¿años 30 o 40?- )

Martínez, Encarna (1954- ) A cargo de los hermanos, bordadora.

Molina Hernández, Josefa. Panadera (1952- ) al reformatorio por amor.

Guindo, Isabel. En la escuela.


Emilia (1889- 1979 ) Emigrante, luchadora en la vida, ceramista...

Mujer Coraje.

Por Encarna Martínez Martínez.

Mi tía abuela Emilia, nace en el año 1889 en un cortijo en la Sierra, fue la mayor de ocho hermanos. Sus padres eran muy pobres, se llamaban Isabel y Ramón.
Su madre tuvo un parto complicado asistido por personas que no entendían nada; nacieron mellizas, la otra niña murió durante el parto. La madre se puso muy mala, le dio una infección que le impidió amamantar a su hija, la niña se tuvo que criar con leche de cabra, un poco débil, aunque su carácter siempre fue muy fuerte. Fue, precisamente éste carácter, lo que le hizo enfrentarse a la vida.
Se crió guardando vacas toda su juventud, no sabía ni leer ni escribir, no conocía la existencia de la escuela.
Muy joven se enamoró de un muchacho tan pobre como ella, él cual no era del agrado de sus padres debido a que estaba enfermo. Pero ella no les hizo caso y ambos se fugaron juntos, se fueron a vivir a una corraliza, pero el padre los pilló y los separó. Volvieron a escaparse juntos, esta vez más lejos, ella había oído que en Valencia se vivía bien. Con el dinero que su madre le dio de una vaca que habían vendido, se fueron a Valencia. Pero al llegar allí no fue como ella se imaginó, mientras tuvieron dinero vivieron en una pensión, él no encontraba trabajo, ya no tenían para pagar, los echaron de la pensión y se tuvieron que ir a vivir debajo de un puente, donde fabricaron su propia chavola con cartones y mantas.

Emilia era muy mañosa para arreglar huesos, esguinces, torceduras, etc. La gente se enteró y la buscaban, dándole propina por su servicio, así pudo ganar algo de dinero. Para poder comer, también solía ir al campo, allí recogía hinojos, caracoles, etc. Cogía plantas que conocía, plantas medicinales, manzanilla, mejorana, romero, etc. Y realizaba infusiones, tanto para extender sobre huesos y músculos dañados, como para beber. Así, poco a poco salieron a delante.
Ya estaba embarazada Emilia, cuando llegó un día un señor que había oído hablar de ella. Tenía el hueso de la rodilla salido, los médicos no pudieron curarle, de manera que fue a buscar a Emilia y le dijo que si le curaba se portaría bien con ella. Y así fue, le curó y este señor le dio una casa vieja en Manisses, y allí se estableció con su familia. Arreglaron una habitación para poder dormir, y allí la familia empezó a aumentar, Emilia tuvo hasta seis hijos.
La felicidad no podía ser posible, su marido enfermó aún más, y murió. Ella tuvo que hacerse fuerte para salir adelante, ya que sus hijos eran aún muy pequeños. Para ello, siguió curando huesos, esguinces, etc., hasta hacerse curandera, pero no le veía mucho futuro a su oficio, por lo que decidió montar un negocio de cerámica en su casa, ya que era la fuente de ingresos del pueblo. Comenzó con a trabajar con sus hijos y a vivir de su negocio, saliendo así a delante. Con el tiempo, el negocio vino abajo; pero sus hijos ya estaban formados y tenían experiencia, por lo que pudieron trabajar en las fábricas de cerámica, lo que les permitió vivir bien.

Emilia murió en el año 1979, rodeada de sus hijos y nietos, cuando contaba con 90 años de edad. Su familia la recuerda como una gran mujer que le hizo frente a la vida con muchísimo coraje.

Solo tenían amor

Los dos estaban solos en Valencia,
Tenían una vida desgraciada, Él era muy pobre, Ella no tenía nada. Se conocieron en la Sierra Él a ella invitó
La llevo donde tenía sus pertenencias
Un cubo, una toalla, y una caja de cartón. Le dijo que la quería, Ella se ruborizo,
Le dijo casate conmigo, Ella lloró de emoción. Todo va a ser bonito
Le hizo una sortija de alambre Y un vestido de papel
Debajo de un puente pasaron la luna de miel. De techo tenían el cielo, Les iluminaba la luna de noche, En ellos todo era amor, No había ningún reproche.

Con un cubo de basura
Una cuna van a hacer, Porque al llegar la primavera Un niñito va a nacer.

Encarna Martínez Martínez


López Salmerón, Concepción(1902-) Madre, trabajadora...

Memorias a mi querida madre, Concepción López Salmerón

Por Antonia Torres

Mi madre nació en el año 1902. Eran seis hermanos, ella la mayor de cinco mujeres y el más pequeño fue un niño, aunque dos de las hermanas murieron.
Su familia era muy pobre, tanto, que su madre se cayó y como no tenían medicinas se quedo coja. Su padre tenía un borriquillo y se dedicaba a traer leña de la Sierra para luego llevarla a los pueblos de alrededor. Mientras, mi madre que tenía de 10 a 12 años se marchaba con mi abuelo a unas fincas donde vivían los ricos, allí recogía hierbas para que comiera el burro porque no tenían dinero para comprarle paja y menos cebada. A veces, echaba días de aceituna; para poder comprar pan tenía que echar tres días ¡y no de trigo, era de centeno muy moreno!, si quería comer salía al campo en busca de hinojos, aunque tampoco habían muchos porque existían demasiadas personas necesitadas y todas buscaban; también recogía caracoles. Paso el tiempo y se casó con un molinero, se fueron a un molino en la Sierra que cogieron a medias; tuvieron cinco hijas, pero a los tres años se tuvieron que venir, ya que el amo era poco cristiano y todo lo quería para él. Se vinieron a vivir con sus padres, vivieron juntos una temporada. Mientras, con mucho sacrificio, compraron un marrano pequeño y cogiendo bellotas de la Sierra que traían a cuestas junto con hierbas, pusieron grande al marrano y lo vendieron, con ese dinero se compraron una casa por 500 pesetas, una casa llena de goteras, pero ellos estaban muy contentos porque ya tenían su casa, aunque un poco vieja. Lo peor era que no tenía que darnos de comer, ni tenía dinero para comprarnos ropa. Entonces se enseñó a tostar garbanzos y para las bodas la llamaban, mis hermanas las mayores la ayudaba aunque sólo tenían ocho y diez años; también vendía garbanzos los domingos y durante las fiestas en la plaza del pueblo, a dos reales, peseta y duro.

Durante las fiestas en la plaza del pueblo se bailaba una danza típica, Mariquilla Pino.

Danza tradicional: "Mariquilla Pino"
Colocación:
En doble fila y alternando las parejas; hombre-mujer, mujer-hombre. Evoluciones:
Hay tres partes y el estribillo que se repite

Esquema rítmico gestual:
A. Tacón-punta y golpes con pierna izquierda, derecha e izquierda respectivamente. Se va cambiando al empezar con el otro pie y se repite ocho veces.
B. Rozando las palmas de las manos; abajo y arriba, para terminar en palmadas. Se repite ocho veces.
C. El esquema varía según hombre o mujer:
El hombre tres tiempos:
1. abre piernas
2. levanta pierna
3. junta las piernas

La mujer tres tiempos:
1. levanta las piernas
2. abre las piernas
3. junta las piernas

Estribillo:

Cada fila se desplaza a derecha e izquierda y al final dos palmadas (ocho veces)

Letra:

"Mariquilla Pino la de San José, se quiere casar, no sabe coser.
Pobrecillo novio, ¡Ay pobre Rafael!
Pobrecillo novio que no sabe que hacer.
La, la, la, la, la.
Se asoma a la ventana y las camas sin hacer,
Desde la mañana al anochecer.
Pobrecillo novio, ¡ay pobre Rafael!
Pobrecillo novio, que no sabe que hacer.
La, la, la, la, la
Se fue a la cocina se puso a guisar
Nos hizo una tortilla
Solo con calamar.
Pobrecillo novio, que no sabe que hacer.
La, la, la, la, la,"

Así ganaba algo para la comida, otras veces sacaba trastos de las tiendas y los vendía o los cambiaba por comida. Hasta que mis hermanas mayores crecieron y su sueldo lo aportaban a casa. Mi padre trabajaba en los pinos de la Sierra, salía de casa a las cuatro de la madrugada para estar a las ocho que era la hora en la que comenzaba a trabajar. En la temporada de la siega mi madre hacia cuadrilla de muchachas y se las llevaba al marquesado de Zenete (Calahorra, Dólar, Hueneja, Aldeire, etc) a la siega, después espigaba para ella, otras veces iba a la faena de la uva a Ohanes y Canjayar, otras veces a arrancar esparto para la romana, a coger tomillo para los perfumes, en fin, nada le quedo por hacer para poder sacarnos adelante.
Ella era muy trabajadora, seria, formal y cristiana, todo lo llevaba para delante con mucha resignación, Dios le dio una salud de hierro, con 90 años seguía trabajando, recogiendo todo lo que se encontraba.

Antonia Torres


Moya Sicilia, María Gracia (1911-1981) Tareas del hogar y labores agrícolas.

María Gracia Moya Sicilia

Por Mª Carmen Martínez Ruíz y Mª Teresa Martínez Moya.

María Gracia Moya Sicilia fue una mujer de Abrucena que desempeñó el papel tradicional asignado a mujeres de la época, realizando durante toda su vida las duras tareas del hogar y las labores agrícolas. Al igual que el resto de sus vecinas, su labor social y laboral se desarrollaba a la sombra del padre, primero, y a la sombra del marido después. Su vida constituyó un pilar fundamental no sólo en el mantenimiento de la unidad familiar sino también en las actividades del campo, a pesar de esto, siempre se mantuvo en un discreto segundo plano, dejando todo el protagonismo al hombre, como era normal en la época.

Ella perteneció a ese grupo de mujeres anónimas, silenciosas, abnegadas y fuertes que siempre hay detrás de un hombre y que son capaces de coger las riendas en los momentos difíciles, anteponiendo siempre el bienestar de los demás al suyo propio.

Nació el 7 de marzo de 1911 en el llamado Cortijo de Rosales, situado en la Vega de Abrucena, hija de peón caminero y de ama de casa (en el sentido amplio de la palabra), era la mayor de seis hermanos, por lo que desde muy pequeña asumió la responsabilidad de éstos.
Su infancia y juventud transcurrió en un ambiente cálido donde se educaba para el matrimonio y para llevar su propia casa. El matrimonio era el objetivo a alcanzar por las jóvenes de la época, que durante gran parte de su juventud preparaban su ajuar. Su padre aspiraba a que su hija mayor se casara con una persona que tuviera un oficio distinto a la agricultura, con el fin de poder
darle una vida mejor a su hija, alejada de las faenas agrarias. Estas aspiraciones no fueron conseguidas ya que Maria Gracia a los 18 años inicio una relación con un joven de Abrucena, de profesión agricultor.

Una vez aceptado y formalizado el compromiso, y tras unos años de noviazgo tuvo lugar el matrimonio entre Ma Gracia y Rodrigo, del cual nacieron siete hijos. Unos años más tarde tendría que enfrentar la muerte de sus dos hijos mayores debido a una epidemia de gripe.
Cuando estalló la Guerra Civil española su marido fue al frente, quedando sola y asumiendo la responsabilidad del campo y de la casa, fue una época muy difícil, donde no siempre había algo que comer. Entonces se acudía al trueque para obtener productos no derivados de la agricultura, era muy común vender huevos a los llamados "recoveros" para así obtener harina con la que hacer pan, ya que éste suministraba alimento durante más tiempo que si se consumieran los huevos vendidos.
Tras un largo período de tiempo sin obtener noticias de su marido en el frente, y junto con otras mujeres del pueblo, iniciaron un viaje lleno de dificultades, en mulos hacía La Carolina (Jaén) en busca de sus seres queridos.

En época de posguerra cuando contaba con 38 años de edad enfermó de asma, enfermedad que la obligaba a permanecer durante largos periodos de tiempo en cama, se vivían años donde era muy difícil conseguir una atención médica adecuada, dificultad a la que se sumaba vivir en un cortijo donde había que ir a buscar al médico en burro, no consiguiendo en todas las ocasiones que éste acudiera a visitar a la enferma.

Tras una enfermedad de más de 30 años falleció en Abrucena a los 70 años.

Mª Carmen Martínez Ruíz

Mª Teresa Martínez Moya


Lao Gallega, María Dolores (1904-1.991) Madre de 8 hijos, Molinera, ... y emigrante.

María Dolores Lao Gallega

Por Filo Bretones Martínez y María José Martínez García.

Quisiera rendir homenaje a tantas y tantas mujeres que sufrieron años duros. Concretamente, a una que aún siendo muy pequeña de estatura fue grande en valor y coraje.
María Dolores Lao Gallega nació en Abrucena en 1.904 en el seno de una familia de labradores. Fue la cuarta de cinco hermanos varones, ella era la única niña, no por ello privilegiada, ya que las niñas además de trabajar en los duros trabajos del campo también tenían que ayudar en las tareas de la casa, como por ejemplo, lavando en el río, donde había que romper los hielos para poder lavar, sin apenas una ropa y un calzado digno. Muy joven sufrió la perdida de un ser querido, murió su hermano Ángel con quien estaba muy unida.
A temprana edad conoció a Manuel, un muchacho hijo de molineros con el cual se caso más tarde. Nació su primera hija, al poco un hijo y así hasta siete.
El trabajo del molino era duro, pero no fue eso lo más duro. Cuando estaba embarazada de cinco meses su marido falleció. De repente, se vio con siete hijos y uno por nacer. ¡Imaginemos los problemas que tuvo que pasar con un molino en el año 45, en plena posguerra!
Se le vino el mundo encima, el trabajo del molino era duro y los niños muy pequeños, aún así ella crió a sus ocho hijos, haciendo de padre y madre a la vez. Incluso llego a recoger a una niña de 12 años, que no tenía madre, para que le ayudase en las tareas del molino a cambio de la comida (cosa habitual al final de una guerra), estuvo con ellos hasta los 25 años.
Comida nunca les falto ya que en el molino siempre había harina
para hacer gachas y migas. Los inviernos eran duros cuando las lluvias abundaban, el río crecía, llegando a meterse en el molino. Cuentan, que en el año 53, la riá fue tal que estando comiendo, la fuente y la mesa salieron flotando. Tuvieron que salir por la ventana y pasar la noche debajo de un tajo ya que corrían peligro, de que el río se las llevará.
¡Y tantas y tantas cosas!, que tuvo que pasar para poder sacar a sus hijos adelante.
Tras toda esta serie de penurias económicas, familiares y sociales, se vio obligada a emigrar a Tarrasa, como tantas personas de Abrucena, con la intención de darles a sus hijos una vida mejor. Pero allí la vida tampoco fue fácil, aunque lucho hasta el final.
Ella vistió de marrón más de cuarenta años por una promesa que hizo a la Virgen del Carmen, de vestir su hábito y curiosamente murió el 16 de julio (día de la Virgen del Carmen) de 1.991 a los 86 años de edad, en Abrucena, el pueblo que la vio nacer.

"El sufrimiento y el dolor a todos nos hace padecer pero por ello nadie muere
aquí lo podéis ver,
quejarse de nada vale
ella nunca se quejó
y dio gracias a Dios
por lo poco bueno que vivió"


Filo Bretones Martínez

María José Martínez García

A mi madre

Madre no hay más que una
Y eso es verdad.
La mía para mí es muy especial.
Que mi madre me falte no lo quiero ni pensar.
Mi madre para mí es todo cariño y bondad.
Siempre que la necesito ella a mi lado está.
Cuando yo era pequeña, ella me venía a arropar.
Cuando ella sea una ancianita yo la quisiera cuidar.
Nueve meses me llevo en su vientre sin saber
Que la que llevaba dentro, hoy tanto la iba a querer.

De una madre para su hija en el día de su comunión

"Siempre tuve un sueño
y se me ha hecho realidad.
Tener una niña
Y verla comulgar
Con la ilusión de este día
Otro sueño quisiera hacer realidad
Verla hecha un a mujer
Y poderla yo ayudar
Búscame cuando me necesites
Aquí siempre voy a estar
Y recuerda que una madre
No se cansa de esperar."

Filo Bretones


Martinez Salmerón, Teresa. (La Partera) (1.911-...) Sirvienta. Afiliada a la Sociedad. Partera.

Teresa Martínez Salmerón "La Partera"

Por Encarna Lao Consuelo Latorre
Nació en Abrucena el 27 de julio de 1.911, en la casa de sus padres Joaquín y Aurora, un matrimonio joven. Después nacieron sus dos hermanos, José y Antonio. Su familia era muy humilde, sus padres eran analfabetos, él se dedicaba al trabajo en el campo y ella a las labores de la casa.
Como le ocurría a casi todos los niños de su época, sus padres no pudieron enseñarle a leer ni a escribir, ellos no sabían y además no paraban de trabajar.
Eran unos años difíciles, de carencias y de hambre para su familia, así que tuvo que comenzar a trabajar fuera de su casa. Empezó con seis años, como niñera de los hijos de Don Joaquín Martínez, unas de las familias más importantes del pueblo; más tarde cuando los niños crecieron siguió trabajando en la misma casa como sirvienta, limpiando, planchando y preparando la comida. La estancia en la casa no fue fácil, pero ella logró sacarle partido, al principio comenzó trabajando sólo por la comida; en este tiempo aprendió a leer y a escribir y aprovechó que dos señoritos de la casa eran médicos, para, mirando, casi a escondidas sus libros y observadólos cuando atendían a los enfermos, aprender sobre medicamentos, a poner inyecciones y lo más importante, a asistir a los partos. Así fue esta época de su vida, sin dejar de trabajar, pero con un sinfín de episodios divertidos que hacían que el trabajo no le fuera demasiado desagradable.
Poco tiempo antes de la guerra, por la situación de necesidad que había en su casa, intentó que "su amo", como se decía entonces, le subiera el sueldo que era de cinco pesetas al mes y ante la negativa de éste, se decidió a abandonar la casa y a afiliarse a la Sociedad, para así trabajar en el campo con un salario mayor, adecuado a lo que ella necesitaba.
En este tiempo ya había conocido a su novio, Tomás (Sánchez Morante), habían pensado en casarse, pero entonces comenzó la Guerra Civil y Tomás decidió ir al Frente, por lo que decidieron casarse cuando él regresara. Así ocurrió, Tomás volvió con el bando vencido, pero sano y salvo y poco tiempo después, en 1.940 se casaron. Poco antes de esto, justo al terminar la guerra, Teresa, como castigo por su afiliación a la Sociedad, fue obligada junto con los demás afiliadas, a barrer las calles del pueblo para que todo el pueblo se enterará y de esta forma sintiera vergüenza por su acto (su afiliación).
Tomás, al igual que Teresa, procedía también de una familia humilde y no poseía nada más que una casa, en la que comenzaron a vivir y han vivido siempre. Él era jornalero del campo y ella se encargaba de la casa, pero no había transcurrido dos años desde que se casaron cuando Tomás enfermó de asma, de tal forma que ya no podía trabajar como solía hacer. Así que Teresa tuvo que encargarse de cuidar de él y de mantener la casa.
La posguerra fue una época muy dura para todo el pueblo, también lo fue para ella. Para conseguir las medicinas que necesitaba su marido y cómo no, para poder comer se dedicó a limpiar casas y sobre todo a poner inyecciones y asistir partos. Casi siempre de gente humilde que no podía pagar los servicios del practicante del pueblo, Don Manuel. Teresa, lo hacía y cada uno le pagaba de la forma que podía, la mayoría a veces, a cambio de alimentos (garbanzos, lentejas, arroz, aceite,...); aunque también en muchas ocasiones ayudaba gustosa sin recibir nada a cambio, ya que atendía a familias que se encontraban en peor situación que ella.
Como partera asistió a la mayoría de las mujeres del pueblo, de los cortijos de la Sierra, de los de la Vega, hasta en algunas ocasiones del pueblo de al lado (Abla). Su trabajo no tenía horario, estaba dispuesta a dejar su casa a cualquier hora, lo mismo de noche que de día, cuando la buscaban, acudía. Normalmente, los maridos de las parturientas iban a buscarla cuando sus esposas presentaban los primeros síntomas del parto, si eran de la Sierra o de lejos, llegaban montados en sus mulas para llevarla lo antes posible junto a sus mujeres. Ella no sólo se encargaba de ayudar a las mujeres a dar a luz, sino que después acudía durante dos o tres días para vestir y lavar al recién nacido o para lo que la madre precisara. Muchas veces se iba sin comer o sin dormir porque no le daba tiempo entre una salida y otra para atender los partos o a los enfermos.
Ella formó su familia junto a su marido Tomás y tuvo dos hijos, Antonia, que nació en 1.946 y Emilia en 1.950; Tomás seguía sin poder trabajar a jornal,, llevaba como podía un trocito de tierra que había conseguido como aparcero y también cuidaba' de los niños mientras que fueron pequeños ya que Teresa no estaba en casa, porque salía para atender a sus enfermos.

Su trabajo no consistía sólo en esto, inyecciones y partos, tenía que cuidar su casa, su marido, sus hijos y ahora también muerto ya su padre, su madre sufrió una parálisis que la postro en una cama sin poder moverse y Teresa la cuidó hasta su muerte diez años después.
En los años setenta aproximadamente, las mujeres del pueblo comenzaron a irse a dar a luz al hospital de la capital, pero Teresa siguió con las inyecciones, la situación ahora era mejor. Sus hijos se casaron, la mayor se fue a vivir fuera y la menor se quedó con ellos, ya que eran mayores y comenzaban a necesitar ayuda. De esta forma Teresa no perdió el contacto con los niños, porque entonces fue niñera de cuatro los cuatro nietos que tuvo la hija que se quedó a vivir con ella.
Cuando llegaron las pensiones su vida mejoró definitivamente, por fin Teresa vivía bien con su marido, con su hija y la familia de ésta. Esta mejoría no duró mucho ya que en 1.996 murió Tomás, su marido, lo que supuso un duro golpe para ella, habían sido un matrimonio modélico, siempre muy unidos, cuidando uno del otro y a los pocos meses de esto, comenzó a mostrar los primeros síntomas del alzheimer, enfermedad que ha ido degenerando hasta dejarla en la cama, que es como se encuentra hoy a sus 91 años de edad.

Encarna Lao Consuelo Latorre


Nona. (1932- 1990? ) Educadora por cuenta propia. Tienda de ropas. Fundadora de Cofradía.

Por Encarna Lao

La vida de mi prima Nona

Mi prima nació en Abrucena el día 4 de enero del 1.932.
Ella empezó a trabajar haciendo sustituciones de maestras que se ponían enfermas, lo mismo aquí en el pueblo que en la Sierra, a una pequeña escuela que había allí, un hombre mayor que iba a cuidar su tierra se la llevaba subida en su burra para que no fuera andando.
Después el farmacéutico del pueblo le aviso de que se pusiera a trabajar en su farmacia, ella no tenía estudios ni nada pero estuvo dos años trabajando y todo le salía bien. Incluso hacía las mortajas de las gentes del pueblo.
También se dedicaba preparar a niños para hacer la comunión. Yo era pequeña y me iba detrás de ella para escuchar lo que explicaba y cuando les preguntaba yo siempre quería contestar y ella me decía:
- O te callas o ahora mismo te vas
Y a veces hasta me pegaba en la boca porque yo no me podía callar, todo me lo sabía de carretilla.
Después pensó poner una tienda y una amiga que tenía en Tarrasa empezó a mandarle cosas y como allí había muy buenas ropas, pues ya empezó a tener bastante clientela, poco a poco, hasta que puso un mostrador, porque ella al principio empezó a vender encima de una mesa, pues ya cada día tenía mucha mas venta.

Ellas eran tres hermanas, las otras dos se casaron, Nona no quiso casarse aunque tuvo sus pretendientes, ya que a ella le gustaba más la vida religiosa, todos los días iba a misa o al rosario. Fue la fundadora de la Cofradía de la Virgen de los Dolores, y la Camarera Mayor de la Virgen.
Mi prima Nona vivía con sus padres, la primera en morirse fue su madre que murió de trombosis y ella se quedo con su padre atendiéndolo y cuidando su tienda. Su padre también estaba muy pendiente de ella, el día que salía fuera a comprar, iba mucho a Granada y Almería, pues aquel día estaba todo el día nervioso dando vueltas a la plaza del pueblo y esperando que viniera, y ni se ponía a comer hasta que ella no volvía.
Después se le presentó una dichosa enfermedad, y murió a la edad de 58 años, su padre se quedo hundido, no esperaba que muriera tan joven, él después se quedo con otra de sus hijas hasta que falleció con 91 años de edad.

Encarna Lao


Hernández, Manuela (1927- ). Campesina, vida religiosa, cuidadora de su hermano.

Manuela Hernández
Autobiografía. Abrucena 10-4-2003

Nací en un cortijo de la Sierra de Abrucena el día de San José del año 1.927, a los nueve meses de gestación. En total, hemos sido nueve hermanos, aunque tres murieron a corta edad, vivimos seis, yo soy la segunda de los seis. A todos nos ayudo a nacer nuestra queridísima tía, llamada María la Bernabela, quién era viuda y tenía tres hijos. Era una excelente mujer, muy servicial y activa. No tenía estudios, pero lo mismo ayudaba a nacer a una criatura, y cuando dejaba madre e hijo arreglados cogía su barreño de ropa y se iba al barranquillo a romper los hielos para poder lavar. No cobraba nada, todo lo hacía de buena voluntad.
Hace ya algunos años que murió, durante toda su vida fue una persona muy generosa, todo el que iba a su casa no se iba sin comer, o le echaba el vasito de vino de su cosecha, etc. Recuerdo que la llamaban de todos los cortijos para cualquier cosa, lo mismo para atender partos que para toda clase de problemas, estuviera lloviendo o nevando, de noche o de día. Decían que la tía María era muy servicial, ya que todo lo hacía desinteresadamente. No era ni curandera ni adivina, sino una mujer muy buena y caritativa.
En cuanto al trabajo, toda la familia trabajábamos, padres e hijos, demasiado trabajo para lo poco que recogíamos, a lo que había que sumar que el cortijo era a renta y la cual era muy cara para lo poco que recogíamos.
Hemos pasado calamidades de todas clases, por si fuera poco tampoco tuvimos suerte con los cortijeros; vecinos que nos hacían la vida imposible.

Cuando se ausentaban nuestros padres, aprovechaban para pegarnos sólo por el placer de hacernos sufrir, lo mismo nos pegaban los padres que los hijos. Un día estaba yo con mis dos hermanitos, eran muy pequeños, uno en brazos y otro durmiendo sobre mis rodillas y sentí pasos a mi espalda, una niña mayor que yo, mas fuerte, se abalanzó sobre mí, me pegó y a uno de los niños empezó a tirarle de los genitales tan bruscamente que el niño cayó al suelo medio muerto. En otra ocasión iba yo con mi cantarillo de agua y me salió al camino la madre de esa niña (que por cierto eran muchos hermanos) me dio un bofetón, sin más ni más, cuando llegué a casa con el cantarillo medio de agua y llorando, mi madre se enfureció y decidió llamarle la atención, pero la vecina ya tenía preparado un palo para pegarle a mi madre y así lo hizo, complicando con ello a los maridos, ¡menos mal, que mi padre era muy pacífico! y perdonaba y perdonaba. Esas eran nuestras amistades y no había mas vecinos por allí.
En cuanto a niña feliz si lo he sido, mis padres y abuelos venían de una familia de profunda fe religiosa y eso se trasmite, aunque no podían ser practicantes por la distancia.
Referente a mi primer novio, el primer pretendiente fue a los 13 años, el segundo a los 15, el tercero a los 18, ¡sólo pretendientes!
Les voy a contar algo de mi historia que carece de importancia, como les he dicho anteriormente, nos hemos criado en la Sierra de Abrucena. Después emigramos buscando mejor vida, nos fuimos toda la familia a Córdoba, vendimos lo poco que teníamos y compramos allí, en torno al año 1.945 vinieron años muy malos y no valieron las cosechas, por si fuera poco en esos años murió mi madre de muerte repentina, con unas cosas y otras quedamos en la ruina. Yo tenía 15 años y el más pequeño de mis hermanos un añito. Mi padre a raíz de la muerte de mi madre cayó muy enfermo, como pudimos nos volvimos otra vez a nuestra tierra, sólo nos quedaba una casa en la Sierra, estábamos totalmente arruinados. Allí estuvimos unos años. Dentro de esta tragedia conocí a una señorita, que para mí fue mi ángel de la guarda, todavía vive, dirá su nombre porque la quiero y la respeto, se llama María Martínez Aguilera, era la hija del Alcalde del pueblo, hombre muy respetuoso y de carácter muy fuerte. Ella era Aliada, yo le pedí un favor de cosas de religión y vi tanta amabilidad en aquella señorita y su gran humildad hacía mí, que me parecía haber encontrado un tesoro. Lo que más admiraba era su caridad y su sonrisa, siendo como era la hija del Jefe del Pueblo, y yo que una simple campesina. Lo que también admiraba de ella era la caridad que tenía hacía los pobres, siendo ella señora de alto rango. Todo esto, me llevo a hacerme aliada (externa por estar en la Sierra), y desde entonces me siento la más feliz del mundo. Decidí olvidarme de pretendientes y me dediqué a mi familia, a cuidar de mi padre y hermanos. A partir de ahí dos de mis hermanos quisieron consagrarse al Señor, uno como Jesuita y otro como Escolapio.
Después de todo esto emigramos a Tarrasa, allí, gracias a Dios mejoramos de suerte y cuando menos lo esperábamos se presentó la Riera del 25 de septiembre, y otra vez nos vimos en la ruina, no tuvimos desgracias personales pero nos quedamos con lo puesto, nos dieron ropa para podernos cambiar, ¡otra vez a la ruina!.


Pero donde hay desgracia sobre abunda la misericordia del Señor, yo nunca he visto tanta caridad y tan sana. Otra vez se repitió lo del ángel antes comentado, esta vez fue en Tarrasa, nos quedamos con lo puesto y era ropa del trabajo, pero la gente de Tarrasa se lanzaron a la calle buscando a todas las personas vivas o muertas, una caridad que admiraba; nos colocaron en colegios lo mejor que podían, nos dieron de todo, ropa para vestirnos, ropa de cama, camas, cacharros, muebles, etc. y todo sin estrenar, por último nos dieron viviendas y por si fuera poco dinero en metálico. Les pareció poco y volvieron a repetir, y con ello nos compramos una casita.
Y hasta hoy, así que Dios aprieta pero no ahoga, además quiero darle a Tarrasa el honor que se merece.
En cuanto a mi vida contaré otro poquito:
En Tarrasa tuve que dejar la Alianza porque no podía ir a Barcelona con la obligación que requería el Instituto.
Cuide a mi padre hasta que murió. Se casaron los dos hermanos menores. Y cómo a mí siempre me ha gustado hacerme religiosa me fui a un Convento de Dominicas de clausura, empecé la experiencia y cuando estaba a punto de tomar el hábito, un hermano (que no esta bien de los nervios) al cabo de 30 años de servicio en un colegio de Escolapios, se vieron obligados a cerrar por falta de religiosos, y mi hermano se quedaba en la calle, ninguno de los hermanos casados podían hacerse cargo de él, unos por una cosa y otros por otra. Entonces las monjas acordaron que en conciencia me tocaba a mí y siendo la persona más feliz del mundo me tuve que venir. Está conmigo, se pasa algunas temporadas en el Psiquiátrico pero el resto del tiempo esta conmigo.
Un día me dio por venir de vacaciones a nuestro pueblo, Abrucena, y al encontrarme otra vez con mi familia y mis compañeros de juventud me he encariñado otra vez con mi pueblo y con mis gentes y con mis pequeños ahorritos nos hemos comprado una casita en el pueblo, cosa que yo ansiaba mucho cuando pequeña.

"Siento haberme alargado demasiado,
si no vale a la papelera que es donde va a
parar todo lo que no vale. Gracias
anticipadas y que Dios os bendiga con
vuestra bonita misión, que Dios os ayude"
Manuela Hernández


Lao García, Antonia (La Pulga) (1930- ) Aventuras de época.

Historia de Antonia "la pulga", Historia de una vida

Autobiografía.
Soy hermana de diez hermanos, nací en la Sierra el 23 de enero de 1.930. De pequeña no tenía casa donde vivir porque como no podíamos pagarla, no teníamos, pues nos echaban, ¿qué le vamos a hacer?
Una vez me fui a ayudarle a una hermana mía a guardar las gallinas y para que el candil no se apagará me lo metí debajo de mi vestido y ¿qué me paso?, me queme todas mis piernas y cuerpo. Mi madre me curaba con los cascos que le quitan a los burros, cuando les quitaban las herraduras y con la pluma de una gallina, me daba en las quemaduras con ese aceite ¡y curaba!, yo aquí estoy, si ¿no había otra cosa?.
Otra vez me metí para tirar la "mugre" de la cocina y me caí por un agujero al corral, y ¿dónde caí?, ¡madre mía! Encima de un burro y de ahí al suelo. Mi familia me buscaba por toda la habitación pero yo, ya había subido por las escaleras. Cuando mi madre me vio, dijo ¡Vamos a comernos las gachas! A mí se me quito todo, palabra de honor..., sería por el hambre que tenía.
Dormíamos trece en tres habitaciones, en camas de madera. Una noche se rompió la cama y todos fuimos a parar al suelo ¡en peloticas!. La noche más grande fue cuando dormí en un vadajo (paja de centeno), porque en la farfolla se orinaban.
Cuando tenía cinco o seis años, tuve mis primeras bragas, ¡si no teníamos dinero! ¡¡¿cómo íbamos a tener bragas?!!. Entonces, en la calle cogía y me levantaba mi vestidito para limpiarme los mocos y... ¿por qué lo hacía?, para que las demás niñas y niños vieran que tenía ya ¡mis primeras bragas!. Las otras niñas si las tenían, pero algunas como yo, no teníamos nada, ¡ni unas bragas!
Cuando nos poníamos malos o enfermos con resfriado, nos daban mis padres agua de higos secos y ¡a la cama!, y que frío pasaba con tan sólo una jarapa. Cuando teníamos dolor en alguna parte del cuerpo, mi madre calentaba una babucha y me la ponía dónde me dolía, y el dolor se me quitaba.
Mi madre trabajaba por algo de comida, y nos decía:
- Cuando pongan las gallinas llevarlo a casa de Miguel.
Y para que pusieran íbamos detrás de ellas y les metíamos sal en el culo.
Otra vez me fui a guardar marranos o gorrinos, yo iba descalza, no teníamos zapatos y en el camino me encontré unas alpargatas muy viejas ¡qué alegría me dio al verlas!, era cómo si viera la Gloria. Iba descalza y me las calcé y pude andar con ellas ¡Qué alegría tener en mis pies unas alpargatas!
Cuando me hice mayor me eché novio, después de nueve meses de novios me casé, tuve tres hijos, y como la vida estaba tan mala, pues en mi casa hospedaba a los maestros que venían al pueblo para dar clases, les daba de comer, vamos, como si fuera una fonda. Bueno, pero si la casa era pequeña y no teníamos casi sitio, pero qué tiempos aquellos, hacíamos hueco.
Uno de mis hijos nunca se había comido un huevo y ya tenía tres años. Como los maestros comían en mi casa o en mi fonda y yo les ponía el primer plato, después el segundo, yo le estaba pidiendo un huevo frito en la sartén y cuando lo llevaba en la rasera para echárselo en el plato al maestro, mi hijo antes de echárselo al plato, lo cogió de la rasera y se lo comió. Así que, yo no tenía que ponerle de segundo plato al maestro. Aquello le causó gracia al maestro que desde aquel día le puso a mi hijo "el trepero". ¡Qué vida aquella!, ¡Si tengo más historias, y si me pusiera a escribir anécdotas, sería una enciclopedia abierta!

Antonia Lao García "La Pulga"


Azor Alonso, Josefa Isabel. Maestra. (1940- )

Autobiografia.

Doña Pepa, La Maestra.

Abrucena, abril de 2003

Mi nombre: Josefa Isabel Azor Alonso.
Amistosamente: Pepa Azorín. Aquí Doña Pepa.
Escribir sobre una misma puede ser un arma de dos filos. Por un lado se puede pecar de "autocomplaciencia" y por otro de "falsa modestia". Quisiera huir de estos dos extremos y hablaré sobre mi "vida" y mi "obra".

MI VIDA. Nací el 12 de mayo de 1940 en La Calderona de Santa Fé de Mondújar; después he comprobado en los libros de Historia que coincidió con la entrada de los alemanes en Francia durante la 11 Guerra Mundial. Viví los problemas de nuestra Guerra Civil: un padre que había estado en la Batalla del Ebro. El paso a Francia, la vuelta a España por Irún, la estancia en campos de concentración, Bilbao, Miranda del Ebro, ... Mi madre que se quedo en casa con mi hermana de cinco años, desaparición de un hermano de ella de 20 años por Ciudad Real ... Todos estos hechos llenaban la atmósfera de casa junto a la escasez de víveres que había que obtener en el estraperlo. La ración, que venía una vez al mes de aceite, jabón y poco más que no alcanzaba a una semana. Y el pan no digamos. Por eso aborrezco el pan integral, me recuerda el que daban en la panadería. Había que buscarlo donde fuera, como fuera y al precio que imponía el mercado negro.

Cuando preparaba mi ingreso de Bachiller, más o menos con 11 años ya se acabaron las "raciones". Me acuerdo que con música de "La Vaca Lechera" cantaba la gente durante los años cuarenta, pero no me acuerdo perfectamente:

¡Ay, que a gusto viviremos
cuando quiten las raciones con garbanzos, con patatas
con lentejas y macarrones!

Esto como es lógico la gente que lo cantaba estaba expuesta a los efectos de la Censura. Y yo pensaba con la ingenuidad de los pocos años: "Si nos quitan las raciones, ¿entonces qué comeremos?". Yo no sabía que eso significaría el "pan libre" o sea comprarlo en la tienda así como todo lo demás.
Mis padres y mis hermanos, vivíamos en el cortijo a unos 3 km y pico de Gádor y de Santa Fé. Tengo una hermana siete años mayor que yo y un hermano seis años menor. Vivíamos de la agricultura y del sueldo de mi padre, empleado municipal de Santa Fé. Afectivamente viví mi infancia y juventud normal, y agradable. Mi padre tenía la audacia para intentar solventar por los caminos honrados nuestra economía y mi madre era la "hormiguica" que en silencio lo administraba.

Todo este marco quiero que sirva para explicar como pude conseguir mis sueños de hacerme Maestra. Seguí mis estudios por enseñanza libre, teniendo que andar 3 ó 4 kilómetros para ir a Santa Fé y luego a Gádor a dar clases con maestros de los cuales tengo un gran recuerdo.

visto que pongo Maestra con mayúscula, creo que nunca lo he puesto con minúscula, se dice que algunas personas su trabajo es como su segunda piel, para mí se ha adherido tanto a mi primera piel como "persona", que se ha hecho una sola, yo oigo o leo que alguien que ha sido presidente, delegado ...y no lo es ya, se le pone ex. Yo no me siento ex-Maestra, sólo MAESTRA JUBILADA.
Terminé la carrera con 18 años. Necesitaba los 19 para poder presentarme a las Oposiciones.
Me dieron una escuela interina a últimos de enero de 1959 en el Pozo Sáez de Lubrín. Imaginaros una gente estupenda que cuidaron de mí como alguien importante de su familia. Lo peor era la distancia del pueblo; unos 15 Km por caminos que había que hacerlos a pie o en caballería.
Había pocos alumnos, unos 7 de edad escolar; 15 ó 16 sin contaba los de 3 años en adelante hasta los 14 ó 15. Era tal el interés de las familias y de los chicos y chicas que no era necesario pasar lista. Allí fui muy feliz. El tiempo libre lo dedicaba a prepararme las Oposiciones, llevar el agua de un pozo, lavarme mi ropa en un pilarillo de piedra sacando el agua con un cubo ... Terminé por comer con dos familias que me tenían como el "marranico de San Antón", me tenían por semanas, si se colaba algún día más la otra familia se molestaba. Allí estuve seis meses inolvidables, si alguien de aquella aldea leyera esto que sepa que toda la vida los he estado recordando.

Mi segundo destino fue en Santa Fé en la Escuela de Párvulos, estuve de primeros de octubre de 1959 a últimos de marzo de 1960; tenía que ir andando desde mi domicilio, fue un invierno frío. La garganta se me dañó bastante y me operaron en marzo. Como mi Escuela se la adjudicaron a una provisional quedé cesante. A últimos de mayo me nombraron para la escuela de Adra. Se ve que mi destino era el agua, antes un pozo y mi tercera Escuela una Fuente. Nunca había habido allí un colegio, estrené la casa y la clase. Un sitio precioso. Desde allí se veía el mar, y qué mar! Nunca olvidé los atardeceres de una belleza sin igual. Allí también fui muy feliz, había niños do 10 y 11 años sin escolarizar, algunos iban a Adra a unos 2 ó 3 Km andando; eran los que sabían, los demás empezar de cero, pero maravillosos ellos y sus familias. Estando allí me presente a las Oposiciones de 1.960 que aprobé.
En septiembre de 1.961 mi destino fue en Laujar de Andarax. Allí estaba ya una compañera y amiga. Era la primera vez que estaba en un colegio con Directora y Compañeras, siempre había estado sola, allí me enseñé a estar "bajo órdenes". Así que me decía una compañera, que me venía bien convivir en un lugar de trabajo con otras colegas.
Y en septiembre de 1.962 me dieron el Concurso do Traslados en el que tuve que participar la Escuela Mixta de Abrucena. Ya estaba en un sitio estable, con una casa preciosa, con sol, con buenos vecinos que también me "adoptaron". Estando allí fue cuando conocí a mi esposo. A los 14 meses de noviazgo nos casamos y vivíamos en la Casa-Escuela. Nació mi hija mayor , a los 11 meses.

También me pusieron la jornada partida, que me "partió" igual que a algunos alumnos que venían de más de tres Km. Algunas veces se quedaban a comer algunas chicas conmigo mientras que yo tenía que irme a lavar a las fuentes nuestra ropas y la de la niña hasta que una vecina se compadeció y me la lavaba. Ni aún pagándole puedo nunca dejar de agradecerle ese gesto. La Vega es inolvidable para mí. A primeros de enero de 1969 trasladaban la Escuela de la Vega al Colegio de Abrucena entonces ya se llamó "Agrupación Comarcal". Mi niña tenía 18 meses y embarazada de 3 meses de mi segunda. Tenía que salir de casa cuando antes tenía la escuela al lado.
En total he tenido 8 hijos, siete niñas y un niño, se llevan una media de dos años.
Compaginar mi vida familiar con la docente no ha sido tarea fácil. Muchas noches sin dormir, biberones, pañales, sarampiones, anginas, paperas, payuelas, gripes ...imaginadlo, multiplicado por ocho!
En el Colegio de Abrucena he desarrollado mi trabajo desde enero de 1969
hasta agosto de 2001. En todos los cursos he impartido enseñanzas menos en Educación Infantil. Los cursos donde he estado mas tiempo han sido 3° y 4°. En 1980 cuando acababa de nacer mi hijo (el único varón) me preparé a distancia para obtener la especialidad de "Ciencias Sociales", fue muy duro por la escasez de tiempo pero fue cuestión de amor propio (¿orgullo?), porque venían compañeros más jóvenes y presumían de especialidad. Cuando me presente a la prueba presencial (valga la redundancia) la profesora de la Complutense empezó a interesarse por nuestra situación laboral y familiar. Cuando le dije que tenía 7 hijos me contestó:
-¿Y es que usted no tiene otra cosa que hacer?
Esto era el curso 1980-81. El inspector me autorizó a dar las clases de sociales a 2a etapa de EGB (6°, 7° y 8°) y durante 6 cursos estuve en esos grupos y materia. Después pasé otros 5 años en Ciclo Medio (3°, 4° y 5°) y volví otra vez a las Sociales 5 años más de donde pasé al 3° ciclo de Primaria (5° y 6°) y el último curso; 2000-2001 desarrollé un trabajo de grupos de apoyo.
Cuando me vine a Abrucena desde la Vega me instalé en las casas de los maestros. Mis hijos y los de las compañeras jugaban y vivían como integrantes de una gran familia y nosotros los mayores tuvimos una buena convivencia. No puedo olvidar la amistad de dos familias fuera del ámbito
de los compañeros y la inapreciable ayuda de la familia de mi esposo que siempre estaba dispuesta ayudar cuando fuera necesario. La tita Chelo era la imprescindible. Fue madrina de los mayores y a veces creo que le tengo celos con mi hija mayor.
A los 14 años de vivir en las casas de los maestros me vine a la vivienda que nos construimos. A mis hijos y nosotros nos costó bastante trabajo dejar a los vecinos pues aquí ya nos coge más lejos.

Criar y educar a 8 hijos y procurarles unos estudios no ha sido fácil. Los que han querido han ido a la Universidad y otros han estudiado lo que les ha parecido mejor. Nunca los he obligado a algo que no quisieran. Ya se han casado 5 de mis hijas, tres de ellas tienen: niño y niña, niño y niña, y dos niñas. Dos de mis hijas casadas aún no han tenido hijos.
Pensar en ayudarles, alegrarme con sus cosas buenas así como lograr que siempre continúe la armonía entre esta gran familia es la meta que me impuesto junto con mi esposo.
Ahora voy a contar como ha sido mi OBRA. No tengo dotes para la música, la danza, el dibujo, la pintura, la elegancia ... He intentado trasmitir a mis alumnos mis inquietudes respecto a la cultura, a ser buenas personas, a luchar y no dormirme en los laureles. La parábola de los talentos era como mi código. Les hacía ver que no hay que contentarse con "hacer' sino hacerlo lo "mejor".
Leyendo algo sobre Da Celia Viñas (sólo una vez me examiné con ella y murió a la semana siguiente) supe que a sus alumnos del Instituto les decía que debían ser "personas" y después que fuesen médicos, maestros, abogados, etc. esa idea me quedó fija y eso es lo que yo he intentado siempre con mis alumnos. Algunos han hecho carreras universitarias, bastantes; otros se han dedicado a otros trabajos. Me alegra encontrarmelos/as abrazarlos/as, felicitarlos/as.
En cuanto a mi metodología he procurado según las directrices marcadas, aunque dándole mi toque personal, y si un día toca un tema de Historia y ha ocurrido algo importante ese tema se quedaba apartado y el día se dedicaba a lo actual.

También he procurado hacer el aprendizaje lo más fácil y ameno posible. En la Vega los/as alumnos/as aprendían las provincias de España saltando a la "comba". Todavía las recuerdan. Les he hecho aprender de memoria lo necesario pero me interesaba también que aprendieran a "buscar". Me hubiera sido más fácil darles cualquier dato pero le hacía buscar en libros o donde fuese posible lo necesario para hacer una redacción, un trabajo en equipo...vamos que en vez de darle el "pez" les enseñaba a "pescar".
Decidí jubilarme encontrándome gracias a Dios con facultades, sin embargo, quise ser egoísta por una vez en mi vida. Pero 42 años de docencia marcan y aún no me acostumbro a no salir de casa por las mañanas, sueño con mi trabajo, con los problemas escolares ... casi todas las noches. Ya por fin, me voy serenando y pienso que si en otro ámbito mi colaboración es necesaria haré lo que pueda gustosamente.


Gómez, Josefa (La Minuta). Mano de obra a los 8 años. (Circa 1930- )

Por Josefa Gómez "La Minuta"
Antonia Martínez "La Madruga"
La brigada del biberón.

Mi nombre es Josefa.


A los diez años de casarse, mi madre quedó viuda, éramos tres hermanos,
yo tenía seis añitos, mis hermanos dos años y dieciocho meses.
A mi padre se lo llevaron a la Guerra (Guerra Civil española), a un pueblo de Barcelona, y ya no lo volvimos ver más, nunca más supimos de él. Así que sin padre mi vida transcurrió muy triste, ya que desde pequeñita tuve que trabajar muchísimo. Éramos niños y niñas con edades de siete y ocho años, aunque de corta edad ya éramos buena mano de obra. Nos mandaban a trabajar. Yo, concretamente tenía ocho años cuando iba a trabajar a la Sierra, a los Pinos. Cuando veo los reportajes de la televisión donde los niños y niñas trabajan en el algodón, en las minas..., y son tan pequeños, yo me preguntó:
-¿yo también trabajé siendo niña y sin tener infancia?
En aquel entonces nos llamaban "LA BRIGADA DEL BIBERÓN", nombre que nos puso el capataz. Me entristece mucho pensar cómo algunas amigas del pueblo y yo estábamos en sobreviviendo con tan duras condiciones sociales, nadie nos defendió, ni siquiera se dieron cuenta de que no teníamos infancia.
Cuando ya contaba con diez años de edad, tuve que trabajar en el Marquesado (Granada), segando a pleno sol del día, en unas condiciones infrahumanas y como no estaba acostumbrada al sol me salieron muchísimas
ampollas en los pies, tantas, que tuve que estar dos o tres días sin trabajar. Cuando no trabajaba, estaba al cargo de mis hermanitos menores, mientras mi madre realizaba otras actividades, yo recogía almendras, aceitunas, sembraba pinos, ... bueno, de todo, ¡qué cansancio!
Pero, pobre mi madre, cuando no había trabajo en el pueblo de Abrucena, se iba a Huéneja a por cebada, garbanzos,...al extraperio.
Recuerdo una noche que llovía demasiado, había muchísimos truenos y relámpagos. Y mi madre no volvía. Yo lloraba abrazada a mis dos hermanos pensando que mi madre no volvería jamás, pensaba que algo malo le había pasado. Cuando llegó me abracé a ella llorando.
Decir que nunca pude ir a la escuela, lo poquito que sé, fue gracias a la escuela de adultos donde de algún modo revivo aquello que quise tener desde pequeña. Ya que siempre fui analfabeta, sin comprender lo que era estar en esta vida, tan solo trabajo, desilusión y penalidades.
Supimos que mi padre había muerto, cuando mi madre al ver que no volvía, y se aceptó la Ley de pensión para las viudas, la solicitó. Fue entonces, cuando mi madre tuvo que ir a Barcelona, ya que para cobrar exigían que el marido estuviera muerto; un amigo y testigo declaró que lo vio morir, fue un hijo de Domingo, el de Bernardina. Gracias a su testimonio, mi madre cobró 15.000 pesetas y un millón y medio de retraso. ¡Qué tristeza más grande no poder tener a tu padre!


Torres, Lourdes (La de La Mendoza) En la casa del cortijo y criando animales. (¿años 30 o 40?- )

Autobiografía.

Historia en La Mendoza

"Entre el prado Lazere está el Tajo de las Borrachera, Majada del Muerto, Majada de los Corderos, Hoya Ventura, sembrada de centeno.
A sus pies la Fuente del Espino, aquí se encuentran las dos hermanas, están vestidas de novia de enaguas almidonadas, rodeadas están con el manto blanco, en nuestra Sierra Nevada.
Las zapatillas de ellas huelen a flores almidonadas, están pisando las plantas y sus hierbas aromáticas" María Martínez Martínez

Me casé a los 25 años y me fui a vivir a La Mendoza (cerca del vivero de las Rozas) a los 10 meses nació mi primer hijo, y a los 14 meses otro y a los 2 años otro, así hasta completar nueve partos, de los cuales dos fueron abortos, bueno uno de ellos no fue aborto, ya que murió a los cinco días de nacer. Durante aquellos cinco días le di de mamar pero no me lo dejaban ver ni tocar, está enterrado en el cementerio de Almería. A los tres años tuve otro hijo con un poco de retraso, yo lo quiero mucho, al igual que a mis otros hijos, es excelente, bueno y muy cariñoso con sus padres y hermanos.
Decir, que yo he trabajado mucho en la casa y criando animales, en el cortijo no teníamos ni agua ni luz y el agua tenía que acarrearla del río, ¡subía por una cuesta, !Qué "daba encanto"!, tremenda. La ropa la lavaba en una balsa y mi hijo Paco, que es el mayor, lo tenía que atar a un tronco, ya que el niño se me echaba encima y no me dejaba lavar. Era pequeño. Luego me iba con los guarros, cerdos, que iban en los capachos de una mula, yo iba andando hasta llegar a Canjáyar, ¡desde La Mendoza! (Abrucena), andaba durante más de seis horas seguidas, ¡yo sola, por esas pendientes...!, bajaba la horrible cuesta de Canjáyar y Ohanes para vender los cerdos (salía a las cuatro de la mañana y luego por la tarde otra vez el camino de vuelta, lo más cerca que vendía era en Abla y en Fiñana.
Cuando mis hijos fueron más mayores, se dieron cuenta de las penalidades de su madre por aquel camino y de cómo trabajaba para sacarlos adelante. Me quitaron la marrana y fue entonces cuando mi marido se dedicaba la ganado y yo a llevar mi hacienda, mi casa y también mis animales.
Hemos pasado mucho durante cuarenta años. A mis hijos nunca les faltóeducación tanto en casa como en la escuela de la Sierra, yo siempre quise que aprendieran. Una vez llevé a mi hijo José cogido de la oreja desde mi cortijo a la escuela, ya que el niño no quería ir y yo me empeñaba en ello, no me pesa lo que hice con él, a los demás niños si les gustaba ir al colegio.
A mi hijo Antonio, el último, que nació con retraso, lo tuve interno durante 4 años en el Colegio Reina Sofía en Almería. Todos los lunes tenía que llevarlo para que lo recogiera el taxi y se lo llevará al colegio, pero ¿cómo lo llevaba?, donde yo vivía no había carreteras, ni caminos. Hable con todo el pueblo de Abrucena hasta que conseguí que una familia me ayudará para hacer una carretera o camino para que el taxi pudiera venir a recoger a mi hijo al cortijo. Ya no tuve que acarrear más a mi hijo a cuestas y bajarlo al pueblo para que fuera trasladado en taxi al colegio.
Cuando tenía que comprar iba con mi mula al pueblo de Abrucena, a la tienda de Angelitas o a la tienda de Félix "El Chato", los caminos eran muy malos, había piedras, chinos, ¡¿cómo serían?! Que Juan "El Tuerto" se cayó con la mula y se mató en la Piedra de la Zorra.
Hemos trabajado y penado mucho, con frío, nieve, hielo, tormentas, truenos, calores intensos ... sin condiciones...
Cuando me pusieron el agua mi vida cambió mucho, fue mi yerno, pusieron
una goma desde la acequia, entonces fue cuando nacimos de nuevo.
Hace 16 años que tengo luz en mi cortijo, antes me alumbraba con la luz de un candil de gas, el gas lo compraba en la tienda de Félix, con este gas todas las noches y después de hacer mis trabajos me ponía a zulzir las ropas de mis hijos y marido hasta bien entrada la madrugada, antiguamente las ropas se rompían mucho, no es como ahora.
Todas las noches guisaba una buena olla de habichuelas y la comíamos de noche, calentita.
Cuando me levantaba a trabajar a la oliva, los animales,..., luego preparar la merienda para el trabajo y además tenía que hacer mi horná para que estuviera hecha por la mañana. La gente de otros cortijos y mi familia me decían siempre "Lourdes, ¡qué bien huele tu horná!".
Decir que a pesar de tantas penalidades siempre fui una madre feliz con mis hijas y mi marido.

Lourdes Torres "La de La Mendoza"


Martínez, Encarna (1954- ) A cargo de los hermanos, bordadora.

Autobiografia.

La década prodigiosa

Me llamo Encarna:

Nací el día 26 de octubre de 1.954 en el cortijo de la Mendoza, hoy pleno Parque natural de Sierra Nevada. Hija de Francisco e Isabel. Después de que mi madre estuviera todo el día recogiendo patatas, fue un parto rápido, asistida por mi abuela, pero no hubo ningún problema, ya tenían otra hija mayor. Estuve en el cortijo hasta los seis años, ya que mis padres se compraron una casa en el pueblo; allí nacieron mis dos hermanos menores.
Del cortijo de la Mendoza tengo un recuerdo maravilloso, allí vivieron mis abuelos y actualmente pertenece a uno de mis tíos. Mi abuelo eran 8 hermanos, pertenecía a una familia muy pobre pero alrededor del 1.910 se emigró, junto con dos hermanos, a Nueva York, los hermanos se quedaron allí y actualmente no sabemos nada de ellos. Mi abuelo, con el dinero que ganó se volvió a España y compró el cortijo, era la ilusión de su vida, ya que entonces los cortijos eran de los "señoricos" y allí vivían los colonos. Mi abuelo era él mismo su propietario y su trabajador. En este cortijo se casó con mi abuela, que era 12 años más joven que él, tuvieron 7 hijos, y para la época vivían bien, tenían dos árabes que trabajaban por la comida. Estalló la Guerra y se fueron mi padre y el hijo mayor, mi abuela estuvo dos años sin saber nada, los creía muertos pero regresaron bien. Mi abuela había prometido velar un santo con flores y velas durante toda la noche, por un lado rezando, y por otro la fiesta con comida y guitarras, ¡vamos, una fiesta!, invitaban a vecinos y amigos, recuerdo haber ido a más de una.
Después vino la posguerra. Contaba mi abuela y mi padre, que como ellos tenían comida ya que mataban a sus cerdos, pues que venían los desertaos y se lo llevaban todo, tanto jamones, como patatas, como aceite, cosas materiales que mi abuelo había traído de Nueva York, prismáticos, escopetas de caza, ropas, etc. Lo pasaron muy mal.
Cuando era pequeña me quedaba a dormir allí, porque como íbamos a recoger "la bellota". Para arriba subíamos en los burros, para bajar el cortijo nos pillaba mas cerca. La bellota era del pueblo, pero estaba vigilada por ICONA, durante todo el año la protegía un guardia de montes, para impedir así que las personas no se la llevarán, en el mes de noviembre se daba permisos a todos para que la recogieran. Se recogía a las 12 de la noche, y era cuando mi padre aparejaba los burros y nos marchábamos al monte, cuando llegábamos nos ponía a los burros atados a una encina a mi hermana debajo de otra y a mí con otra y así cuando viniera el día poderlas coger; pero cuando se empezó a ver, miré para arriba y me di cuenta que había un muchacho subido dormido, ¡yo que había estado toda la noche guardándola, no me sirvió de nada!. Mi hermana empezó a reír muchísimo, tanto, que no volvía en sí, mi padre pensaba que era de la anécdota, pero era del frío, se quedo helada, si no empiezan a pegarle se queda congelada.

Mi madre trabajaba con mi padre en el campo, ya que esta era la fuente de ingresos; entre mi hermana y yo llevábamos la casa y el cargo de mis hermanos, entonces la vida era diferente a la actual, no teníamos agua corriente había que ir muy lejos a coger agua y a lavar al río, nos tirábamos todo el día para que la ropa se secara y pesara menos. Durante las matanzas para poder lavar las tripas teníamos que romper los hielos del río. Respecto a la luz eléctrica solamente teníamos por la noche. Para poder hacer de comer utilizábamos el fuego de leña,
más de una vez tuvimos que ir mi hermana y yo a la Sierra a por leña. Cuando hacíamos la comida teníamos que llamar a una vecina para que la apartará del fuego. El cambio en unos años fue muy brusco, de no tener agua ni luz a tener agua, luz, butano, televisión ... todo era una maravilla, y hoy aún damos gracias a la vida por todas las comodidades que tenemos.
Recuerdo el mayor disgusto que tuvimos mi hermana y yo, se nos perdió mi hermano. Mi hermana le regañó y él se metió en el gallinero y se durmió, el gallinero era muy pequeño. Todos los vecinos buscándolo, llegaron mis padres del campo y aún no había aparecido, hasta que se despertó y salió sólo.
Fui a la escuela hasta los 13 años, los niños iban a una y las niñas a otra, nunca juntos. Mis hermanos si estudiaron.
En los ratos libres jugábamos a la rayuela, al escondite, al salto el uno, la gallinica ciega, al borrego, alza la piedra, un dos tres chocolate inglés, inchate sapo, al zurro, las canicas, las chapas, al corro de la patata, estando el señor don gato, al patio de mi casa, al pan duro,..., y muchos más. Algunos de estos juegos eran solo de niños. Recuerdo mi primer juguete, una muñeca de cartón, a la que lave y me quede sin nada.
También recuerdo los guateques, aunque yo era pequeña, pero me juntaba con mi hermana y sus amigos y me dejaban entrar. Dos amigos de mi hermana se compraron un magnetófono ¡y menudas fiestas liaban!, siempre en casa de alguna amiga, pidiendo antes permiso a sus padres. En casa de mis padres echaron un suelo de cemento, y de tantos bailes se le dio un brillo que, ¡ni con la pulidora!, ¡pero, qué bonito era! . También se realizaban fiestas en las fiestas patronales, se hacían toros en la plaza del pueblo, traían tablones, que después se adornaban con sillas y colchas para ver los toros.
En los años 60 no había radios en el pueblo y mi padre se compró una, todos los vecinos iban a oírla y por, eso le llaman "Paco, el de la radio"
Esto fue por poco tiempo porque me eché novio muy joven, con 15 años ya nos formalizamos; estuvimos 9 años de novios, durante todos esos años. Nos veíamos mucho, pero siempre con carabina "guardando la cesta" hasta la misma semana de la boda, ¡Era una pesadilla!, incluso para ir al baile íbamos acompañadas de las madres.
Mi primer trabajo fue poniendo pinos en el Coto, íbamos andando. Pero un día decidieron poner camiones, idea que a mi padre no le gusto nada cuando nos vio bajarnos del camión a hombres y mujeres juntos, no estaba dispuesto a consentirlo. Este hecho hizo que nos comprara una máquina tejedora a mi hermana y a mí, nos pusimos a tejer jerseys y fue nuestra salvación, pues en aquella época se vendían bien y nos permitía tener dinero todos los días sin tener salir de casa. Me saque el titulo de corte y confección, de bordar a máquina, por lo que ampliamos el taller, nos fue muy bien.
Durante los años 70 y 80 cuando nos íbamos a casar las novias exponíamos el ajuar que era toda una obra de arte montarlo. Lo hacíamos en el dormitorio más grande de la casa donde previamente con cuerdas habíamos tejido techo y paredes y allí exponíamos en el techo las mantelerías con las servilletas colgando y en las paredes las colchas y demás complementos y después se hacia un tablao de 75 cm de alto del suelo donde se ponían las sábanas y demás objetos.
Todo esto se mostraba a las personas que iban a hacerle la visita a la novia y se enseñaba el ajuar que desde niña habíamos ido elaborando con tanto esmero e ilusión.

Encarna Martínez


Molina Hernández, Josefa. Al reformatorio por amor. Panadera (1952- )

Autobiografía.

Escapada de amor.

Nací en el año 1.952, fui la menor de ochos hermanos. Me crié regular pues en aquellos años de Dictadura, nadie nadaba en la abundancia, mi padre era el electricista del pueblo. Estudié en la escuela del pueblo y cuando cumplí 12 años me fui a' Guadix a la casa de un hermano, allí continué mis estudios durante dos años más.
A los 14 años conocí a Manuel y me enamoré de él. Circunstancia que nos acarrearía algunos problemas ya que mis padres no querían que tuviera novio, ellos querían que yo estudiará, pues mis hermanos ya estaban todos casados y sólo quedábamos solteras una hermana y yo. Por aquel entonces mi padre se jubiló y mi familia decidió ir a vivir a Almería. Yo se lo comuniqué a Manuel y juntos decidimos que no queríamos estar separados y que teníamos que hacer algo al respecto.
El día que íbamos a partir para Almería mi familia y yo -el 3 de febrero de 1.969-, yo no estaba allí. La noche anterior Manuel y yo habíamos decidido que nos fugábamos y lo preparamos todo. Yo cogí una maleta y la baje a los bajos de mi casa, luego nuestro mejor amigo, esa misma noche fue a buscarla y se la llevo a sus casa. Nosotros mientras tanto salimos de mi casa acompañados de mi sobrina, pues no nos dejaban salir solos, para ir al café a ver la televisión, ya que era el único lugar del pueblo donde había televisión y era la costumbre de las personas jóvenes y no tan jóvenes ir allí a pasar el rato. Cuando fueron las 12 de la noche nos fuimos a casa de nuestro amigo, recogimos las maletas, y él llamo un taxi para que nos llevará a Guadix.
Ya en Guadix buscamos una pensión y dormimos allí, fue mi primera noche. Por la mañana nos fuimos a la estación, donde pasamos todo el día pues el tren salía a las 8 de la tarde, solo pudimos comer en la cantina una ensalada de tomate y atún, pues no teníamos dinero para mucho más. Al fin llegó el tren y nos subimos camino de Barcelona, sin comida y sin nada. Cuando llevábamos 5 horas de viaje se presentó un policía secreta y nos pidió el carnet de identidad, él si tenía carnet pues tenía entonces 19 años pero yo no, pues sólo tenía 16 años y era menor de edad. En ese tiempo había Estado de Sitio y no se podía viajar de una provincia a otra si eras menor de edad, sólo con autorización de los padres, y claro, yo no llevaba porque me había fugado.
El policía nos engañó diciéndonos que cuando llegásemos a Barcelona llamaría a mis padres para ver si nos dejaba continuar el viaje, pero nos llevo directamente a la comisaría donde pasamos la noche con muchísimo frío y sin comer nada. Al siguiente día nos trasladaron a los calabozos de la Vía Layetana, allí nos separaron, a mí me metieron en una celda de mujeres y a él con los hombres; estábamos dos pisos bajo tierra, nos tomaron las huellas y nos trataron muy mal, dormíamos en el suelo y no teníamos ni para lavarnos, nos daban de comer en un plato de aluminio que nos metían por la reja de la puerta.
Manuel estuvo cuatro días encerrado casi no le daban de comer y lo trataban muy mal. La policía fue a buscar a su hermano que vivía en Terrassa, sin darle ninguna explicación lo montaron a la fuerza en el jeep y se lo llevaron a comisaría. Allí le dijeron que Manuel estaba detenido y lo que tenían que hacer para sacarlo, cuando lo tuvieron todo arreglado, su hermano y su mujer fueron a Barcelona lo sacaron del calabozo y se lo llevaron a su casa de Terrassa.
Yo, el día anterior de que él saliera del calabozo fui trasladada en un furgón, pasamos por la cárcel modelo a dejar a otras personas y después me llevaron a un reformatorio y allí me dejaron.
El reformatorio estaba dirigido por monjas, estábamos sobre unas cien niñas. Nos hacían trabajar muchísimo, hacíamos unas cajas de galletas llamadas "222", la cola que utilizábamos para pegarlas hizo que me enfermaran las manos, dormíamos cada niña en una cama, pero todas en una habitación grande custodiada por dos monjas que nos acostaban a las 9 de la noche y nos levantaban a las 7 de la mañana para trabajar, nos daban muy mal de comer.
Se estaba tan mal en el reformatorio que incluso algunas niñas se fugaban, ayudadas por las demás. Hacíamos unas cajas grandes para meter las "cajas 222", pues bien, dentro de las cajas grandes se metía dentro la niña que quería fugarse del reformatorio y cuando venían los camioneros se llevaban las cajas grandes con la niña dentro, previamente les habíamos avisado a los camioneros, por si notaban que la caja pesaba demasiado. Yo nunca pensé en fugarme pues sabía que ni mi padre ni mi novio me iban a dejar que pasara allí mucho tiempo.
Durante los 20 días que estuve en el reformatorio, Manuel y su hermano iban a verme y me llevaban comida, pero nunca me dejaron verlos y tampoco me dieron la comida que me habían llevado.

La dirección del reformatorio llamó al Ayuntamiento de Abrucena para informar a mi padre de toda la gestión de papeleo que tenía que hacer para poder sacarme, tarea nada fácil debido a los tiempos que corrían.
Cuando todo estuvo solucionado mi padre y Manuel fueron a sacarme. Fuimos a Terrassa a casa del hermano de Manuel donde nosotros queríamos quedarnos, pero no pudo ser, pues mi padre no nos quiso dejar y nos llevo al pueblo para que nos casáramos, y ordenó que cada uno viviera en su casa hasta el día de la boda, la cual se celebró el 18 de marzo de 1.969. Después de la boda
pasamos en el pueblo 10 días, transcurridos estos nos fuimos a Terrassa donde había mas trabajo.
Estuvimos tres años viviendo en casa de mis cuñados, que tanto nos habían ayudado. Nos ofrecieron su casa, su apoyo y su ayuda, fueron como unos segundos padres para nosotros, gracias a ellos encontramos trabajo y conseguimos ahorrar dinero para comprarnos un piso. Manuel trabajaba 10 horas diarias y trabajaba toda la semana incluidos sábados, ganaba 2.000 pesetas a la semana. Yo también trabajaba y ganaba 900 pesetas a la semana, con lo mío comíamos y lo de el lo ahorrábamos.
A los 4 años de estar casados nació mi única hija, fue lo mas hermoso que me ha pasado, tener a mi hija y casarme con mi marido. Mis dos grandes amores, mi hija y mi marido. El tiempo que pasamos en Tarrasa fue maravilloso, aunque trabajábamos mucho, pero siempre teníamos la ilusión de volver a nuestro pueblo y cada vez sentíamos más nostalgia. A los diez años de estancia en Tarrasa decidimos volver a nuestro pueblo Abrucena, para ello vendimos nuestro piso, y con el dinero de la venta compramos una panadería en la que hemos estado trabajando durante 24 años, pero siempre juntos con ilusión y con mucho amor.
El día 2 de enero de 2002 vendimos la panadería, llevamos casados 34 años y 34 años trabajando. Hemos dejado de trabajar mi marido a los 53 años y yo a los 50. Ahora vivimos en nuestra casa, que hemos construido con mucha ilusión durante todos estos años. Nuestra única hija se ha casado y desearía que fuera todo lo feliz que soy yo.
Somos felices, pues para ser felices hay que amar y ser amados y nosotros nos queremos mucho y queremos mucho a nuestra hija y a su marido.

Josefa Molina Hernández


Guindo, Isabel. En la escuela.

Autobiografía

Experiencia en la escuela

Me llamo Isabel Guindo, cuando tenía 15 años me llevaron al colegio Reina Sofía, en Almería, este colegio era para niñas como yo. Allí no lo pasé muy bien ya que me pegaban mucho y yo lloraba. Cuando se lo decía a mis profesoras no me hacían caso, ¡ellas estaban tan tranquilas!, me sentía desdichada y triste porque no me hacían caso. En este colegio me castigaban mucho y me decían que yo era muy mala.
Una vez me quitaron un vestido nuevo, aquel que me compró mi madre, yo se lo dije a las maestras, pero no me hicieron caso. Me encerraban en la habitación, y yo lloraba y lloraba.
Se lo conté a mi primo, también le dije que me quería ir de allí, porque había una gente muy mala. Entonces fue cuando mi primo habló a mi padre del problema que yo tenía en aquel centro escolar y me sacó de allí.
Ahora vivo con mi madre, a la que quiero mucho, y con mi hermano. Mi padre ya no está con nosotros, ya que murió, pero desde el cielo ve lo que yo hago. Le recuerdo mucho, ya hace seis años de ello. También murió mi abuela cuando yo tenía cuatro años y el padre de mi madre se murió en Tarrasa.
Ahora voy al centro de Educación de Adultos y me siento feliz con todas mis compañeras y maestra, además de con mi madre y hermano. ¡Soy feliz!

Isabel Guindo

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