Muleria, Cuevas del Almanzora (Almería) 1912 -
Por Manuel León
Tomado de http://www.lavozdealmeria.es/esquelasalmeria/ficha_obituario.asp?Idnoticia=846 Página vista el 2-07-2015. Publicada en la versión impresa de La Voz de Almería el 2 de Mayo de 2013
En el frente aragonés le llamaban ‘La pequeña’ y cocinaba
lagartos y boniatos para los milicianos que apestaban a metralla de
las trincheras. Su vida tuvo siempre la grandeza de un indisimulado
desdén a la muerte. Francisca García García nació en Muleria
(Cuevas del Almanzora) en 1912. Se hizo sitio entre siete hermanos,
en las cuevas del Jucainí, en el Ventorrillo de su tía de La
Portilla, que le abasteció mientras su padre pasaba las fiebres
maltas como emigrante en La Habana. Sus hermanos trabajaron en las
últimas minas de Almagrera, en tiempos en los que no era raro el día
que no tocaban las campanas de la Iglesia por algún minero muerto en
el pozo.
No había trabajo y la familia emigró a Cataluña, a
Calella y Pineda, y Francisca se metió de costurera y después en
una fábrica de maletas, en Pueblo Nuevo. En Barcelona empezó a
noviar con Pedro, también de La Portilla, y cuatro años después se
casaron, en 1935, en una Cataluña que empezaba a barruntar huelgas,
revueltas obreras y paro. Hasta entonces, los emigrantes almerienses
vivían relativamente felices: sus bailes, el pavo por Navidad, los
Paseos por La Rambla. Pero el 18 de julio del 36, se les desbarató
la vida, como a todos los españoles. Su esposo se fue voluntario a
la división Once de Noviembre, comandada por el anarquista
Buenaventura Durruti y ella no se lo pensó y salió detrás. La
aceptaron como cocinera en el frente aragonés y aunque iba armada
con fusil, nunca lo utilizó. Por la mañana preparaba el café de
cebada y por la noche se arropaba con su marido en algún paraje bajo
la luna. Recuerda a Durruti muy fuerte, muy respetado, en dos
ocasiones habló con él para ofrecerle lagarto, que, rememora, a la
plancha sabía como la merluza. Al perder la Guerra tuvo que
abandonar España por la frontera francesa. Los metieron como bestias
en tren de mercancías y peregrinó por campos de concentración en
Normandía vigilada por senegaleses. Consiguió llegar a la zona
libre con su marido y rehizo su vida en la Francia de Petain, aunque
nunca olvidó la imagen del Nazareno de Cuevas ni su casa infantil de
La Portilla, donde pasaba temporadas rodeada de sol y de gatos.