José Martínez Álvarez de Sotomayor
POETA
Tomado del Canal Alma Campesina que dirigía Luis Cuevas López en Jubilatas.com. Site desaparecido."EL POETA EN SU RINCÓN"
Prólogo de ALMA CAMPESINA por Diego San José. DIEGO SAN JOSÉ. Madrid, 15 de septiembre de 1930
Don José María Martínez Álvarez de Sotomayor, es un hidalgo andaluz de los
de rancio abolengo que vive apartado de la vorágine del mundo en su rincón
solariego de Cuevas del Almanzora, en tierra de Almería; no tiene más afanes
que el amor de los suyos, el cuidado de su hacienda y la devoción fanática al
suelo en que se meció su cuna.
Es regionalista por temperamento, por convicción de su espíritu y por la
fuerza de la sangre, per osin el desprecio ni el rencor hacia la patria grande
de que hacen cínico alarde otros regionalistas, sórdidos con el pequeño
tesoro de su feudillo y de cuya política antiespañola más vale no acordarse.
El terruño en que vive y se desplaza don José Martíne Älvarez de Sotomayor,
era rico en tiempo no muy lejano; ahora es pobre, tan pobre que se muere de
hambre y de sed, sin que el cielo quiera darle un poco de agua. Y cuando todos
huyen de la miseria y de la desolación, emigrando a otros lugares allende el
mar, Sotomayor como un buen hijo se queda abrazdao a la madre para llorar con
ella, para consolarla con sus cantares y mentirle la esperanza que él no abriga
en su pecho, de que volverán los días prósperos y felices, llenos de
abundancia y alegría. Pero él a solas no deja de llorar como irremediable el
bien perdido; se recoge en su huerto, y sobre los bancales secos y los tallos
marchitos exprime, por decirlo así, la poesía que tiene el campo, las
pesadumbres, las alegrías y las angustias de la gente campesina, y las cuaja en
estrofas admirables; bravías como el suelo que las inspira y ardientes como el
sol que las abrasa.
Viene poco a Madrid porque los aires cortesanos le llenan de nostalgia y de
pena; le parece que mientras él está holgándose por acá, rodeado de cuantos
le queremos bien, su madre tierra sigue padeciendo con los ojos secos, porque ni
para llorar tiene agua, y allá se va a darle consuelo con arrullos como éste:
......"plaño en los breñales donde el canto vibre
arrastrando aromas de albaida y resina;
Yo no canté nunca más que al aire libre
como los que tienen alma campesina.
...........................................................
"Y este canto mío la virtud encierra
de que brota él solo cual silvestre flor;
por eso he vivido cantando a mi tierra
más que le ha cantado ningún trovador.
De no tener lira, mi alma la hiciera
por no dejar nunca de ser campesina,
con tres tallos verdes de una enredadera,
tersos a lo largo de una vieja encina.
Siempre sentí una gran devoción por la poesía regional porque aparte de ser
la más honda por brotar de las fuentes del corazón, tiene para los extraños
el encanto "folklórico" de decires y costumbres, que ofrece una
pintura de la región que canta; y entiendo que el poeta regional ha de ser un
tanto misántropo, apegado al terruño, fuera del cual no se halla. Así lo
fueron Mistral en Provenza, Maragall y Verdaguer en Cataluña, Rosalía de
Castro, Pombal y Curros Enríquez en Galicia, Marcos del Torniello en Asturias,
Gabriel y Galán en Extremadura, Vicente Medina en Murcia y Sotomayor en Cuevas
del Almanzora.
Aquellos ingenios y éste, excepción de Curros y de Medina, que por mandatos de
la vida antes que por impulsos del corazón abandonaron el pueblo de su
nacimiento avecindados estuvieron de continuo en sus lugares, y no siendo allí,
su estro permaneció mudo y triste, acuciado siemprre por el ansai de volver
hacia su nido.Por esto sinttieron más hondamente la voz de la tierra y
respondieron con la misma ternura con que responde el niño a la madre que les
tiene constantemente junto a sí.
Nunca olvidaré como llegué a trabar amistad con Sotomayor, porque desde el
punto y hora en que tuveesta ventura fue un amigo fraternal que se me entró en
el alma con el regalo de sus versos campesinos.
Fue en "El Gato Negro" café de Madrid que es punto de reunión de
literatos, de artistas y de actores; mito de aquel "Parnasillo! que
inmortalizaron Espronceda, Fígaro, Zorrilla, Bretón y demás príncipes de
nuestras letras en la primera mitad del sigl XIX.
Como satélites de astros de primera magnitud de la talla de Benavente, Valle-Inclán,
Unamuno, Ramón y Cajal y Romero de Torres, teníamos nuestro cenáculo
aparte,el inolvidable y fraternal Andrés González Blanco, muerto en la flor de
la mocedad y en la madurez de su sabiduría y al que siempre lloraré como a
hermano y maestro; Ramírez Ängel, que tambiénha pagado el tributo a la muerte
en plena juventud;Mario Albar, un gran actor que a estas fechas ha dejado la carátula
por la ciencia médica; Antonio Rey Soto, poeta y clérigo como Lope y Calderón,
y una decena más de amigos al margen de las letras entre los que descollaba
Antonio Albea, culto aficionado y paisano fraternal del autor de este libro.
Continuamente nos hablaba de Sotomayor: crecieron y se criaron juntos en el
mismo suelo y bajo el mismo sol.......eran como hermanos.....Pero como Sotomayor
estaba lejos y conocíamos las vehemencias de Albea era lo cierto, que ni le hacíamos
gran caso, porque este hombre habla bien de todos sus amigos por el solo hecho
de serlo, aunque a veces en el fondo de su conciencia y de su gran espíritu crítico
no esté muy conforme (él no lo manifiesta nunca) con los méritos logrados en
el ramo a que aquéllos se dediquen.
Y un buen día he aquí lector hermano, que se nos presenta Albea acompañado de
un simpático individuo, y dándose tono a si mismo exclama, arrojando
materialmente sobre nosotros a su acompañante:
-¡El poeta Sotomayor¡Y nosotros, con una travesura de muchachos (los que
quedamos todavía nos hacemos la ilusión de que lo somos), nos guiñamos
disimuladamente un ojo, sobre todo el malogrado Andresito y yo, como diciendo:
Vamos a ver si es verdad.
Primeramente, claro es, hubo una breve charla cortesana y discreta de simple
presentación y de amable acogida al forastero, y ya en ella, amena y simpática
por parte de Sotomayor, supo éste apuntarse unos tantos a su juego.
Pero nosotros queríamos en seguida al poeta; el hombre no nos interesaba de
momento; y ek poeta, acuciado por su camarada y paisano, recitó unos
versos.....no estaban mal........y luego otros que estaban un poco mejor, y
después "Los lobos"....Ya nos pusimos serios y acercamos más las
sillas, y a continuación "La Seca" y detrás "El leñaor",
y "Pan de sierra", y "Feico" y todo lo que quiso.
- Esto no se puede quedar entre nosotros- exclamó González Blanco.
Esto lo debe conocer la gente desde la tribuna del Ateneo - apoyó Albar.
Y pocos días después, la musa de Sotomayor triunfó plenamente en el mismo
lugar en donde antaño fueron glorificadas las de Zorrilla, Núñez de Arce,
Campoamor y Rubén Darío.
Publicó de allí a poco aquel hacecillo de flores frl Parnaso con el título de
"Rudezas" apadrinado por el inolvidable González Blanco y el gran
Villaespesa, que tendió al poeta nuevo su diestra de gran pontífice de la
lirica española.
Algunos meses después, Sotomayor que apenas si había visto teatro en toda su
vida, de una de aquellas poesías hizo un drama lleno de emoción, con la misma
soltura que si fuese un maestro en el arte de hacer comedias; se la presentó el
gran trágico Enrique Borrás y triunfó en el escenario inmortal del teatro
"Español" como había triunfado en la docta tribuna del Ateneo.
Logrados sus sueños cogió los laureles, y calladamente, como había venido a
la Corte se partió de ella restituyéndose a su "Calguerín" a
paladear con los suyos las mieles del triunfo y a sembrar silenciosamente , sin
prisa, nuestras flores en el huerto de su ingenio.
Y la cosecha de aquella siembra, es, amigo lector, el libro que tenéis entre
las manos...
¿Qué podré yo decirte de las poesías que le forman, sino que como he tenido
la uerte de ser el primero en leerlas, forzosamente he sido también el primero
en admirarlas......'
Tanto las admiré que se me han metido en el alma, y a mí mismo me he declarado
algo así como hijo adoptivo de Cuevas, pues que leyéndolas he padecido el
tormento de la sed que aquel pueblo padece y he lamentado la inundación de sus
mimas como si tuviese inútiles acciones de ellas y he llorado el éxodo de los
naturales a patrias extrañas, que acaso no son más feraces porque reciben en
abundancia el agua del cielo sino porque los doloridos emigrantes al tiempo de
labrarlas, las riegan con agua de sus ojos, vueltos siempre hacía donde cae la
patria querida que se vieron obligados a abandonar dejándose en ella pedazos de
su corazón y regueros de su sangre.
De entre todas las composiciones que forman este florilegio, ¿de cuál habré,
señor, de hacerte particular elogio, si todas son magníficas, si todas son
flores del campo maternal recogidas por un buen hijo para volver a ponerlas como
ofrenda en el regazo de la misma madre..............?
Muchas tienen espinas........pero ¡qué bien huelen todas¡.......y más que
fragancia de los capullos, francamente abiertos, es olor de la tierra en que se
han criado.
Pensaba en cogerte unas pocas, pero, ¿en qué han pecado las demás para
quedarse atadas en el ramillete......? Lo más acertado será que tú las tomes
sin mirarlas; ya verás cómo aquell que tengas ante los ojos siempre te parecerá
la más linda.
Y permíteme que haga aquí punto, hermano lector, tanto porque no espere más
el poeta, como por obedecer a -Quevedo, que tiene dada orden, muy severa y
justa, de que nose te incomode con prólogos laros.
DIEGO SAN JOSÉ
Madrid, 15 de septiembre de 1930
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