675 a. d. Cristo a finales de siglo VI a.d.C
Según Almagro-Gorbea <http://terraeantiqvae.com/group/hispaniaprerromana/forum/topics/la-necropolis-de-medellin#.UNBNHORJ3ow> el asentimiento de Medellín (Conisturgis), provincia de Badajoz, es una colonia Tartesia, cuya población viene de la ciudad de Carmona y se establece hacia el 675 a. d. Cristo. Son visibles síntomas de crisis hacia el 575 a.d.C., aunque el peor momento es a fines del siglo VI. Llegó a tener unos 1500 habitantes, Reproducimos más abajo una seríe de extractos, en lo referente a la situación social de las mujeres, de un interesante artículo del autor a partir de análisis de una necropolis del yacimiento.
Resumiremos previamente algunos de las conclusiones que estimamos más intersantes:
El número de mujeres y varones enterrados en similar lo que indica una "aparente igualdad de hombres y mujeres en el ritual de enterramiento, que refuerza otros indicios sobre la importancia de la mujer en la sociedad tartesia de Extremadura, como son las ricas tumbas femeninas de Aliseda".
Los escasos niños o niñas que aperecen en los enterramientos lo hacen siempre junto a mujeres que podrían ser sus madres.
Las mayores tasas de mortalidad de la mujer (excepción hecha de la niñez de la que no se tienen datos fehacientes) se da en la época de mayor núemero de partos (12-40 años) y asociadas a los mismos. Parece también que la edad de matrimonio de la mujer muy joven. La mayor mortalidad entre los 30-40. Las más longevas en torno a los 60 y pocos.
La esperanza de vida de las mujeres era menor que la de los varones (en al menos unos 6 años), sin embargo si llegan a los 40 las mujeres viven más que los hombres.
Las mujeres han desarrollado una importante actividad física, seguramente por la dedicación a las tareas agrícolas.
La alimentación vegetal era mayor que en la actualidad, pero menor que en otras sociedades prehístorias, es decir había un significativo aporte de proteinas animales.
Entre las enfermedades que se han podido estudiar destacan las referidas a la boca y a los huesos. Problemas adicionales para la salud son indicadas por la presencia de metales pesados en los cuerpos, debidos a distintos procesos relacionados con el trabajo de la mineria, y el paludismo asociado a los humedales cercanos.
Extractos de "Paleodemografía de la necrópolis tartesia de Medellín (España)." Almagro-Gorbea, Martín. Revista de Demografía Histórica, Volumen XXVIII, Ejemplar 1, p.33-69 (2010)
http://www.adeh.org/?q=es/contenido/paleodemografia-de-la-necropolis-tartesia-de-medellin-espana Página vista el 18 de diciembre de 2012.
3. CARACTERÍSTICAS DEMOGRÁFICAS DE LA POBLACIÓN DE MEDELLÍN-CONISTURGIS
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El análisis realizado por J. M. Reverte (2008) de los restos antropológicos de los 258 conjuntos identificados en Medellín, con un análisis de control de D. Chinea, ha permitido identificar 188 individuos, aunque 36 casos son de edad incierta3 —, un 19 % del total, inútiles para la mayoría de los cálculos demográficos, por lo que la población útil se limita a 76 varones (M) —incluido uno de 8 años de edad—, y 69 mujeres (F) de sexo conocido, más 8 infantiles (N) de menos de 5 años: en total, una muestra de 145 individuos clasificables por sexo, o bien de 152 de edad conocida (Figura 4 y Tabla 2).
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3.1. Proporción hombres/mujeres
El índice de masculinidad en Medellín (V/H* 100) ofrece una proporción de 110 hombres por cada 100 mujeres, 76 hombres frente a 69 mujeres, que suponen un 52.4 y 47.6 % respectivamente. El resultado es aceptable si se compara con poblaciones de áreas cercanas del siglo XVII, como Mérida (Rodríguez Grajera 1969: 47) o Mocejón, Toledo (Pérez Moreda 1980: 142-143).
Este índice difiere del de otras necrópolis protohistóricas de la Península Ibérica. El índice de Pozo Moro es de 210:100 a favor de los hombres, pero la necrópolis de Carratiermes en Soria (Reverte 2001: 294) ofrece una proporción semejante a la de Medellín, de 180 hombres y 189 mujeres, un 48.8 % y un 51.2%, con un índice 95:100, dato que sorprende en una necrópolis protohistórica. Si se confirma la validez de estos datos, se deduce la aparente igualdad de hombres y mujeres en el ritual de enterramiento, que refuerza otros indicios sobre la importancia de la mujer en la sociedad
tartesia de Extremadura, como son las ricas tumbas femeninas de Aliseda (Almagro-Gorbea 1977: 220) y del Tajo (Pereira 1989; Martín Bravo 1998), hecho que parece remontarse a la Edad del Bronce, según indicarían las estelas diademadas (Celestino 2001: 233 s.) y las joyas de oro, que documentan la relevancia social de la mujer en el Sudoeste de la Península (Almagro-Gorbea 1977: 61; Ruiz-Gálvez 1992), que perduró hasta la sociedad ibérica (Chapa e Izquierdo, eds., 2009).
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3.2. Mortalidad infantil
La mortalidad infantil y juvenil (hasta los 10 años) está infra-representada en Medellín, pues 6 de los 9 casos constatados estaban con una mujer, que cabe suponer que sería su madre (Tabla 2). En consecuencia, sólo corresponden a niños un 4.8 % de los 188 restos identificados, por lo que la proporción de niños menores de 10 años es muy baja...
En consecuencia, el bajo número de enterramientos infantiles de Medellín no refleja la mortalidad infantil real, que sería mucho mayor si se compara con poblaciones semejantes preindustriales, en las que puede calcularse en torno a un 50 % del total de las defunciones...
...se desconocen los ritos tartesios de enterramiento infantil (Torres 1999), salvo la costumbre de enterrar en
Medellín a niños pequeños con su madre, quizás tras la muerte conjunta de ambos,...
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3.3 Mortalidad por edades y sexos
La distribución de muertos por edades permite conocer las tasas y cocientes de mortalidad con el método de corrección utilizado. Destaca la baja mortalidad al salir de la infancia, que se traduce en ausencia de restos de hombres desde los 10 a los 20 años. No ocurre lo mismo entre las mujeres, pues aumenta la mortalidad al iniciarse su edad núbil, antes de los 15 años, como indican los restos de una jovencita de 10-12 años del conjunto 85C-21, ya con ajuar de mujer. Hay otra tumba de una
persona joven, de 10-15 años de edad, de sexo indeterminado según el análisis antropológico, pero con ajuar femenino. Estos datos indican una tradición de matrimonio muy temprano de la mujer, probablemente al entrar en la edad núbil (Hassan 1981: 127 s.), costumbre habitual en poblaciones orientales, por tanto perfectamente aceptable en el Medellín tartesio. Sabemos, por otra parte, que la primera menstruación se adelanta en casos de un alto consumo de proteínas (Nag 1962), hecho que sería aplicable en estas tumbas a juzgar por el elevado estatus social que indica su ajuar. La costumbre de desposarse al llegar la pubertad junto a una intensa actividad de procreación explicaría la elevada tasa de mortalidad femenina de Medellín, quizás un rasgo característico de su demografía.
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Las mujeres padecen una tasa de mortalidad doble que los hombres entre los 10 y los 40 años, a causa de la alta mortalidad y morbilidad genésica y maternal típicas de toda época anterior a la actual (Hassan 1981: 123, 128 s., fig. 8,2; García Merino 1974: 34, etc.).
Entre los 30 y 40 años la mortalidad es muy elevada entre hombres y mujeres, pero en éstas alcanza casi el 50 % del total, mientras que entre los hombres sólo es del 29 %. Sin embargo, en el decenio siguiente la tendencia se invierte: entre los 40 y 50 años fallece el 46 % de los varones de esa edad, mientras que sólo el 17 % de las mujeres, pues se constata un claro descenso de la mortalidad femenina tras la fase de maternidad.
A pesar de la imprecisión del método y del reducido número de individuos que componen la muestra, estas cifras reflejan en Medellín la mayor supervivencia de hombres frente a mujeres, cuya explicación debe buscarse en tasas de partos y abortos elevadas, que explicarían el elevado índice de mortalidad femenina y su brusca detención al finalizar los años fértiles de la mujer. En este sentido, en Medellín, como en Pozo Moro (Almagro-Gorbea 1986: cuadro III), el índice de mortalidad entre hombres y mujeres se iguala en los años finales de la vida, pues de los 4 supervivientes de 60-70 años de Medellín, dos son hombres y otros dos mujeres, hecho que también se constata en Carratiermes (Reverte 2001: 294) y en Pozo Moro (Almagro-Gorbea 1986).
Las diferencias de mortalidad por edades entre hombres y mujeres, en ausencia casi total de datos originales sobre la mortalidad infantil y juvenil de la población enterrada en la necrópolis, sólo pueden ser observadas a partir de los 20 años, edad en que aparecen los contrastes habituales, que se explican por la mayor morbilidad peripuerperal de la mujer (Tabla 4). En Medellín esta diferencia todavía resulta más acusada que en otros yacimientos, pues entre los 15 y los 40 años muere casi el 75 % de las mujeres, frente a poco más del 35 % de los hombres de edad bien determinada, lo que indica una intensa actividad reproductora de la mujer con el consiguiente aumento de la tasa de mortalidad, que en ambos casos aparece reforzada por la ausencia de población infantil (vid. supra, Tabla 2). Esta diferencia entre sexos también se observa en Pozo Moro, donde la proporción de muertes femeninas era el doble de las masculinas, con el consiguiente aumento del índice de masculinidad (Almagro-Gorbea 1986: 480). El mismo hecho se observa en Carratiermes (Reverte 2001: 298), pues entre los 15 y los 40 años muere el 67 % de las mujeres, frente a sólo en 47 % de los hombres. La tendencia se invierte a partir de los 40 a los 50 años, cuando el índice de masculinidad desciende a causa de la mayor mortalidad masculina, por lo que tiende a igualarse con el de la mujer a partir de los 50 años o de los 60, como ocurre en Medellín.
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3.4. Longevidad y supervivencia por edades
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El análisis (de la longevidad y por sexos sólo es posible para los restos de más de 20 años. A partir de esta edad las mujeres sobreviven un 20% menos que los hombres a los 30 años, y hasta un 60 % menos a los 40, a causa de la mortalidad peripuerperal señalada (Tabla 4). Superada esta última edad se observa, atenuada, la citada sobremortalidad masculina a partir de los 40-50 años hasta los 60, como ocurre en Pozo Moro (Almagro-Gorbea 1986: 482).
3.5 Esperanza de vida
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La muestra de defunciones por edad corregida con los datos de Mérida y Mocejón del siglo XVII (que incluye también las 36 defunciones de adultos de edad incierta) indica que la esperanza de vida pasa de los
26,6 años al nacimiento a los 30 a los 5 años, y a 29 a los 10 de edad. A los 20 años de edad la esperanza de vida acusa ya un descenso brusco, y es sólo de poco más de 20 años, caída que prosigue sobre todo en el
siguiente grupo y que no se interrumpe hasta los 60 años, en que la esperanza de vida se reduce a 5 años (Tabla 5).
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Las diferencias por sexos en la esperanza de vida no se pueden establecer más que a partir de los 20 años de edad (vid. supra, Tabla 4). La eo suele ser mayor para los hombres que para las mujeres, hecho general entre las poblaciones primitivas (Hassan 1981: 128, fig. 8,2). En el Medellín tartesio, a los 20 años de edad (e20) la diferencia era de 6 años y medio (22.4 para los varones frente a 15,9 para las mujeres), algo superior a los 4 años calculados entre pueblos primitivos (ibid.). A partir de los 30-40 años, esa diferencia se reduce, hasta que la esperanza de vida femenina supera a la de los varones a partir de los 40 años, y ambas se igualan una vez alcanzados los 60 años.
4. DISCUSIÓN DE LOS CONTENIDOS
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También es significativa la sorprendente igualdad entre hombres y mujeres, no sospechada a priori, refrendada por ajuares semejantes, en ocasiones con objetos propios de hombres en tumbas femeninas, como
cuchillos o escarabeos fenicios. Otros objetos, como los brazaletes acorazonados, sólo han aparecido en tumbas femeninas, excepto en una sepultura, tal vez a causa de un error en el análisis antropológico. Los
diphroi o lechos se asocian mayoritariamente a tumbas masculinas; la tumba 86H/4, que contenía un carro, era de un varón de 50-60 años, y la única tumba con armas, la 85A/2, era de un hombre de 40-50 años.
Por el contrario, las tumbas con niño son todas de mujeres, como las tumbas con vasos a chardón (Almagro-Gorbea et al., 2008: 972 s.). En consecuencia, aunque hay algún error, que exige prudencia al manejar los resultados, se confirma la validez de los análisis antropológicos, con las imprecisiones inherentes al método y calidad de la muestra.
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Los individuos seniles, que alcanzan los 50-60 años, son escasos dada la corta esperanza de vida de la población. También es propia de las necrópolis de la Edad del Hierro una tasa de mortalidad más elevada en mujeres que en varones de los 15 a los 40 años (Hassan 1981: 123 y 128), como ocurre en la Grecia Clásica (Angel 1969: tabla 2; Morris 1987; id. 1992), el mundo ibérico (Almagro-Gorbea 1986), el mundo celtibérico (Reverte 2001) o la Cultura Talayótica (Garralda y Grande 1983: cuadro 3)
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... Los individuos seniles, que alcanzan los 50-60 años, son escasos dada la corta esperanza de vida de la población. También es propia de las necrópolis de la Edad del Hierro una tasa de mortalidad más elevada en mujeres que en varones de los 15 a los 40 años (Hassan 1981: 123 y 128), como ocurre en la Grecia Clásica (Angel 1969: tabla 2; Morris 1987; id. 1992), el mundo ibérico (Almagro-Gorbea 1986), el mundo celtibérico (Reverte 2001) o la Cultura Talayótica (Garralda y Grande 1983: cuadro 3)
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En Medellín, la mayor mortalidad ocurre de 30 a 40 años en las mujeres y de 40-50 entre los hombres, con tasas muy diferentes a causa de una alta mortalidad peripuerperal de las primeras. Entre los 30-40 años, muere el 50 % de las mujeres y sólo el 32% de los hombres. Pozo Moro ofrece un 47 % de mortalidad femenina entre los 30-40 años (Almagro-Gorbea 1986: 488, cuadro III), la Meseta y el Levante durante
el Neolítico y Bronce, un 62 %, y la Cultura Talayótica II, el 69 % (Garralda y Grande 1983: cuadro 3). Estas tasas de mortalidad peripuerperal en la Hispania Romana son del 40 % (Alcobé y Varela, 1976: cuadros 1, 3 y 6), cifras todas ellas que se calculan sin disponer de datos completos sobre la alta mortalidad infantil real. Donde ésta se conoce, es del 29 % en la Grecia Clásica (Angel 1969: 429, tabla 2) y del 35.7% en la Cultura Lacial (Ampolo 1980: 30), cifras que se aproximan a las estimadas cuando se añade una mortalidad infantil como la que reflejan Mocejón y Mérida en el siglo XVII (Pérez Moreda 1980: 142-143; Rodríguez Grajera 1969: 85).
Más significativa es la esperanza de vida, aunque los índices de Medellín exigen prudencia por falta de datos sobre la mortalidad infantil (vid. supra). En Pozo Moro la esperanza de vida al nacer sería de 28.5 años, y se ha calculado en 40.6 años para la población de la Meseta y el Levante durante el Neolítico y la Edad del Bronce, y en 36.8 para el Talayótico II (Garralda y Grande 1983: cuadro 3). Pero estas cifras no contabilizan la mortalidad infantil real, en cuyo caso la esperanza de vida al nacer no supera los 26 años: se sitúa entre los 24.6 y los 26.6 años en el Medellín tartesio (vid. supra, Tablas 3 y 5). Como comparación, la esperanza de vida al nacer en la Grecia Clásica se calcula en 44 años para los varones y 36 para las mujeres (Angel 1969: tabla 2), sin contabilizar la mortalidad infantil real, valores que no quedan lejos de los que resultan del análisis de los datos brutos, sin corregir, de Medellín. Si se tiene en cuenta la mortalidad infantil real, la diferencia entre sexos de la esperanza de vida a los 20 años en Medellín (e20), que se puede calcular con mayor rigor, es de casi 6 años y medio, cifra más verosímil que la de Pozo Moro, donde no alcanza los 2 años, pues son habituales diferencias de 4 a 8 años debidas a la mortalidad genésica y maternal (Hassan 1981: 128 s.).
5. CONCLUSIÓN
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También se constata la mortalidad genésica y maternal con indicios de una tradición de matrimonio de la mujer en edades muy tempranas, y de una intensa actividad reproductora, que explica la desproporción entre mujeres y varones en edad madura, con la consiguiente sobremorta lidad masculina a partir de los 40 años hasta equilibrase hacia los 60 años.
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La esperanza de vida de los hombres, a los 20 años de edad, sería de algo más de 22 años, frente a 16 de las mujeres, diferencia que se acorta al final de la vida (vid. supra, Tabla 4). No se conocen individuos de más
de 70 años, lo que pudiera responder a la realidad o deberse al tamaño de la muestra.
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5.1. Cálculo de la población real de Medellín
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Si Medellín tartesio pudo tener 1.500 personas y la población enterrada en la necrópolis no pasaba de 250-350, debieron existir 5 o más grandes grupos gentilicios con sus correspondientes necrópolis, además de población sin derecho a enterrarse, como los esclavos, por lo que estos resultados, aunque parciales e inciertos, abren nuevas perspectivas sobre la estructura social y demográfica de las poblaciones tartesias.
5.2. Patología de la población
La estatura de la población, a juzgar por los escasos elementos de juicio documentados, pues solamente se ha podido calcular la altura de 5 mujeres y 3 hombres (Reverte, 2008), indica que las mujeres medían entre 1.50 y 1.60 cm de altura: 1.50 (tumba 70/6), 1.50-1.52 (tumba 70/11), 1.55 (tumba 70/15), 1.55-1.57 (tumba 70/19) y 1.60 (tumba 85C/17). Los hombres, a su vez, medían entre 1.67 y 1.75 cm como máximo: 1.67 (tumba 86H/9), 1.68-1.70 (tumba 85B/14) y 1.70-1.75 (tumba 82/22). Igualmente, es interesante que tanto los hombres, pero también las mujeres, denotan un gran ejercicio físico desde la juventud y, en el caso de los hombres, fuerte musculatura, especialmente en las piernas (tumbas 70/9B, 85B/1, 85B/30, 85B/35, 85C/15, 85C/16, 86G/37, etc.) y, en ocasiones, también en el cuello (82/17, 85B3). Las mujeres también denotan haber hecho mucho ejercicio con las piernas, como la de la tumba 70/15, todo lo cual es propio de una intensa actividad campesina.
Respecto a su nutrición, el análisis de oligoelementos en hueso (Arnay de la Rosa et al., 2008) indica que la población de Medellín consumía mayor cantidad de alimentación vegetal que la que se consume en la actualidad en Occidente, aunque su dependencia de vegetales en la dieta era menor que en otras poblaciones prehistóricas.
Las patologías documentadas (Reverte, 2008) más frecuentes son pérdidas dentales originadas por caries o abscesos alveolodentarios, con la correspondiente reabsorción alveolar, así como atrofia mandibular característica de los individuos más viejos7. También se ha señalado un caso de abrasión dental y parodontosis en la tumba 86G/40, de un varón de 25-30 años, aunque la acción del calor destruye las coronas dentales, por lo que es raro que se pueda observar este hecho. Igualmente se han documentado artropatías, localizadas en la columna vertebral8 y degeneraciones en las extremidades, en especial en las piernas9. Otras patologías observadas menos frecuentemente son un proceso articular coxofemoral del lado izquierdo desde la pubertad o infancia, que produjo cojera a una mujer de 30-35 años en la tumba 70/6; una severa artrosis generalizada en la columna vertebral de otra mujer de 60-70 años en la tumba 70/15 con cifoescoliosis, deformidad interna, osteofitos, espóndilo-artrosis anquilopoyética, quizás como consecuencia de un proceso inflamatorio en su juventud, por lo que acabaría encorvada; una antigua osteítis en el frontal, quizás originada por una antigua lesión, en un varón de 50-55 años de la tumba 70/10; una mujer de 25-35 años con espina bífida incompleta a nivel de la 4ª y 5ª vértebras sacras en la tumba 70/16, y un posible caso de artrosis originario de una tuberculosis vertebral (mal de Pott?) en una mujer de 30-40 años de la tumba 85B/36.
Además de estas patologías documentadas por el análisis osteológico, es interesante reseñar que el análisis de oligoelementos en hueso ha puesto en evidencia una fuerte exposición a metales pesados como plomo y cadmio, muy superior a la de poblaciones prehistóricas normales (Arnay de la Rosa et al., 2008), lo que debe relacionarse con actividades metalúrgicas relativamente intensas documentadas en Medellín
por los análisis paleometalúrgicos, que permiten constatar los trabajos de fundición de cobre ternario, con cobre, estaño y plomo, así como de fundición de plata por copelación, técnica en la que también interviene el plomo, circunstancias que debieron contribuir a aumentar la morbilidad de la población de Medellín, junto al alto riesgo de paludismo por la abundancia de zonas pantanosas inundables en las márgenes del río.