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Nació en Córdoba, el 27 de Noviembre de 1932. Su padre, Pascual Calderón Uclés, conocido abogado, fue alcalde de Córdoba en 1933. Dado que, a principios de la guerra civil desapareció en Madrid, donde estuvo encarcelado (y donde parece ser que fue fusilado), María del Valle, la menor de cuatro hermanos, quedó así, contando sólo tres años de edad, huérfana de padre.
Cursó los estudios generales en el Colegio Calasancio y los musicales en el Conservatorio Profesional de Música y Declamación de Córdoba, terminando éstos con las máximas calificaciones: Primer Premio Extraordinario de Canto, Primer Premio Extraordinario de Piano y Primer Premio Extraordinario de Música de Cámara. De entre sus profesores, ejercieron una gran influencia en ella, Carmen Flores Hermosilla y María Teresa García Moreno, sus dos profesoras de piano, y Rafael Serrano Palma y Cristina Álvarez (de canto); recordando también con especial cariño a Joaquín Martínez Ariza (hijo de Cipriano Martínez Rücker y profesor de Estética e Historia), Conchita de Lagarma, Domingo Lázaro y Joaquín Reyes.
Ya en su juventud mostró gran predilección por la música coral, dirigiendo diversas agrupaciones parroquiales (de especial mención es el Coro de San Nicolás, allá por los años cincuenta) y escolares. Así, en 1970 ganó un Primer Premio Nacional, dirigiendo el Coro del Colegio Sagrado Corazón, en el XIV Concurso Nacional de Villancicos. En este campo de la dirección coral y el estudio de la polifonía, amplió estudios en la Escuela Superior de Música Sagrada de Madrid, y con destacadas personalidades de la música española, como el padre Samuel Rubio (figura primerísima de la musicología hispana), el director catalán Oriol Martorell, el maestro de capilla de la catedral de Badajoz Carmelo Solís, o el profesor francés Vicki Lumbroso.
De especial relevancia fue su pertenencia, desde su fundación en 1971, al Trío Vocal Clásico, grupo de cámara vocal dedicado a la difusión de la polifonía española y universal, así como al de la música popular cordobesa, el cual tuvo singular relieve en el panorama musical cordobés de las décadas setenta y ochenta del pasado siglo. A este grupo le siguió el Cuarteto Polifónico Fernando de las Infantas, el cual agregó, a las vertientes estilísticas desarrolladas por el Trío Vocal Clásico, la difusión de la música sefardí; y ello, bajo el impulso personal del también desaparecido Elli Nahmías, gran erudito del mundo sefardí.
Desde 1970 perteneció al claustro de profesores del conservatorio cordobés, donde muchos de quienes hoy son profesores en ese centro, y en otros de la provincia, y de Andalucía, pasaron por su aula. Precisamente, es muy importante destacar, dada la relevancia que ello tuvo entonces, que en aquellos primeros años setenta, de auténtico boom musical, la labor desarrollada por ella, junto a Luis Bedmar, Rafi Sánchez y Maruja Ruiz, en numerosos centros escolares de la ciudad, propició a la postre un extraordinario incremento del alumnado del Conservatorio; dado que, a través de los coros organizados en todos esos colegios, se despertaron numerosas vocaciones musicales. Un dato éste que sólo podrá valorarse en su justa dimensión, cuando se haga un estudio historiográfico de conjunto del Conservatorio cordobés y se escriba su centenaria historia.
Como soprano ofreció numerosos recitales por toda España, junto a la pianista Teresa García Moreno; recitales en los cuales contribuyó a difundir las obras de los compositores cordobeses (Joaquín Reyes, Ramón Medina Hidalgo, Luis Bedmar y Sebastián Valero, entre otros), aunque sin desdeñar el repertorio lírico universal y nuestra zarzuela (en este último apartado, el "chotis" de La gran vía, de Chueca; Alhambra de Díaz Giles; la "Salve" de Gigantes y Cabezudos, de Fernández Caballero, y el "Pasacalle de las mantillas" de La calesera figuraron entre sus páginas más interpretadas y exitosas.
Así mismo fue solista del Real Centro Filarmónico Eduardo Lucena, institución centenaria con la que cosechó importantes éxitos, como los obtenidos en el Palau de la Música Catalana, en Barcelona, o en el Ateneo de Madrid, además de en otras ciudades españolas. Y al Centro Filarmónico estuvo unida, igualmente, como directora de sus Coros entre 1984 y 1989, año éste en el que la grave enfermedad que ya le aquejaba, le obligó a retirarse de dicha función; aunque, bien es verdad, que continuaría, durante algún tiempo más, colaborando con la institución. Debe resaltarse que fue la primera mujer que ocupaba dicho cargo en toda la historia de la institución, fundada en 1876. Por otra parte, cabe recordar que había sido solista también, en los primeros años ochenta, de la Coral de la Cátedra Ramón Medina, con la que interpretó, entre otras obras importantes del repertorio, el Stabat Mater de Giovanni B. Pergolesi o el Gloria de Antonio Vivaldi. En los últimos años de su vida, dirigió la Coral Universitaria de Córdoba, fundada por ella.
En los últimos meses de su vida, y aún empeñada en continuar con su labor docente, auténtica vocación, el fuerte agravamiento de la enfermedad le apartó ya definitivamente de toda actividad, sobreviniéndole la muerte en la madrugada del día 3 de enero de 1996. Pocos días después, el cronista oficial de la ciudad, Miguel Salcedo Hierro, le dedicaba un sentido homenaje en las páginas del diario Córdoba, testimonio al que se sumaron otros provenientes del mundo musical.