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Mujeres de Abrucena (14 biografías, de las que 8 son autobigrafía)
Ofrecemos aquí 14 esbozos biográficos que retratan también la vida de un pueblo de la Sierra Nevada almeriense en el último siglo visto desde el prisma de las mujeres que lo han hecho y lo hacen cada día. La intra-historia al desnudo.
Tomadas de http://www.abrucenavirtual.com/?menu=cultura&op=7 . 2006
Hechas en el taller literarario “Carmen de Burgos” con el nombre de "Biografías de Mujeres" desarrollado en Abrucena durante los días 4, 11 y 12 de abril de 2003. Este gran trabajo de recopilación histórica (queincluye además de lo que aquí reproducimos una recopilación de adivinanzas, frases hechas, romancesy canciones se debe principalmente a las alumnas del Centro de Adultas de Abrucena y a su profesora).
Biografía de Mujeres Andaluzas ha tenido conocimiento de esta importante aportación por Juan Antonio Latorre Molina webmaster@abrucenavirtual.com que edita una de las mejores páginas sobre un pueblo andaluz Abrucena Virtual.
López Salmerón, Concepción(1902- ?) Madre, trabajadora...
Moya Sicilia, María Gracia (1911-1981?) Tareas del hogar y labores agrícolas.
Lao Gallega, María Dolores (1904-1.991) Madre de 8 hijos, Molinera, ... y emigrante.
Martínez Salmerón, Teresa. (La Partera) (1.911-...) Sirvienta. Afiliada a la Sociedad. Partera.
Nona. (1932- 1990? ) Educadora por cuenta propia. Tienda de ropas. Fundadora de Cofradía.
Hernández, Manuela (1927- ). Campesina, vida religiosa, cuidadora de su hermano.
Lao García, Antonia (La Pulga) (1930- ) Aventuras de época.
Azor Alonso, Josefa Isabel. (1940- ) Maestra.
Gómez, Josefa (La Minuta). (Circa 1930- )Mano de obra a los 8 años.
Torres, Lourdes (La de La Mendoza) En la casa del cortijo y criando animales. (¿años 30 o 40?- )
Martínez, Encarna (1954- ) A cargo de los hermanos, bordadora.
Molina Hernández, Josefa. Panadera (1952- ) al reformatorio por amor.
Guindo, Isabel. En la escuela.
Mujer Coraje.
Por Encarna Martínez Martínez.
Mi
tía abuela Emilia, nace en el año 1889 en un
cortijo en
la Sierra, fue la mayor de ocho hermanos. Sus padres eran muy pobres,
se llamaban Isabel y Ramón.
Su madre tuvo un parto
complicado asistido por personas que no entendían nada;
nacieron mellizas, la otra niña murió durante el
parto.
La madre se puso muy mala, le dio una infección que le
impidió
amamantar a su hija, la niña se tuvo que criar con leche de
cabra, un poco débil, aunque su carácter siempre
fue
muy fuerte. Fue, precisamente éste carácter, lo
que le
hizo enfrentarse a la vida.
Se crió guardando vacas toda su
juventud, no sabía ni leer ni escribir, no
conocía la
existencia de la escuela.
Muy joven se enamoró de un
muchacho tan pobre como ella, él cual no era del agrado de
sus
padres debido a que estaba enfermo. Pero ella no les hizo caso y
ambos se fugaron juntos, se fueron a vivir a una corraliza, pero el
padre los pilló y los separó. Volvieron a
escaparse
juntos, esta vez más lejos, ella había
oído que
en Valencia se vivía bien. Con el dinero que su madre le dio
de una vaca que habían vendido, se fueron a Valencia. Pero
al
llegar allí no fue como ella se imaginó, mientras
tuvieron dinero vivieron en una pensión, él no
encontraba trabajo, ya no tenían para pagar, los echaron de
la
pensión y se tuvieron que ir a vivir debajo de un puente,
donde fabricaron su propia chavola con cartones y mantas.
Emilia
era muy mañosa para arreglar huesos, esguinces, torceduras,
etc. La gente se enteró y la buscaban, dándole
propina
por su servicio, así pudo ganar algo de dinero. Para poder
comer, también solía ir al campo, allí
recogía
hinojos, caracoles, etc. Cogía plantas que
conocía,
plantas medicinales, manzanilla, mejorana, romero, etc. Y realizaba
infusiones, tanto para extender sobre huesos y músculos
dañados, como para beber. Así, poco a poco
salieron a
delante.
Ya estaba embarazada Emilia, cuando llegó un día
un señor que había oído hablar de
ella. Tenía
el hueso de la rodilla salido, los médicos no pudieron
curarle, de manera que fue a buscar a Emilia y le dijo que si le
curaba se portaría bien con ella. Y así fue, le
curó
y este señor le dio una casa vieja en Manisses, y
allí
se estableció con su familia. Arreglaron una
habitación
para poder dormir, y allí la familia empezó a
aumentar,
Emilia tuvo hasta seis hijos.
La felicidad no podía ser
posible, su marido enfermó aún más, y
murió.
Ella tuvo que hacerse fuerte para salir adelante, ya que sus hijos
eran aún muy pequeños. Para ello,
siguió curando
huesos, esguinces, etc., hasta hacerse curandera, pero no le
veía
mucho futuro a su oficio, por lo que decidió montar un
negocio
de cerámica en su casa, ya que era la fuente de ingresos del
pueblo. Comenzó con a trabajar con sus hijos y a vivir de su
negocio, saliendo así a delante. Con el tiempo, el negocio
vino abajo; pero sus hijos ya estaban formados y tenían
experiencia, por lo que pudieron trabajar en las fábricas de
cerámica, lo que les permitió vivir bien.
Emilia murió en el año 1979, rodeada de sus hijos y nietos, cuando contaba con 90 años de edad. Su familia la recuerda como una gran mujer que le hizo frente a la vida con muchísimo coraje.
Solo tenían amor
Los dos estaban solos en Valencia,Encarna Martínez Martínez
Memorias a mi querida madre, Concepción López Salmerón
Por Antonia Torres
Mi
madre nació en el año 1902. Eran seis hermanos,
ella la
mayor de cinco mujeres y el más pequeño fue un
niño,
aunque dos de las hermanas murieron.
Su familia era muy pobre,
tanto, que su madre se cayó y como no tenían
medicinas
se quedo coja. Su padre tenía un borriquillo y se dedicaba a
traer leña de la Sierra para luego llevarla a los pueblos de
alrededor. Mientras, mi madre que tenía de 10 a 12
años
se marchaba con mi abuelo a unas fincas donde vivían los
ricos, allí recogía hierbas para que comiera el
burro
porque no tenían dinero para comprarle paja y menos cebada.
A
veces, echaba días de aceituna; para poder comprar pan
tenía
que echar tres días ¡y no de trigo, era de centeno
muy
moreno!, si quería comer salía al campo en busca
de
hinojos, aunque tampoco habían muchos porque
existían
demasiadas personas necesitadas y todas buscaban; también
recogía caracoles. Paso el tiempo y se casó con
un
molinero, se fueron a un molino en la Sierra que cogieron a medias;
tuvieron cinco hijas, pero a los tres años se tuvieron que
venir, ya que el amo era poco cristiano y todo lo quería
para
él. Se vinieron a vivir con sus padres, vivieron juntos una
temporada. Mientras, con mucho sacrificio, compraron un marrano
pequeño y cogiendo bellotas de la Sierra que
traían a
cuestas junto con hierbas, pusieron grande al marrano y lo vendieron,
con ese dinero se compraron una casa por 500 pesetas, una casa llena
de goteras, pero ellos estaban muy contentos porque ya
tenían
su casa, aunque un poco vieja. Lo peor era que no tenía que
darnos de comer, ni tenía dinero para comprarnos ropa.
Entonces se enseñó a tostar garbanzos y para las
bodas
la llamaban, mis hermanas las mayores la ayudaba aunque sólo
tenían ocho y diez años; también
vendía
garbanzos los domingos y durante las fiestas en la plaza del pueblo,
a dos reales, peseta y duro.
Durante las fiestas en la plaza del pueblo se bailaba una danza típica, Mariquilla Pino.
Danza
tradicional: "Mariquilla Pino"
Colocación:
En
doble fila y alternando las parejas; hombre-mujer, mujer-hombre.
Evoluciones:
Hay tres partes y el estribillo que se repite
Estribillo:
Cada fila se desplaza a derecha e izquierda y al final dos palmadas (ocho veces)Letra:
"Mariquilla
Pino la de San José, se quiere casar, no sabe
coser.
Pobrecillo novio, ¡Ay pobre Rafael!
Pobrecillo
novio que no sabe que hacer.
La, la, la, la, la.
Se asoma a la
ventana y las camas sin hacer,
Desde la mañana al
anochecer.
Pobrecillo novio, ¡ay pobre Rafael!
Pobrecillo
novio, que no sabe que hacer.
La, la, la, la, la
Se fue a la
cocina se puso a guisar
Nos hizo una tortilla
Solo con
calamar.
Pobrecillo novio, que no sabe que hacer.
La, la, la,
la, la,"
Así
ganaba algo para la comida, otras veces sacaba trastos de las tiendas
y los vendía o los cambiaba por comida. Hasta que mis
hermanas
mayores crecieron y su sueldo lo aportaban a casa. Mi padre trabajaba
en los pinos de la Sierra, salía de casa a las cuatro de la
madrugada para estar a las ocho que era la hora en la que comenzaba a
trabajar. En la temporada de la siega mi madre hacia cuadrilla de
muchachas y se las llevaba al marquesado de Zenete (Calahorra,
Dólar,
Hueneja, Aldeire, etc) a la siega, después espigaba para
ella,
otras veces iba a la faena de la uva a Ohanes y Canjayar, otras veces
a arrancar esparto para la romana, a coger tomillo para los perfumes,
en fin, nada le quedo por hacer para poder sacarnos adelante.
Ella
era muy trabajadora, seria, formal y cristiana, todo lo llevaba para
delante con mucha resignación, Dios le dio una salud de
hierro, con 90 años seguía trabajando, recogiendo
todo
lo que se encontraba.
Antonia Torres
María Gracia Moya Sicilia
Por Mª Carmen Martínez Ruíz y Mª Teresa Martínez Moya.
María Gracia Moya Sicilia fue una mujer de Abrucena que desempeñó el papel tradicional asignado a mujeres de la época, realizando durante toda su vida las duras tareas del hogar y las labores agrícolas. Al igual que el resto de sus vecinas, su labor social y laboral se desarrollaba a la sombra del padre, primero, y a la sombra del marido después. Su vida constituyó un pilar fundamental no sólo en el mantenimiento de la unidad familiar sino también en las actividades del campo, a pesar de esto, siempre se mantuvo en un discreto segundo plano, dejando todo el protagonismo al hombre, como era normal en la época.
Ella perteneció a ese grupo de mujeres anónimas, silenciosas, abnegadas y fuertes que siempre hay detrás de un hombre y que son capaces de coger las riendas en los momentos difíciles, anteponiendo siempre el bienestar de los demás al suyo propio.
Nació
el 7 de marzo de 1911 en el llamado Cortijo de Rosales,
situado
en la Vega de Abrucena, hija de peón caminero y de ama de
casa
(en el sentido amplio de la palabra), era la mayor de seis hermanos,
por lo que desde muy pequeña asumió la
responsabilidad
de éstos.
Su infancia y juventud transcurrió en un
ambiente cálido donde se educaba para el matrimonio y para
llevar su propia casa. El matrimonio era el objetivo a alcanzar por
las jóvenes de la época, que durante gran parte
de su
juventud preparaban su ajuar. Su padre aspiraba a que su hija mayor
se casara con una persona que tuviera un oficio distinto a la
agricultura, con el fin de poder
darle una vida mejor a su hija,
alejada de las faenas agrarias. Estas aspiraciones no fueron
conseguidas ya que Maria Gracia a los 18 años inicio una
relación con un joven de Abrucena, de profesión
agricultor.
Una
vez aceptado y formalizado el compromiso, y tras unos años
de
noviazgo tuvo lugar el matrimonio entre Ma Gracia y Rodrigo, del cual
nacieron siete hijos. Unos años más tarde
tendría
que enfrentar la muerte de sus dos hijos mayores debido a una
epidemia de gripe.
Cuando estalló la Guerra Civil española
su marido fue al frente, quedando sola y asumiendo la responsabilidad
del campo y de la casa, fue una época muy
difícil,
donde no siempre había algo que comer. Entonces se
acudía
al trueque para obtener productos no derivados de la agricultura, era
muy común vender huevos a los llamados "recoveros"
para así obtener harina con la que hacer pan, ya que
éste
suministraba alimento durante más tiempo que si se
consumieran
los huevos vendidos.
Tras un largo período de tiempo sin
obtener noticias de su marido en el frente, y junto con otras mujeres
del pueblo, iniciaron un viaje lleno de dificultades, en mulos
hacía
La Carolina (Jaén) en busca de sus seres queridos.
En época de posguerra cuando contaba con 38 años de edad enfermó de asma, enfermedad que la obligaba a permanecer durante largos periodos de tiempo en cama, se vivían años donde era muy difícil conseguir una atención médica adecuada, dificultad a la que se sumaba vivir en un cortijo donde había que ir a buscar al médico en burro, no consiguiendo en todas las ocasiones que éste acudiera a visitar a la enferma.
Tras una enfermedad de más de 30 años falleció en Abrucena a los 70 años.
Mª Carmen Martínez Ruíz
Mª Teresa Martínez Moya
Por Filo Bretones Martínez y María José Martínez García.
Quisiera
rendir homenaje a tantas y tantas mujeres que sufrieron años
duros. Concretamente, a una que aún siendo muy
pequeña
de estatura fue grande en valor y coraje.
María Dolores Lao
Gallega nació en Abrucena en 1.904 en el seno de una familia
de labradores. Fue la cuarta de cinco hermanos varones, ella era la
única niña, no por ello privilegiada, ya que las
niñas
además de trabajar en los duros trabajos del campo
también
tenían que ayudar en las tareas de la casa, como por
ejemplo,
lavando en el río, donde había que romper los
hielos
para poder lavar, sin apenas una ropa y un calzado digno. Muy joven
sufrió la perdida de un ser querido, murió su
hermano
Ángel con quien estaba muy unida.
A temprana edad conoció
a Manuel, un muchacho hijo de molineros con el cual se caso
más
tarde. Nació su primera hija, al poco un hijo y
así
hasta siete.
El trabajo del molino era duro, pero no fue eso lo
más duro. Cuando estaba embarazada de cinco meses su marido
falleció. De repente, se vio con siete hijos y uno por
nacer.
¡Imaginemos los problemas que tuvo que pasar con un molino en
el año 45, en plena posguerra!
Se le vino el mundo encima,
el trabajo del molino era duro y los niños muy
pequeños,
aún así ella crió a sus ocho hijos,
haciendo de
padre y madre a la vez. Incluso llego a recoger a una niña
de
12 años, que no tenía madre, para que le ayudase
en las
tareas del molino a cambio de la comida (cosa habitual al final de
una guerra), estuvo con ellos hasta los 25 años.
Comida
nunca les falto ya que en el molino siempre había harina
para
hacer gachas y migas. Los inviernos eran duros cuando las lluvias
abundaban, el río crecía, llegando a meterse en
el
molino. Cuentan, que en el año 53, la riá fue tal
que
estando comiendo, la fuente y la mesa salieron flotando. Tuvieron que
salir por la ventana y pasar la noche debajo de un tajo ya que
corrían peligro, de que el río se las
llevará.
¡Y
tantas y tantas cosas!, que tuvo que pasar para poder sacar a sus
hijos adelante.
Tras toda esta serie de penurias económicas,
familiares y sociales, se vio obligada a emigrar a Tarrasa, como
tantas personas de Abrucena, con la intención de darles a
sus
hijos una vida mejor. Pero allí la vida tampoco fue
fácil,
aunque lucho hasta el final.
Ella vistió de marrón
más de cuarenta años por una promesa que hizo a
la
Virgen del Carmen, de vestir su hábito y curiosamente
murió
el 16 de julio (día de la Virgen del Carmen) de 1.991 a los
86
años de edad, en Abrucena, el pueblo que la vio nacer.
"El
sufrimiento y el dolor a todos nos hace padecer pero por ello nadie
muere
aquí lo podéis ver,
quejarse de nada
vale
ella nunca se quejó
y dio gracias a Dios
por lo
poco bueno que vivió"
Filo
Bretones Martínez
María José Martínez García
Madre
no hay más que una
Y eso es verdad.
La mía para
mí es muy especial.
Que mi madre me falte no lo quiero ni
pensar.
Mi madre para mí es todo cariño y
bondad.
Siempre que la necesito ella a mi lado está.
Cuando
yo era pequeña, ella me venía a arropar.
Cuando ella
sea una ancianita yo la quisiera cuidar.
Nueve meses me llevo en
su vientre sin saber
Que la que llevaba dentro, hoy tanto la iba a
querer.
De una madre para su hija en el día de su comunión
"Siempre
tuve un sueño
y se me ha hecho realidad.
Tener una
niña
Y verla comulgar
Con la ilusión de este
día
Otro sueño quisiera hacer realidad
Verla
hecha un a mujer
Y poderla yo ayudar
Búscame cuando me
necesites
Aquí siempre voy a estar
Y recuerda que una
madre
No se cansa de esperar."
Filo Bretones
Por
Encarna Lao Consuelo Latorre
Nació en Abrucena el 27 de
julio de 1.911, en la casa de sus padres Joaquín y Aurora,
un
matrimonio joven. Después nacieron sus dos hermanos,
José
y Antonio. Su familia era muy humilde, sus padres eran analfabetos,
él se dedicaba al trabajo en el campo y ella a las labores
de
la casa.
Como le ocurría a casi todos los niños de
su época, sus padres no pudieron enseñarle a leer
ni a
escribir, ellos no sabían y además no paraban de
trabajar.
Eran unos años difíciles, de carencias y
de hambre para su familia, así que tuvo que comenzar a
trabajar fuera de su casa. Empezó con seis años,
como
niñera de los hijos de Don Joaquín
Martínez,
unas de las familias más importantes del pueblo;
más
tarde cuando los niños crecieron siguió
trabajando en
la misma casa como sirvienta, limpiando, planchando y preparando la
comida. La estancia en la casa no fue fácil, pero ella
logró
sacarle partido, al principio comenzó trabajando
sólo
por la comida; en este tiempo aprendió a leer y a escribir y
aprovechó que dos señoritos de la casa eran
médicos,
para, mirando, casi a escondidas sus libros y observadólos
cuando atendían a los enfermos, aprender sobre medicamentos,
a
poner inyecciones y lo más importante, a asistir a los
partos.
Así fue esta época de su vida, sin dejar de
trabajar,
pero con un sinfín de episodios divertidos que
hacían
que el trabajo no le fuera demasiado desagradable.
Poco tiempo
antes de la guerra, por la situación de necesidad que
había
en su casa, intentó que "su amo", como se decía
entonces, le subiera el sueldo que era de cinco pesetas al mes y ante
la negativa de éste, se decidió a abandonar la
casa y a
afiliarse a la Sociedad, para así trabajar en el campo con
un
salario mayor, adecuado a lo que ella necesitaba.
En este tiempo
ya había conocido a su novio, Tomás
(Sánchez
Morante), habían pensado en casarse, pero entonces
comenzó
la Guerra Civil y Tomás decidió ir al Frente, por
lo
que decidieron casarse cuando él regresara. Así
ocurrió, Tomás volvió con el bando
vencido, pero
sano y salvo y poco tiempo después, en 1.940 se casaron.
Poco
antes de esto, justo al terminar la guerra, Teresa, como castigo por
su afiliación a la Sociedad, fue obligada junto con los
demás
afiliadas, a barrer las calles del pueblo para que todo el pueblo se
enterará y de esta forma sintiera vergüenza por su
acto
(su afiliación).
Tomás, al igual que Teresa,
procedía también de una familia humilde y no
poseía
nada más que una casa, en la que comenzaron a vivir y han
vivido siempre. Él era jornalero del campo y ella se
encargaba
de la casa, pero no había transcurrido dos años
desde
que se casaron cuando Tomás enfermó de asma, de
tal
forma que ya no podía trabajar como solía hacer.
Así
que Teresa tuvo que encargarse de cuidar de él y de mantener
la casa.
La posguerra fue una época muy dura para todo el
pueblo, también lo fue para ella. Para conseguir las
medicinas
que necesitaba su marido y cómo no, para poder comer se
dedicó
a limpiar casas y sobre todo a poner inyecciones y asistir partos.
Casi siempre de gente humilde que no podía pagar los
servicios
del practicante del pueblo, Don Manuel. Teresa, lo hacía y
cada uno le pagaba de la forma que podía, la
mayoría a
veces, a cambio de alimentos (garbanzos, lentejas, arroz,
aceite,...); aunque también en muchas ocasiones ayudaba
gustosa sin recibir nada a cambio, ya que atendía a familias
que se encontraban en peor situación que ella.
Como partera
asistió a la mayoría de las mujeres del pueblo,
de los
cortijos de la Sierra, de los de la Vega, hasta en algunas ocasiones
del pueblo de al lado (Abla). Su trabajo no tenía horario,
estaba dispuesta a dejar su casa a cualquier hora, lo mismo de noche
que de día, cuando la buscaban, acudía.
Normalmente,
los maridos de las parturientas iban a buscarla cuando sus esposas
presentaban los primeros síntomas del parto, si eran de la
Sierra o de lejos, llegaban montados en sus mulas para llevarla lo
antes posible junto a sus mujeres. Ella no sólo se encargaba
de ayudar a las mujeres a dar a luz, sino que después
acudía
durante dos o tres días para vestir y lavar al
recién
nacido o para lo que la madre precisara. Muchas veces se iba sin
comer o sin dormir porque no le daba tiempo entre una salida y otra
para atender los partos o a los enfermos.
Ella formó su
familia junto a su marido Tomás y tuvo dos hijos, Antonia,
que
nació en 1.946 y Emilia en 1.950; Tomás
seguía
sin poder trabajar a jornal,, llevaba como podía un trocito
de
tierra que había conseguido como aparcero y
también
cuidaba' de los niños mientras que fueron
pequeños ya
que Teresa no estaba en casa, porque salía para atender a
sus
enfermos.
Su
trabajo no consistía sólo en esto, inyecciones y
partos, tenía que cuidar su casa, su marido, sus hijos y
ahora
también muerto ya su padre, su madre sufrió una
parálisis que la postro en una cama sin poder moverse y
Teresa
la cuidó hasta su muerte diez años
después.
En
los años setenta aproximadamente, las mujeres del pueblo
comenzaron a irse a dar a luz al hospital de la capital, pero Teresa
siguió con las inyecciones, la situación ahora
era
mejor. Sus hijos se casaron, la mayor se fue a vivir fuera y la menor
se quedó con ellos, ya que eran mayores y comenzaban a
necesitar ayuda. De esta forma Teresa no perdió el contacto
con los niños, porque entonces fue niñera de
cuatro los
cuatro nietos que tuvo la hija que se quedó a vivir con
ella.
Cuando llegaron las pensiones su vida mejoró
definitivamente, por fin Teresa vivía bien con su marido,
con
su hija y la familia de ésta. Esta mejoría no
duró
mucho ya que en 1.996 murió Tomás, su marido, lo
que
supuso un duro golpe para ella, habían sido un matrimonio
modélico, siempre muy unidos, cuidando uno del otro y a los
pocos meses de esto, comenzó a mostrar los primeros
síntomas
del alzheimer, enfermedad que ha ido degenerando hasta dejarla en la
cama, que es como se encuentra hoy a sus 91 años de edad.
Encarna Lao Consuelo Latorre
Por Encarna Lao
Mi
prima nació en Abrucena el día 4 de enero del
1.932.
Ella empezó a trabajar haciendo sustituciones de
maestras que se ponían enfermas, lo mismo aquí en
el
pueblo que en la Sierra, a una pequeña escuela que
había
allí, un hombre mayor que iba a cuidar su tierra se la
llevaba
subida en su burra para que no fuera andando.
Después el
farmacéutico del pueblo le aviso de que se pusiera a
trabajar
en su farmacia, ella no tenía estudios ni nada pero estuvo
dos
años trabajando y todo le salía bien. Incluso
hacía
las mortajas de las gentes del pueblo.
También se dedicaba
preparar a niños para hacer la comunión. Yo era
pequeña
y me iba detrás de ella para escuchar lo que explicaba y
cuando les preguntaba yo siempre quería contestar y ella me
decía:
- O te callas o ahora mismo te vas
Y a veces
hasta me pegaba en la boca porque yo no me podía callar,
todo
me lo sabía de carretilla.
Después pensó
poner una tienda y una amiga que tenía en Tarrasa
empezó
a mandarle cosas y como allí había muy buenas
ropas,
pues ya empezó a tener bastante clientela, poco a poco,
hasta
que puso un mostrador, porque ella al principio empezó a
vender encima de una mesa, pues ya cada día tenía
mucha
mas venta.
Ellas
eran tres hermanas, las otras dos se casaron, Nona no quiso casarse
aunque tuvo sus pretendientes, ya que a ella le gustaba más
la
vida religiosa, todos los días iba a misa o al rosario. Fue
la
fundadora de la Cofradía de la Virgen de los Dolores, y la
Camarera Mayor de la Virgen.
Mi prima Nona vivía con sus
padres, la primera en morirse fue su madre que murió de
trombosis y ella se quedo con su padre atendiéndolo y
cuidando
su tienda. Su padre también estaba muy pendiente de ella, el
día que salía fuera a comprar, iba mucho a
Granada y
Almería, pues aquel día estaba todo el
día
nervioso dando vueltas a la plaza del pueblo y esperando que viniera,
y ni se ponía a comer hasta que ella no volvía.
Después
se le presentó una dichosa enfermedad, y murió a
la
edad de 58 años, su padre se quedo hundido, no esperaba que
muriera tan joven, él después se quedo con otra
de sus
hijas hasta que falleció con 91 años de edad.
Encarna Lao
Manuela
Hernández
Autobiografía. Abrucena 10-4-2003
Nací
en un cortijo de la Sierra de Abrucena el día de San
José
del año 1.927, a los nueve meses de gestación. En
total, hemos sido nueve hermanos, aunque tres murieron a corta edad,
vivimos seis, yo soy la segunda de los seis. A todos nos ayudo a
nacer nuestra queridísima tía, llamada
María la
Bernabela, quién era viuda y tenía tres hijos.
Era una
excelente mujer, muy servicial y activa. No tenía estudios,
pero lo mismo ayudaba a nacer a una criatura, y cuando dejaba madre e
hijo arreglados cogía su barreño de ropa y se iba
al
barranquillo a romper los hielos para poder lavar. No cobraba nada,
todo lo hacía de buena voluntad.
Hace ya algunos años
que murió, durante toda su vida fue una persona muy
generosa,
todo el que iba a su casa no se iba sin comer, o le echaba el vasito
de vino de su cosecha, etc. Recuerdo que la llamaban de todos los
cortijos para cualquier cosa, lo mismo para atender partos que para
toda clase de problemas, estuviera lloviendo o nevando, de noche o de
día. Decían que la tía
María era muy
servicial, ya que todo lo hacía desinteresadamente. No era
ni
curandera ni adivina, sino una mujer muy buena y caritativa.
En
cuanto al trabajo, toda la familia trabajábamos, padres e
hijos, demasiado trabajo para lo poco que recogíamos, a lo
que
había que sumar que el cortijo era a renta y la cual era muy
cara para lo poco que recogíamos.
Hemos pasado calamidades
de todas clases, por si fuera poco tampoco tuvimos suerte con los
cortijeros; vecinos que nos hacían la vida imposible.
Cuando
se ausentaban nuestros padres, aprovechaban para pegarnos
sólo
por el placer de hacernos sufrir, lo mismo nos pegaban los padres que
los hijos. Un día estaba yo con mis dos hermanitos, eran muy
pequeños, uno en brazos y otro durmiendo sobre mis rodillas
y
sentí pasos a mi espalda, una niña mayor que yo,
mas
fuerte, se abalanzó sobre mí, me pegó
y a uno de
los niños empezó a tirarle de los genitales tan
bruscamente que el niño cayó al suelo medio
muerto. En
otra ocasión iba yo con mi cantarillo de agua y me
salió
al camino la madre de esa niña (que por cierto eran muchos
hermanos) me dio un bofetón, sin más ni
más,
cuando llegué a casa con el cantarillo medio de agua y
llorando, mi madre se enfureció y decidió
llamarle la
atención, pero la vecina ya tenía preparado un
palo
para pegarle a mi madre y así lo hizo, complicando con ello
a
los maridos, ¡menos mal, que mi padre era muy
pacífico!
y perdonaba y perdonaba. Esas eran nuestras amistades y no
había
mas vecinos por allí.
En cuanto a niña feliz si lo
he sido, mis padres y abuelos venían de una familia de
profunda fe religiosa y eso se trasmite, aunque no podían
ser
practicantes por la distancia.
Referente a mi primer novio, el
primer pretendiente fue a los 13 años, el segundo a los 15,
el
tercero a los 18, ¡sólo pretendientes!
Les voy a
contar algo de mi historia que carece de importancia, como les he
dicho anteriormente, nos hemos criado en la Sierra de Abrucena.
Después emigramos buscando mejor vida, nos fuimos toda la
familia a Córdoba, vendimos lo poco que teníamos
y
compramos allí, en torno al año 1.945 vinieron
años
muy malos y no valieron las cosechas, por si fuera poco en esos
años
murió mi madre de muerte repentina, con unas cosas y otras
quedamos en la ruina. Yo tenía 15 años y el
más
pequeño de mis hermanos un añito. Mi padre a
raíz
de la muerte de mi madre cayó muy enfermo, como pudimos nos
volvimos otra vez a nuestra tierra, sólo nos quedaba una
casa
en la Sierra, estábamos totalmente arruinados.
Allí
estuvimos unos años. Dentro de esta tragedia
conocí a
una señorita, que para mí fue mi ángel
de la
guarda, todavía vive, dirá su nombre porque la
quiero y
la respeto, se llama María Martínez Aguilera, era
la
hija del Alcalde del pueblo, hombre muy respetuoso y de
carácter
muy fuerte. Ella era Aliada, yo le pedí un favor de cosas de
religión y vi tanta amabilidad en aquella
señorita y su
gran humildad hacía mí, que me parecía
haber
encontrado un tesoro. Lo que más admiraba era su caridad y
su
sonrisa, siendo como era la hija del Jefe del Pueblo, y yo que una
simple campesina. Lo que también admiraba de ella era la
caridad que tenía hacía los pobres, siendo ella
señora
de alto rango. Todo esto, me llevo a hacerme aliada (externa por
estar en la Sierra), y desde entonces me siento la más feliz
del mundo. Decidí olvidarme de pretendientes y me
dediqué
a mi familia, a cuidar de mi padre y hermanos. A partir de
ahí
dos de mis hermanos quisieron consagrarse al Señor, uno como
Jesuita y otro como Escolapio.
Después de todo esto
emigramos a Tarrasa, allí, gracias a Dios mejoramos de
suerte
y cuando menos lo esperábamos se presentó la
Riera del
25 de septiembre, y otra vez nos vimos en la ruina, no tuvimos
desgracias personales pero nos quedamos con lo puesto, nos dieron
ropa para podernos cambiar, ¡otra vez a la ruina!.
Pero
donde hay desgracia sobre abunda la misericordia del Señor,
yo
nunca he visto tanta caridad y tan sana. Otra vez se repitió
lo del ángel antes comentado, esta vez fue en Tarrasa, nos
quedamos con lo puesto y era ropa del trabajo, pero la gente de
Tarrasa se lanzaron a la calle buscando a todas las personas vivas o
muertas, una caridad que admiraba; nos colocaron en colegios lo mejor
que podían, nos dieron de todo, ropa para vestirnos, ropa de
cama, camas, cacharros, muebles, etc. y todo sin estrenar, por
último
nos dieron viviendas y por si fuera poco dinero en metálico.
Les pareció poco y volvieron a repetir, y con ello nos
compramos una casita.
Y hasta hoy, así que Dios aprieta
pero no ahoga, además quiero darle a Tarrasa el honor que se
merece.
En cuanto a mi vida contaré otro poquito:
En
Tarrasa tuve que dejar la Alianza porque no podía ir a
Barcelona con la obligación que requería el
Instituto.
Cuide a mi padre hasta que murió. Se casaron los
dos hermanos menores. Y cómo a mí siempre me ha
gustado
hacerme religiosa me fui a un Convento de Dominicas de clausura,
empecé la experiencia y cuando estaba a punto de tomar el
hábito, un hermano (que no esta bien de los nervios) al cabo
de 30 años de servicio en un colegio de Escolapios, se
vieron
obligados a cerrar por falta de religiosos, y mi hermano se quedaba
en la calle, ninguno de los hermanos casados podían hacerse
cargo de él, unos por una cosa y otros por otra. Entonces
las
monjas acordaron que en conciencia me tocaba a mí y siendo
la
persona más feliz del mundo me tuve que venir.
Está
conmigo, se pasa algunas temporadas en el Psiquiátrico pero
el
resto del tiempo esta conmigo.
Un día me dio por venir de
vacaciones a nuestro pueblo, Abrucena, y al encontrarme otra vez con
mi familia y mis compañeros de juventud me he
encariñado
otra vez con mi pueblo y con mis gentes y con mis pequeños
ahorritos nos hemos comprado una casita en el pueblo, cosa que yo
ansiaba mucho cuando pequeña.
"Siento
haberme alargado demasiado,
si no vale a la papelera que es donde
va a
parar todo lo que no vale. Gracias
anticipadas y que Dios
os bendiga con
vuestra bonita misión, que Dios os
ayude"
Manuela Hernández
Autobiografía.
Soy
hermana de diez hermanos, nací en la Sierra el 23 de enero
de
1.930. De pequeña no tenía casa donde vivir
porque como
no podíamos pagarla, no teníamos, pues nos
echaban,
¿qué le vamos a hacer?
Una vez me fui a ayudarle a
una hermana mía a guardar las gallinas y para que el candil
no
se apagará me lo metí debajo de mi vestido y
¿qué
me paso?, me queme todas mis piernas y cuerpo. Mi madre me curaba con
los cascos que le quitan a los burros, cuando les quitaban las
herraduras y con la pluma de una gallina, me daba en las quemaduras
con ese aceite ¡y curaba!, yo aquí estoy, si
¿no
había otra cosa?.
Otra vez me metí para tirar la
"mugre" de la cocina y me caí por un agujero al
corral, y ¿dónde caí?,
¡madre mía!
Encima de un burro y de ahí al suelo. Mi familia me buscaba
por toda la habitación pero yo, ya había subido
por las
escaleras. Cuando mi madre me vio, dijo ¡Vamos a comernos las
gachas! A mí se me quito todo, palabra de honor...,
sería
por el hambre que tenía.
Dormíamos trece en tres
habitaciones, en camas de madera. Una noche se rompió la
cama
y todos fuimos a parar al suelo ¡en peloticas!. La noche
más
grande fue cuando dormí en un vadajo (paja de centeno),
porque
en la farfolla se orinaban.
Cuando tenía cinco o seis años,
tuve mis primeras bragas, ¡si no teníamos dinero!
¡¡¿cómo íbamos a
tener bragas?!!.
Entonces, en la calle cogía y me levantaba mi vestidito para
limpiarme los mocos y... ¿por qué lo
hacía?,
para que las demás niñas y niños
vieran que
tenía ya ¡mis primeras bragas!. Las otras
niñas
si las tenían, pero algunas como yo, no teníamos
nada,
¡ni unas bragas!
Cuando nos poníamos malos o enfermos
con resfriado, nos daban mis padres agua de higos secos y ¡a
la
cama!, y que frío pasaba con tan sólo una jarapa.
Cuando teníamos dolor en alguna parte del cuerpo, mi madre
calentaba una babucha y me la ponía dónde me
dolía,
y el dolor se me quitaba.
Mi madre trabajaba por algo de comida, y
nos decía:
- Cuando pongan las gallinas llevarlo a casa de
Miguel.
Y para que pusieran íbamos detrás de ellas y
les metíamos sal en el culo.
Otra vez me fui a guardar
marranos o gorrinos, yo iba descalza, no teníamos zapatos y
en
el camino me encontré unas alpargatas muy viejas
¡qué
alegría me dio al verlas!, era cómo si viera la
Gloria.
Iba descalza y me las calcé y pude andar con ellas
¡Qué
alegría tener en mis pies unas alpargatas!
Cuando me hice
mayor me eché novio, después de nueve meses de
novios
me casé, tuve tres hijos, y como la vida estaba tan mala,
pues
en mi casa hospedaba a los maestros que venían al pueblo
para
dar clases, les daba de comer, vamos, como si fuera una fonda. Bueno,
pero si la casa era pequeña y no teníamos casi
sitio,
pero qué tiempos aquellos, hacíamos hueco.
Uno de
mis hijos nunca se había comido un huevo y ya
tenía
tres años. Como los maestros comían en mi casa o
en mi
fonda y yo les ponía el primer plato, después el
segundo, yo le estaba pidiendo un huevo frito en la sartén y
cuando lo llevaba en la rasera para echárselo en el plato al
maestro, mi hijo antes de echárselo al plato, lo
cogió
de la rasera y se lo comió. Así que, yo no
tenía
que ponerle de segundo plato al maestro. Aquello le causó
gracia al maestro que desde aquel día le puso a mi hijo "el
trepero". ¡Qué vida aquella!, ¡Si tengo
más
historias, y si me pusiera a escribir anécdotas,
sería
una enciclopedia abierta!
Antonia Lao García "La Pulga"
Azor Alonso, Josefa Isabel. Maestra. (1940- )
Autobiografia.
Doña Pepa, La Maestra.
Abrucena, abril de 2003
Mi
nombre: Josefa Isabel Azor Alonso.
Amistosamente: Pepa Azorín.
Aquí Doña Pepa.
Escribir sobre una misma puede ser
un arma de dos filos. Por un lado se puede pecar de
"autocomplaciencia" y por otro de "falsa modestia".
Quisiera huir de estos dos extremos y hablaré sobre mi
"vida"
y mi "obra".
MI VIDA. Nací el 12 de mayo de 1940 en La Calderona de Santa Fé de Mondújar; después he comprobado en los libros de Historia que coincidió con la entrada de los alemanes en Francia durante la 11 Guerra Mundial. Viví los problemas de nuestra Guerra Civil: un padre que había estado en la Batalla del Ebro. El paso a Francia, la vuelta a España por Irún, la estancia en campos de concentración, Bilbao, Miranda del Ebro, ... Mi madre que se quedo en casa con mi hermana de cinco años, desaparición de un hermano de ella de 20 años por Ciudad Real ... Todos estos hechos llenaban la atmósfera de casa junto a la escasez de víveres que había que obtener en el estraperlo. La ración, que venía una vez al mes de aceite, jabón y poco más que no alcanzaba a una semana. Y el pan no digamos. Por eso aborrezco el pan integral, me recuerda el que daban en la panadería. Había que buscarlo donde fuera, como fuera y al precio que imponía el mercado negro.
Cuando preparaba mi ingreso de Bachiller, más o menos con 11 años ya se acabaron las "raciones". Me acuerdo que con música de "La Vaca Lechera" cantaba la gente durante los años cuarenta, pero no me acuerdo perfectamente:
¡Ay,
que a gusto viviremos
cuando quiten las raciones con garbanzos,
con patatas
con lentejas y macarrones!
Esto
como es lógico la gente que lo cantaba estaba expuesta a los
efectos de la Censura. Y yo pensaba con la ingenuidad de los pocos
años: "Si nos quitan las raciones, ¿entonces
qué
comeremos?". Yo no sabía que eso significaría el
"pan libre" o sea comprarlo en la tienda así como
todo lo demás.
Mis padres y mis hermanos, vivíamos
en el cortijo a unos 3 km y pico de Gádor y de Santa
Fé.
Tengo una hermana siete años mayor que yo y un hermano seis
años menor. Vivíamos de la agricultura y del
sueldo de
mi padre, empleado municipal de Santa Fé. Afectivamente
viví
mi infancia y juventud normal, y agradable. Mi padre tenía
la
audacia para intentar solventar por los caminos honrados nuestra
economía y mi madre era la "hormiguica" que en
silencio lo administraba.
Todo este marco quiero que sirva para explicar como pude conseguir mis sueños de hacerme Maestra. Seguí mis estudios por enseñanza libre, teniendo que andar 3 ó 4 kilómetros para ir a Santa Fé y luego a Gádor a dar clases con maestros de los cuales tengo un gran recuerdo.
visto
que pongo Maestra con mayúscula, creo que nunca lo he puesto
con minúscula, se dice que algunas personas su trabajo es
como
su segunda piel, para mí se ha adherido tanto a mi primera
piel como "persona", que se ha hecho una sola, yo oigo o
leo que alguien que ha sido presidente, delegado ...y no lo es ya, se
le pone ex. Yo no me siento ex-Maestra, sólo MAESTRA
JUBILADA.
Terminé la carrera con 18 años. Necesitaba
los 19 para poder presentarme a las Oposiciones.
Me dieron una
escuela interina a últimos de enero de 1959 en el Pozo
Sáez
de Lubrín. Imaginaros una gente estupenda que cuidaron de
mí
como alguien importante de su familia. Lo peor era la distancia del
pueblo; unos 15 Km por caminos que había que hacerlos a pie
o
en caballería.
Había pocos alumnos, unos 7 de edad
escolar; 15 ó 16 sin contaba los de 3 años en
adelante
hasta los 14 ó 15. Era tal el interés de las
familias y
de los chicos y chicas que no era necesario pasar lista.
Allí
fui muy feliz. El tiempo libre lo dedicaba a prepararme las
Oposiciones, llevar el agua de un pozo, lavarme mi ropa en un
pilarillo de piedra sacando el agua con un cubo ... Terminé
por comer con dos familias que me tenían como el "marranico
de San Antón", me tenían por semanas, si se
colaba
algún día más la otra familia se
molestaba. Allí
estuve seis meses inolvidables, si alguien de aquella aldea leyera
esto que sepa que toda la vida los he estado recordando.
Mi
segundo destino fue en Santa Fé en la Escuela de
Párvulos,
estuve de primeros de octubre de 1959 a últimos de marzo de
1960; tenía que ir andando desde mi domicilio, fue un
invierno
frío. La garganta se me dañó bastante
y me
operaron en marzo. Como mi Escuela se la adjudicaron a una
provisional quedé cesante. A últimos de mayo me
nombraron para la escuela de Adra. Se ve que mi destino era el agua,
antes un pozo y mi tercera Escuela una Fuente. Nunca había
habido allí un colegio, estrené la casa y la
clase. Un
sitio precioso. Desde allí se veía el mar, y
qué
mar! Nunca olvidé los atardeceres de una belleza sin igual.
Allí también fui muy feliz, había
niños
do 10 y 11 años sin escolarizar, algunos iban a Adra a unos
2
ó 3 Km andando; eran los que sabían, los
demás
empezar de cero, pero maravillosos ellos y sus familias. Estando
allí
me presente a las Oposiciones de 1.960 que aprobé.
En
septiembre de 1.961 mi destino fue en Laujar de Andarax.
Allí
estaba ya una compañera y amiga. Era la primera vez que
estaba
en un colegio con Directora y Compañeras, siempre
había
estado sola, allí me enseñé a estar
"bajo
órdenes". Así que me decía una
compañera,
que me venía bien convivir en un lugar de trabajo con otras
colegas.
Y en septiembre de 1.962 me dieron el Concurso do
Traslados en el que tuve que participar la Escuela Mixta de Abrucena.
Ya estaba en un sitio estable, con una casa preciosa, con sol, con
buenos vecinos que también me "adoptaron". Estando
allí fue cuando conocí a mi esposo. A los 14
meses de
noviazgo nos casamos y vivíamos en la Casa-Escuela.
Nació
mi hija mayor , a los 11 meses.
También
me pusieron la jornada partida, que me "partió"
igual que a algunos alumnos que venían de más de
tres
Km. Algunas veces se quedaban a comer algunas chicas conmigo mientras
que yo tenía que irme a lavar a las fuentes nuestra ropas y
la
de la niña hasta que una vecina se compadeció y
me la
lavaba. Ni aún pagándole puedo nunca dejar de
agradecerle ese gesto. La Vega es inolvidable para mí. A
primeros de enero de 1969 trasladaban la Escuela de la Vega al
Colegio de Abrucena entonces ya se llamó
"Agrupación
Comarcal". Mi niña tenía 18 meses y embarazada de
3 meses de mi segunda. Tenía que salir de casa cuando antes
tenía la escuela al lado.
En total he tenido 8 hijos, siete
niñas y un niño, se llevan una media de dos
años.
Compaginar mi vida familiar con la docente no ha sido
tarea fácil. Muchas noches sin dormir, biberones,
pañales,
sarampiones, anginas, paperas, payuelas, gripes ...imaginadlo,
multiplicado por ocho!
En el Colegio de Abrucena he desarrollado
mi trabajo desde enero de 1969
hasta agosto de 2001. En todos los
cursos he impartido enseñanzas menos en Educación
Infantil. Los cursos donde he estado mas tiempo han sido 3° y
4°.
En 1980 cuando acababa de nacer mi hijo (el único
varón)
me preparé a distancia para obtener la especialidad de
"Ciencias Sociales", fue muy duro por la escasez de tiempo
pero fue cuestión de amor propio (¿orgullo?),
porque
venían compañeros más
jóvenes y presumían
de especialidad. Cuando me presente a la prueba presencial (valga la
redundancia) la profesora de la Complutense empezó a
interesarse por nuestra situación laboral y familiar. Cuando
le dije que tenía 7 hijos me contestó:
-¿Y es
que usted no tiene otra cosa que hacer?
Esto era el curso 1980-81.
El inspector me autorizó a dar las clases de sociales a 2a
etapa de EGB (6°, 7° y 8°) y durante 6 cursos
estuve en
esos grupos y materia. Después pasé otros 5
años
en Ciclo Medio (3°, 4° y 5°) y volví
otra vez a
las Sociales 5 años más de donde pasé
al 3°
ciclo de Primaria (5° y 6°) y el último
curso;
2000-2001 desarrollé un trabajo de grupos de apoyo.
Cuando
me vine a Abrucena desde la Vega me instalé en las casas de
los maestros. Mis hijos y los de las compañeras jugaban y
vivían como integrantes de una gran familia y nosotros los
mayores tuvimos una buena convivencia. No puedo olvidar la amistad de
dos familias fuera del ámbito
de los compañeros y la
inapreciable ayuda de la familia de mi esposo que siempre estaba
dispuesta ayudar cuando fuera necesario. La tita Chelo era la
imprescindible. Fue madrina de los mayores y a veces creo que le
tengo celos con mi hija mayor.
A los 14 años de vivir en
las casas de los maestros me vine a la vivienda que nos construimos.
A mis hijos y nosotros nos costó bastante trabajo dejar a
los
vecinos pues aquí ya nos coge más lejos.
Criar
y educar a 8 hijos y procurarles unos estudios no ha sido
fácil.
Los que han querido han ido a la Universidad y otros han estudiado lo
que les ha parecido mejor. Nunca los he obligado a algo que no
quisieran. Ya se han casado 5 de mis hijas, tres de ellas tienen:
niño y niña, niño y niña, y
dos niñas.
Dos de mis hijas casadas aún no han tenido hijos.
Pensar en
ayudarles, alegrarme con sus cosas buenas así como lograr
que
siempre continúe la armonía entre esta gran
familia es
la meta que me impuesto junto con mi esposo.
Ahora voy a contar
como ha sido mi OBRA. No tengo dotes para la música, la
danza,
el dibujo, la pintura, la elegancia ... He intentado trasmitir a mis
alumnos mis inquietudes respecto a la cultura, a ser buenas personas,
a luchar y no dormirme en los laureles. La parábola de los
talentos era como mi código. Les hacía ver que no
hay
que contentarse con "hacer' sino hacerlo lo "mejor".
Leyendo
algo sobre Da Celia Viñas (sólo una vez me
examiné
con ella y murió a la semana siguiente) supe que a sus
alumnos
del Instituto les decía que debían ser "personas"
y después que fuesen médicos, maestros, abogados,
etc.
esa idea me quedó fija y eso es lo que yo he intentado
siempre
con mis alumnos. Algunos han hecho carreras universitarias,
bastantes; otros se han dedicado a otros trabajos. Me alegra
encontrarmelos/as abrazarlos/as, felicitarlos/as.
En cuanto a mi
metodología he procurado según las directrices
marcadas, aunque dándole mi toque personal, y si un
día
toca un tema de Historia y ha ocurrido algo importante ese tema se
quedaba apartado y el día se dedicaba a lo actual.
También
he procurado hacer el aprendizaje lo más fácil y
ameno
posible. En la Vega los/as alumnos/as aprendían las
provincias
de España saltando a la "comba". Todavía las
recuerdan. Les he hecho aprender de memoria lo necesario pero me
interesaba también que aprendieran a "buscar". Me
hubiera sido más fácil darles cualquier dato pero
le
hacía buscar en libros o donde fuese posible lo necesario
para
hacer una redacción, un trabajo en equipo...vamos que en vez
de darle el "pez" les enseñaba a "pescar".
Decidí
jubilarme encontrándome gracias a Dios con facultades, sin
embargo, quise ser egoísta por una vez en mi vida. Pero 42
años de docencia marcan y aún no me acostumbro a
no
salir de casa por las mañanas, sueño con mi
trabajo,
con los problemas escolares ... casi todas las noches. Ya por fin, me
voy serenando y pienso que si en otro ámbito mi
colaboración
es necesaria haré lo que pueda gustosamente.
Mi nombre es Josefa.
A
los diez años de casarse, mi madre quedó viuda,
éramos
tres hermanos,
yo tenía seis añitos, mis hermanos
dos años y dieciocho meses.
A mi padre se lo llevaron a la
Guerra (Guerra Civil española), a un pueblo de Barcelona, y
ya
no lo volvimos ver más, nunca más supimos de
él.
Así que sin padre mi vida transcurrió muy triste,
ya
que desde pequeñita tuve que trabajar muchísimo.
Éramos
niños y niñas con edades de siete y ocho
años,
aunque de corta edad ya éramos buena mano de obra. Nos
mandaban a trabajar. Yo, concretamente tenía ocho
años
cuando iba a trabajar a la Sierra, a los Pinos. Cuando veo los
reportajes de la televisión donde los niños y
niñas
trabajan en el algodón, en las minas..., y son tan
pequeños,
yo me preguntó:
-¿yo también trabajé
siendo niña y sin tener infancia?
En aquel entonces nos
llamaban "LA BRIGADA DEL BIBERÓN", nombre que nos
puso el capataz. Me entristece mucho pensar cómo algunas
amigas del pueblo y yo estábamos en sobreviviendo con tan
duras condiciones sociales, nadie nos defendió, ni siquiera
se
dieron cuenta de que no teníamos infancia.
Cuando ya
contaba con diez años de edad, tuve que trabajar en el
Marquesado (Granada), segando a pleno sol del día, en unas
condiciones infrahumanas y como no estaba acostumbrada al sol me
salieron muchísimas
ampollas en los pies, tantas, que tuve
que estar dos o tres días sin trabajar. Cuando no trabajaba,
estaba al cargo de mis hermanitos menores, mientras mi madre
realizaba otras actividades, yo recogía almendras,
aceitunas,
sembraba pinos, ... bueno, de todo, ¡qué
cansancio!
Pero, pobre mi madre, cuando no había trabajo en
el pueblo de Abrucena, se iba a Huéneja a por cebada,
garbanzos,...al extraperio.
Recuerdo una noche que llovía
demasiado, había muchísimos truenos y
relámpagos.
Y mi madre no volvía. Yo lloraba abrazada a mis dos hermanos
pensando que mi madre no volvería jamás, pensaba
que
algo malo le había pasado. Cuando llegó me
abracé
a ella llorando.
Decir que nunca pude ir a la escuela, lo poquito
que sé, fue gracias a la escuela de adultos donde de
algún
modo revivo aquello que quise tener desde pequeña. Ya que
siempre fui analfabeta, sin comprender lo que era estar en esta vida,
tan solo trabajo, desilusión y penalidades.
Supimos que mi
padre había muerto, cuando mi madre al ver que no
volvía,
y se aceptó la Ley de pensión para las viudas, la
solicitó. Fue entonces, cuando mi madre tuvo que ir a
Barcelona, ya que para cobrar exigían que el marido
estuviera
muerto; un amigo y testigo declaró que lo vio morir, fue un
hijo de Domingo, el de Bernardina. Gracias a su testimonio, mi madre
cobró 15.000 pesetas y un millón y medio de
retraso.
¡Qué tristeza más grande no poder tener
a tu
padre!
Autobiografía.
"Entre
el prado Lazere está el Tajo de las Borrachera, Majada del
Muerto, Majada de los Corderos, Hoya Ventura, sembrada de centeno.
A
sus pies la Fuente del Espino, aquí se encuentran las dos
hermanas, están vestidas de novia de enaguas almidonadas,
rodeadas están con el manto blanco, en nuestra Sierra
Nevada.
Las zapatillas de ellas huelen a flores almidonadas, están
pisando las plantas y sus hierbas aromáticas" María
Martínez Martínez
Me
casé a los 25 años y me fui a vivir a La Mendoza
(cerca
del vivero de las Rozas) a los 10 meses nació mi primer
hijo,
y a los 14 meses otro y a los 2 años otro, así
hasta
completar nueve partos, de los cuales dos fueron abortos, bueno uno
de ellos no fue aborto, ya que murió a los cinco
días
de nacer. Durante aquellos cinco días le di de mamar pero no
me lo dejaban ver ni tocar, está enterrado en el cementerio
de
Almería. A los tres años tuve otro hijo con un
poco de
retraso, yo lo quiero mucho, al igual que a mis otros hijos, es
excelente, bueno y muy cariñoso con sus padres y
hermanos.
Decir, que yo he trabajado mucho en la casa y criando
animales, en el cortijo no teníamos ni agua ni luz y el agua
tenía que acarrearla del río,
¡subía por
una cuesta, !Qué "daba encanto"!, tremenda. La ropa
la lavaba en una balsa y mi hijo Paco, que es el mayor, lo
tenía
que atar a un tronco, ya que el niño se me echaba encima y
no
me dejaba lavar. Era pequeño. Luego me iba con los guarros,
cerdos, que iban en los capachos de una mula, yo iba andando hasta
llegar a Canjáyar, ¡desde La Mendoza! (Abrucena),
andaba
durante más de seis horas seguidas, ¡yo sola, por
esas
pendientes...!, bajaba la horrible cuesta de Canjáyar y
Ohanes
para vender los cerdos (salía a las cuatro de la
mañana
y luego por la tarde otra vez el camino de vuelta, lo más
cerca que vendía era en Abla y en Fiñana.
Cuando mis
hijos fueron más mayores, se dieron cuenta de las
penalidades
de su madre por aquel camino y de cómo trabajaba para
sacarlos
adelante. Me quitaron la marrana y fue entonces cuando mi marido se
dedicaba la ganado y yo a llevar mi hacienda, mi casa y
también
mis animales.
Hemos pasado mucho durante cuarenta años. A
mis hijos nunca les faltóeducación tanto en casa
como
en la escuela de la Sierra, yo siempre quise que aprendieran. Una vez
llevé a mi hijo José cogido de la oreja desde mi
cortijo a la escuela, ya que el niño no quería ir
y yo
me empeñaba en ello, no me pesa lo que hice con
él, a
los demás niños si les gustaba ir al colegio.
A mi
hijo Antonio, el último, que nació con retraso,
lo tuve
interno durante 4 años en el Colegio Reina Sofía
en
Almería. Todos los lunes tenía que llevarlo para
que lo
recogiera el taxi y se lo llevará al colegio, pero
¿cómo
lo llevaba?, donde yo vivía no había carreteras,
ni
caminos. Hable con todo el pueblo de Abrucena hasta que
conseguí
que una familia me ayudará para hacer una carretera o camino
para que el taxi pudiera venir a recoger a mi hijo al cortijo. Ya no
tuve que acarrear más a mi hijo a cuestas y bajarlo al
pueblo
para que fuera trasladado en taxi al colegio.
Cuando tenía
que comprar iba con mi mula al pueblo de Abrucena, a la tienda de
Angelitas o a la tienda de Félix "El Chato", los
caminos eran muy malos, había piedras, chinos,
¡¿cómo
serían?! Que Juan "El Tuerto" se cayó con la
mula y se mató en la Piedra de la Zorra.
Hemos trabajado y
penado mucho, con frío, nieve, hielo, tormentas, truenos,
calores intensos ... sin condiciones...
Cuando me pusieron el agua
mi vida cambió mucho, fue mi yerno, pusieron
una goma desde
la acequia, entonces fue cuando nacimos de nuevo.
Hace 16 años
que tengo luz en mi cortijo, antes me alumbraba con la luz de un
candil de gas, el gas lo compraba en la tienda de Félix, con
este gas todas las noches y después de hacer mis trabajos me
ponía a zulzir las ropas de mis hijos y marido hasta bien
entrada la madrugada, antiguamente las ropas se rompían
mucho,
no es como ahora.
Todas las noches guisaba una buena olla de
habichuelas y la comíamos de noche, calentita.
Cuando me
levantaba a trabajar a la oliva, los animales,..., luego preparar la
merienda para el trabajo y además tenía que hacer
mi
horná para que estuviera hecha por la mañana. La
gente
de otros cortijos y mi familia me decían siempre "Lourdes,
¡qué bien huele tu horná!".
Decir que a
pesar de tantas penalidades siempre fui una madre feliz con mis hijas
y mi marido.
Lourdes Torres "La de La Mendoza"
Autobiografia.
La década prodigiosa
Me llamo Encarna:
Nací
el día 26 de octubre de 1.954 en el cortijo de la Mendoza,
hoy
pleno Parque natural de Sierra Nevada. Hija de Francisco e Isabel.
Después de que mi madre estuviera todo el día
recogiendo patatas, fue un parto rápido, asistida por mi
abuela, pero no hubo ningún problema, ya tenían
otra
hija mayor. Estuve en el cortijo hasta los seis años, ya que
mis padres se compraron una casa en el pueblo; allí nacieron
mis dos hermanos menores.
Del cortijo de la Mendoza tengo un
recuerdo maravilloso, allí vivieron mis abuelos y
actualmente
pertenece a uno de mis tíos. Mi abuelo eran 8 hermanos,
pertenecía a una familia muy pobre pero alrededor del 1.910
se
emigró, junto con dos hermanos, a Nueva York, los hermanos
se
quedaron allí y actualmente no sabemos nada de ellos. Mi
abuelo, con el dinero que ganó se volvió a
España
y compró el cortijo, era la ilusión de su vida,
ya que
entonces los cortijos eran de los "señoricos" y
allí
vivían los colonos. Mi abuelo era él mismo su
propietario y su trabajador. En este cortijo se casó con mi
abuela, que era 12 años más joven que
él,
tuvieron 7 hijos, y para la época vivían bien,
tenían
dos árabes que trabajaban por la comida. Estalló
la
Guerra y se fueron mi padre y el hijo mayor, mi abuela estuvo dos
años sin saber nada, los creía muertos pero
regresaron
bien. Mi abuela había prometido velar un santo con flores y
velas durante toda la noche, por un lado rezando, y por otro la
fiesta con comida y guitarras, ¡vamos, una fiesta!, invitaban
a
vecinos y amigos, recuerdo haber ido a más de una.
Después
vino la posguerra. Contaba mi abuela y mi padre, que como ellos
tenían comida ya que mataban a sus cerdos, pues que
venían
los desertaos y se lo llevaban todo, tanto jamones, como patatas,
como aceite, cosas materiales que mi abuelo había
traído
de Nueva York, prismáticos, escopetas de caza, ropas, etc.
Lo
pasaron muy mal.
Cuando era pequeña me quedaba a dormir
allí, porque como íbamos a recoger "la bellota".
Para arriba subíamos en los burros, para bajar el cortijo
nos
pillaba mas cerca. La bellota era del pueblo, pero estaba vigilada
por ICONA, durante todo el año la protegía un
guardia
de montes, para impedir así que las personas no se la
llevarán, en el mes de noviembre se daba permisos a todos
para
que la recogieran. Se recogía a las 12 de la noche, y era
cuando mi padre aparejaba los burros y nos marchábamos al
monte, cuando llegábamos nos ponía a los burros
atados
a una encina a mi hermana debajo de otra y a mí con otra y
así
cuando viniera el día poderlas coger; pero cuando se
empezó
a ver, miré para arriba y me di cuenta que había
un
muchacho subido dormido, ¡yo que había estado toda
la
noche guardándola, no me sirvió de nada!. Mi
hermana
empezó a reír muchísimo, tanto, que no
volvía
en sí, mi padre pensaba que era de la anécdota,
pero
era del frío, se quedo helada, si no empiezan a pegarle se
queda congelada.
Mi
madre trabajaba con mi padre en el campo, ya que esta era la fuente
de ingresos; entre mi hermana y yo llevábamos la casa y el
cargo de mis hermanos, entonces la vida era diferente a la actual, no
teníamos agua corriente había que ir muy lejos a
coger
agua y a lavar al río, nos tirábamos todo el
día
para que la ropa se secara y pesara menos. Durante las matanzas para
poder lavar las tripas teníamos que romper los hielos del
río.
Respecto a la luz eléctrica solamente teníamos
por la
noche. Para poder hacer de comer utilizábamos el fuego de
leña,
más de una vez tuvimos que ir mi hermana y yo
a la Sierra a por leña. Cuando hacíamos la comida
teníamos que llamar a una vecina para que la
apartará
del fuego. El cambio en unos años fue muy brusco, de no
tener
agua ni luz a tener agua, luz, butano, televisión ... todo
era
una maravilla, y hoy aún damos gracias a la vida por todas
las
comodidades que tenemos.
Recuerdo el mayor disgusto que tuvimos mi
hermana y yo, se nos perdió mi hermano. Mi hermana le
regañó
y él se metió en el gallinero y se
durmió, el
gallinero era muy pequeño. Todos los vecinos
buscándolo,
llegaron mis padres del campo y aún no había
aparecido,
hasta que se despertó y salió sólo.
Fui a la
escuela hasta los 13 años, los niños iban a una y
las
niñas a otra, nunca juntos. Mis hermanos si estudiaron.
En
los ratos libres jugábamos a la rayuela, al escondite, al
salto el uno, la gallinica ciega, al borrego, alza la piedra, un dos
tres chocolate inglés, inchate sapo, al zurro, las canicas,
las chapas, al corro de la patata, estando el señor don
gato,
al patio de mi casa, al pan duro,..., y muchos más. Algunos
de
estos juegos eran solo de niños. Recuerdo mi primer juguete,
una muñeca de cartón, a la que lave y me quede
sin
nada.
También recuerdo los guateques, aunque yo era
pequeña, pero me juntaba con mi hermana y sus amigos y me
dejaban entrar. Dos amigos de mi hermana se compraron un
magnetófono
¡y menudas fiestas liaban!, siempre en casa de alguna amiga,
pidiendo antes permiso a sus padres. En casa de mis padres echaron un
suelo de cemento, y de tantos bailes se le dio un brillo que,
¡ni
con la pulidora!, ¡pero, qué bonito era! .
También
se realizaban fiestas en las fiestas patronales, se hacían
toros en la plaza del pueblo, traían tablones, que
después
se adornaban con sillas y colchas para ver los toros.
En los años
60 no había radios en el pueblo y mi padre se
compró
una, todos los vecinos iban a oírla y por, eso le llaman
"Paco, el de la radio"
Esto fue por poco tiempo porque
me eché novio muy joven, con 15 años ya nos
formalizamos; estuvimos 9 años de novios, durante todos esos
años. Nos veíamos mucho, pero siempre con
carabina
"guardando la cesta" hasta la misma semana de la boda, ¡Era
una pesadilla!, incluso para ir al baile íbamos
acompañadas
de las madres.
Mi primer trabajo fue poniendo pinos en el Coto,
íbamos andando. Pero un día decidieron poner
camiones,
idea que a mi padre no le gusto nada cuando nos vio bajarnos del
camión a hombres y mujeres juntos, no estaba dispuesto a
consentirlo. Este hecho hizo que nos comprara una máquina
tejedora a mi hermana y a mí, nos pusimos a tejer jerseys y
fue nuestra salvación, pues en aquella época se
vendían
bien y nos permitía tener dinero todos los días
sin
tener salir de casa. Me saque el titulo de corte y
confección,
de bordar a máquina, por lo que ampliamos el taller, nos fue
muy bien.
Durante los años 70 y 80 cuando nos íbamos
a casar las novias exponíamos el ajuar que era toda una obra
de arte montarlo. Lo hacíamos en el dormitorio
más
grande de la casa donde previamente con cuerdas habíamos
tejido techo y paredes y allí exponíamos en el
techo
las mantelerías con las servilletas colgando y en las
paredes
las colchas y demás complementos y después se
hacia un
tablao de 75 cm de alto del suelo donde se ponían las
sábanas
y demás objetos.
Todo esto se mostraba a las personas que
iban a hacerle la visita a la novia y se enseñaba el ajuar
que
desde niña habíamos ido elaborando con tanto
esmero e
ilusión.
Encarna Martínez
Autobiografía.
Escapada de amor.
Nací
en el año 1.952, fui la menor de ochos hermanos. Me
crié
regular pues en aquellos años de Dictadura, nadie nadaba en
la
abundancia, mi padre era el electricista del pueblo. Estudié
en la escuela del pueblo y cuando cumplí 12 años
me fui
a' Guadix a la casa de un hermano, allí continué
mis
estudios durante dos años más.
A los 14 años
conocí a Manuel y me enamoré de él.
Circunstancia que nos acarrearía algunos problemas ya que
mis
padres no querían que tuviera novio, ellos
querían que
yo estudiará, pues mis hermanos ya estaban todos casados y
sólo quedábamos solteras una hermana y yo. Por
aquel
entonces mi padre se jubiló y mi familia decidió
ir a
vivir a Almería. Yo se lo comuniqué a Manuel y
juntos
decidimos que no queríamos estar separados y que
teníamos
que hacer algo al respecto.
El día que íbamos a
partir para Almería mi familia y yo -el 3 de febrero de
1.969-, yo no estaba allí. La noche anterior Manuel y yo
habíamos decidido que nos fugábamos y lo
preparamos
todo. Yo cogí una maleta y la baje a los bajos de mi casa,
luego nuestro mejor amigo, esa misma noche fue a buscarla y se la
llevo a sus casa. Nosotros mientras tanto salimos de mi casa
acompañados de mi sobrina, pues no nos dejaban salir solos,
para ir al café a ver la televisión, ya que era
el
único lugar del pueblo donde había
televisión y
era la costumbre de las personas jóvenes y no tan
jóvenes
ir allí a pasar el rato. Cuando fueron las 12 de la noche
nos
fuimos a casa de nuestro amigo, recogimos las maletas, y él
llamo un taxi para que nos llevará a Guadix.
Ya en Guadix
buscamos una pensión y dormimos allí, fue mi
primera
noche. Por la mañana nos fuimos a la estación,
donde
pasamos todo el día pues el tren salía a las 8 de
la
tarde, solo pudimos comer en la cantina una ensalada de tomate y
atún, pues no teníamos dinero para mucho
más. Al
fin llegó el tren y nos subimos camino de Barcelona, sin
comida y sin nada. Cuando llevábamos 5 horas de viaje se
presentó un policía secreta y nos
pidió el
carnet de identidad, él si tenía carnet pues
tenía
entonces 19 años pero yo no, pues sólo
tenía 16
años y era menor de edad. En ese tiempo había
Estado de
Sitio y no se podía viajar de una provincia a otra si eras
menor de edad, sólo con autorización de los
padres, y
claro, yo no llevaba porque me había fugado.
El policía
nos engañó diciéndonos que cuando
llegásemos
a Barcelona llamaría a mis padres para ver si nos dejaba
continuar el viaje, pero nos llevo directamente a la
comisaría
donde pasamos la noche con muchísimo frío y sin
comer
nada. Al siguiente día nos trasladaron a los calabozos de la
Vía Layetana, allí nos separaron, a mí
me
metieron en una celda de mujeres y a él con los hombres;
estábamos dos pisos bajo tierra, nos tomaron las huellas y
nos
trataron muy mal, dormíamos en el suelo y no
teníamos
ni para lavarnos, nos daban de comer en un plato de aluminio que nos
metían por la reja de la puerta.
Manuel estuvo cuatro días
encerrado casi no le daban de comer y lo trataban muy mal. La
policía
fue a buscar a su hermano que vivía en Terrassa, sin darle
ninguna explicación lo montaron a la fuerza en el jeep y se
lo
llevaron a comisaría. Allí le dijeron que Manuel
estaba
detenido y lo que tenían que hacer para sacarlo, cuando lo
tuvieron todo arreglado, su hermano y su mujer fueron a Barcelona lo
sacaron del calabozo y se lo llevaron a su casa de Terrassa.
Yo,
el día anterior de que él saliera del calabozo
fui
trasladada en un furgón, pasamos por la cárcel
modelo a
dejar a otras personas y después me llevaron a un
reformatorio
y allí me dejaron.
El reformatorio estaba dirigido por
monjas, estábamos sobre unas cien niñas. Nos
hacían
trabajar muchísimo, hacíamos unas cajas de
galletas
llamadas "222", la cola que utilizábamos para
pegarlas hizo que me enfermaran las manos, dormíamos cada
niña
en una cama, pero todas en una habitación grande custodiada
por dos monjas que nos acostaban a las 9 de la noche y nos levantaban
a las 7 de la mañana para trabajar, nos daban muy mal de
comer.
Se estaba tan mal en el reformatorio que incluso algunas
niñas se fugaban, ayudadas por las demás.
Hacíamos
unas cajas grandes para meter las "cajas 222", pues bien,
dentro de las cajas grandes se metía dentro la
niña que
quería fugarse del reformatorio y cuando venían
los
camioneros se llevaban las cajas grandes con la niña dentro,
previamente les habíamos avisado a los camioneros, por si
notaban que la caja pesaba demasiado. Yo nunca pensé en
fugarme pues sabía que ni mi padre ni mi novio me iban a
dejar
que pasara allí mucho tiempo.
Durante los 20 días
que estuve en el reformatorio, Manuel y su hermano iban a verme y me
llevaban comida, pero nunca me dejaron verlos y tampoco me dieron la
comida que me habían llevado.
La
dirección del reformatorio llamó al Ayuntamiento
de
Abrucena para informar a mi padre de toda la gestión de
papeleo que tenía que hacer para poder sacarme, tarea nada
fácil debido a los tiempos que corrían.
Cuando todo
estuvo solucionado mi padre y Manuel fueron a sacarme. Fuimos a
Terrassa a casa del hermano de Manuel donde nosotros
queríamos
quedarnos, pero no pudo ser, pues mi padre no nos quiso dejar y nos
llevo al pueblo para que nos casáramos, y ordenó
que
cada uno viviera en su casa hasta el día de la boda, la cual
se celebró el 18 de marzo de 1.969. Después de la
boda
pasamos en el pueblo 10 días, transcurridos estos nos
fuimos a Terrassa donde había mas trabajo.
Estuvimos tres
años viviendo en casa de mis cuñados, que tanto
nos
habían ayudado. Nos ofrecieron su casa, su apoyo y su ayuda,
fueron como unos segundos padres para nosotros, gracias a ellos
encontramos trabajo y conseguimos ahorrar dinero para comprarnos un
piso. Manuel trabajaba 10 horas diarias y trabajaba toda la semana
incluidos sábados, ganaba 2.000 pesetas a la semana. Yo
también trabajaba y ganaba 900 pesetas a la semana, con lo
mío
comíamos y lo de el lo ahorrábamos.
A los 4 años
de estar casados nació mi única hija, fue lo mas
hermoso que me ha pasado, tener a mi hija y casarme con mi marido.
Mis dos grandes amores, mi hija y mi marido. El tiempo que pasamos en
Tarrasa fue maravilloso, aunque trabajábamos mucho, pero
siempre teníamos la ilusión de volver a nuestro
pueblo
y cada vez sentíamos más nostalgia. A los diez
años
de estancia en Tarrasa decidimos volver a nuestro pueblo Abrucena,
para ello vendimos nuestro piso, y con el dinero de la venta
compramos una panadería en la que hemos estado trabajando
durante 24 años, pero siempre juntos con ilusión
y con
mucho amor.
El día 2 de enero de 2002 vendimos la
panadería, llevamos casados 34 años y 34
años
trabajando. Hemos dejado de trabajar mi marido a los 53 años
y
yo a los 50. Ahora vivimos en nuestra casa, que hemos construido con
mucha ilusión durante todos estos años. Nuestra
única
hija se ha casado y desearía que fuera todo lo feliz que soy
yo.
Somos felices, pues para ser felices hay que amar y ser amados
y nosotros nos queremos mucho y queremos mucho a nuestra hija y a su
marido.
Josefa Molina Hernández
Me
llamo Isabel Guindo, cuando tenía 15 años me
llevaron
al colegio Reina Sofía, en Almería, este colegio
era
para niñas como yo. Allí no lo pasé
muy bien ya
que me pegaban mucho y yo lloraba. Cuando se lo decía a mis
profesoras no me hacían caso, ¡ellas estaban tan
tranquilas!, me sentía desdichada y triste porque no me
hacían
caso. En este colegio me castigaban mucho y me decían que yo
era muy mala.
Una vez me quitaron un vestido nuevo, aquel que me
compró mi madre, yo se lo dije a las maestras, pero no me
hicieron caso. Me encerraban en la habitación, y yo lloraba
y
lloraba.
Se lo conté a mi primo, también le dije que
me quería ir de allí, porque había una
gente muy
mala. Entonces fue cuando mi primo habló a mi padre del
problema que yo tenía en aquel centro escolar y me
sacó
de allí.
Ahora vivo con mi madre, a la que quiero mucho, y
con mi hermano. Mi padre ya no está con nosotros, ya que
murió, pero desde el cielo ve lo que yo hago. Le recuerdo
mucho, ya hace seis años de ello. También
murió
mi abuela cuando yo tenía cuatro años y el padre
de mi
madre se murió en Tarrasa.
Ahora voy al centro de Educación
de Adultos y me siento feliz con todas mis compañeras y
maestra, además de con mi madre y hermano. ¡Soy
feliz!
Isabel Guindo
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