José Martínez Álvarez de Sotomayor

POETA 

ORGULLO LABRADOR
Por el camino anchuroso
de mi brega y trasiego,
marcho firme y orgulloso,
con el sostén poderoso
de mi vara de labriego.

Y no encuentra valladares
mi orgullo, cuando camina
luciendo por los lugarses
mi cuaquetón de alamares
y mi capa campesina.

No tengo envidia al señor
más encumbrado y austero;
porque tengo a tanto honor
el ser un buen leñador
que ser un gran caballero.

Sólo anhelo trabajar
en una plácida vida
y lo bastante afanar
para que siempre en mi hogar
haya una brasa encendida.

Porque el hombre labrador
no es sólo el que tierra labra;
es el hombre cumplidor
que empeña todo su honor
cuando empeña su palabra.

Es el hombre bien nacido
que no tiene más anhelos
que llevar bien merecido
su pintoresco vestido
y el nombre de sus abuelos.

El que puede descansar
sin miedo a nadie y a nada
que le pueda despertar,
y duerme de par en par
la puerta de su morada.

Es el que al anochecer,
cuando se ve el firmamento
de estrellas resplandecer,
sabe en sus luces leer
señales de lluvia y viento.

El que dice lo que siente,
cause bien o cause enojos,
y con la faz sonriente,
habla y mira frente a frente
poniendo el alma en los ojos.

El que a la luz del lucero
su abriga cama abandona,
sin pereza el año entero,
y cuida más de su apero
que de su propia persona.

Es aquel que en su faena
canta a la tierra y la arrulla
como a una moza morena,
y cuida la hacienda ajena
como cuidara la suya.

Es el que no puede ver
a nadie faltas pasar;
y, por extraño poder,
tiene siempre, sin tener,
alguna cosa que dar.

Ese es el hombre de honor
con aire y porte campero
y arrogancias de señor,
que sabe ser labrador
y sabe ser caballero.