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El Coño de la Bernarda

Bernarda era una Sanera nacida en alguna versión de la leyenda a mitad del XVI en Artefa, Alpujarras (Granada).

Está en el origen del dicho “El coño de la Bernarda”


La Leyenda de la Bernarda

La historia del “Coño de la Bernarda”

La Leyenda de la Bernarda

Granada, Ciudad Real y Sevilla se reparten el origen de una de las expresiones más llamativas de nuestro vocabulario

Tomado de http://www.ideal.es/granada/20120506/local/granada/leyenda-bernarda-201205060253.html página vista el 23-12-2015

06.05.12 - 02:53 -

PABLO RODRÍGUEZ | @pabrodgar | GRANADA

Cada civilización, a lo largo de la historia, ha tenido sus propias expresiones. Son sentencias imperecederas que han quedado grabadas en las mentes de muchos y cuyos orígenes se pierden en un cúmulo de sombras de carácter legendario. Las legiones de Julio Cesar cruzando el Rubicón con el eco del 'Alea jacta est' en las botas o la desastrosa muerte de Ricardo III de Inglaterra, 'mi reino por un caballo', son algunos momentos mitificados con estas frases que han llegado hasta nosotros como parte del bagaje lingüístico de nuestra sociedad. Sin embargo, otras nacen al amparo de personas y costumbres de otros tiempos, alejadas de la épica y el boato de las sentencias latinas.

El caso más evidente y castizo es la expresión 'el coño de la Bernarda', que alude hoy en día a elementos desordenados y carentes de seriedad, cuyo origen se mueve en una difusa línea entre leyenda y realidad. Averiguar el comienzo de tan célebre cita es una ardua tarea con imposibles resultados, toda vez que son varios los lugares que se autoproclaman como nacimiento de la expresión. Estas zonas son Granada, Ciudad Real y Sevilla, espacios por los que la mítica Bernarda ha hecho fama a partir de una parte de su cuerpo.

Literatura y leyenda

A través de Manuel Talens, la Alpujarra granadina se erige como nacimiento de la leyenda. El escritor alude en uno de sus libros a una hipotética relación de sucesos de Higinio Torregrosa en la que se cuenta la historia de una santera hija de reyes llamada Bernarda que recorría los pueblos de la zona en el siglo XVI con tablillas de oraciones y que poseía cierta fama de curandera. Un sueño en el que se le presenta San Isidro Labrador es la excusa para permitir un acercamiento sexual al que posteriormente será el protagonista de la expresión, un hecho que cambia todos los malos sucesos que estaban ocurriendo en las Alpujarras por aquel entonces. Se narra en la relación que muchos lugareños se acercaban a donde ella vivía para tocarla y lograr curaciones, fortuna o mejores cosechas. A su muerte, Bernarda es enterrada y una serie de calamidades asola la región, por lo que se decide desenterrar a la pobre señora, tras lo cual se descubre que una parte de su cuerpo, la que le dará la fama, permanece incorrupta. Es esta ‘devoción’ y desorden en torno a Bernarda la que se convertirá con el paso de los siglos en el motivo principal de la expresión, aunque esta sería la explicación granadina del asunto ideada por Manuel Talens.

Por otra parte, en algunas zonas de Ciudad Real es conocida otra explicación de la leyenda que comparte numerosos elementos con la granadina, como la fecha –siglo XVI- y dedicación por la santería. La Bernarda manchega carece del elemento literario ideado por Talens; es en este caso una curandera humilde que vive como eremita en las cercanías de Sierra Morena. Acogía a pastores a los que curaba los animales enfermos, siempre y cuando tocaran tan nobles partes. La expectación creada al calor de los milagrosos hechos le ocasionan problemas con la Iglesia, por lo que es examinada por los monjes de la época. Su confirmación le procura fama de santa en la provincia y, como en el caso granadino, a su muerte se descubrirán sus genitales incorruptos.

La leyenda sevillana es diferente, como salida del mítico cuadro de Courbet sobre el origen de la vida; el escenario cambia y la profesión también. Bernarda vive en la Sierra Sur de Sevilla, en lo que quedaba de banda morisca tras la conquista de Granada, y ejercía la prostitución. Su historia carece del elemento religioso que hay tras las leyendas granadino-manchegas y se limita a explotar la cantidad de hombres que pasaban por las sábanas de la señora para posteriormente revelar su fin, muerta por castigo divino. De esta manera, se señala de nuevo al caos propio que la expresión destila en nuestros días y se enfatiza la moraleja.

Más allá del mito

Los mitos no son más que formas de narrar una realidad. Tras la fachada de santería, prostitución y elementos religiosos, las tres leyendas reflejan una clara crítica a un momento y unas circunstancias determinadas. Son narraciones en las que la religión y la santidad quedan ridiculizadas ante la 'efectividad' del sexo femenino, capaz de realizar milagros, de doblegar a una institución con un poder e influencia enormes en la época.

Esta crítica encubierta hacia la Iglesia no se delata en el mito sevillano, que alude más a un modelo de enseñanza moral en la que la prostitución queda como ejemplo del caos. Sin duda, elementos que dan una perspectiva diferente a una expresión tan cotidiana y tan nuestra.



La historia del “Coño de la Bernarda”

24 de enero de 2013

Tomado de http://elventano.es/2013/01/la-historia-del-cono-de-la-bernarda.html página vista 23-12-2015.

Cuentan las crónicas que la tal Bernarda nació a mediados del siglo XVI en Artefa, pequeño pueblo de las Alpujarras granadinas. Tenía fama de santera y recorría la comarca con sus tablillas de oraciones con una mezcla de versículos coránicos y cristianos para contentar a los dos bandos religiosos que poblaban el Ándalus.

La mujer, igual enderezaba una pata torcida de un cordero o curaba una dolencia en la espalda, que dirigía los rezos en la
ermita en ausencia del cura, por lo que era muy querida entre la vecindad.

Una noche se acostó especialmente apesadumbrada por haber dedicado su vida a los demás, no haberse casado y no haber tenido hijos, pues, según ella, “no es buena la mujer de cuyo figo non salen fillos”.

En ese momento apareciósele la figura de San Isidro que, metiéndole la mano en la raja, gustóse tanto la santa mujer que entendió por fin el significado de la expresión ‘tener mano de santo’. A punto casi de morir por el arrobamiento experimentado, creyó ella oír del santo labriego la expresión ‘San Isidro labrador, quita lo seco y devuelve el verdor’.

La mujer contó su sueño al Conde de Artefa en una de sus visitas, y desde entonces las cosechas de Artefa se sucedieron sin parar y desapareció la hambruna que asolaba la comarca. El Conde, hombre religioso y devoto donde los hubiera, le contó al cura del lugar, Don Higinio Torregrosa, las consecuencias del sueño de la Bernarda.

En la homilía del domingo siguiente, Don Higinio cantó desde el púlpito las alabanzas de Dios que “tantos bienes e menesteres plugóle mandar sobre esta sancta terra nuestra, por mediación de la muy noble e sancta muller de Bernarda, o más bien, por medio del figo della, o sea, del coño suyo benedito”.

Sin embargo, había un artefaño, conocido como ‘Manolico el tontico’ que se pasó todo el día gritando a voz pelada “que non se creyera lo de la sancta Bernarda, que ninguna muller es sancta por donde mea”. La mujer mandólo traer a su presencia y allí, en la intimidad de la ermita díjole: “Mete tu mano en el coño bendito, a ver si miento, en lo que siento, y sea tu escarmiento”. Hízolo así, y desde entonces Manolico se transformó en el más célebre predicador del figo benedito de su paisana por toda la Alpujarra.

Desde entonces, las crónicas dicen que “todos los homnes, e mulleres, de los derredores, allegábanse a casa la Bernarda a tocar su coño benedito, y por doquiera la abundançia manaba. Las mulleres daban fillos sietemesinos fuertes como cabritillos, y las guarras parían cochinillos a porrillo, las cosechas se multiplicaban y hasta las gallinas empollaban ovos de sete yemas…”.ras la muerte de la buena mujer, la comarca sufrió multitud de catástrofes. Terremotos, abortos en el ganado y las mujeres, cosechas baldías… Sin embargo cuenta la leyenda que un buen día “una muller del pueblo que ploraba lagrimas de seus ollos al sepolcro della, vióse sorprendida por unas luminarias que ascendían del sepolcro”.

Asustada, corrió a contarlo al cura, que ordenó desenterraran el cuerpo de la mujer, “hallando que la Bernarda polvo era, como es la suerte de nuestros padres, salvo su figo incorrupto, rojo y húmedo qual breva”. El párroco ordenó el traslado del despojo santo a la parroquia, donde enseguida lo colocaron en un relicario, llamado desde entonces el ‘Coño de la Bernarda’, que procuraba grandes vienes a quienes lo tocaran con fervor.

El cura solicitó la canonización de la Bernarda, pero las altas jerarquías le contestaron una carta con serias advertencias. “Dicen los senyores teólogos e dominicos desta Ecclesia de Granada que
nunca oyóse en toda la christiandad, que el Senyor Papa gobierna, y Christo benedice, que nada bueno saliera del coño de una muller, a no ser el Senyor mesmo IesuChristo, de su Sancta Madre, con todo Virgen, eque por eso la devoçión popular del coño de la Bernarda era cosa perniçiosa que devía ser desterrada, so pena de mandar la Inquisición a façer las pesquisas oportunas”, se lee en la carta. Según las crónicas, el párroco seguía confiando en la mujer y “una noche del 9 de Abril, del año de Nuestro Senyor IesuChristo de 1.609, alumbrado solo por dos candelas, y con el notario por único testigo dello, colocó el sancto reliquario del coño de la Bernarda tras un emparedado debaixo
de la ventana de la Sacrestía, donde permaneciera hasta que la Ecclesia mudara su razonamiento sobre este singular suceso, y asi la buena Bernarda trajera de nuevo la benedición sobre el pueblo della”.

A pesar de estas hazañas, calificar algo como el ‘Coño de la Bernarda’ es tildarle de desordenado, cochambroso y en el que todo el mundo puede entrar y salir a su aire, entre otras acepciones, desprestigiando así las maravillas que encerraba el figo de aquella santera de las Alpujarras.


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