Cantante lírica y de canciones cubanas y andaluzas. Toca la guitarra. Dió clases de música. Nace en la Habana sobre 1820, educada en Sevilla. Renombrada en Lóndres y París. Simbolo del "progreso social de la raza negra" según algún periódico de la época.
Ya alegre, ya apasionado, ya quejumbroso... José Luis Ortiz Nueva, presenta los artículos firmados por Felipe Pérez y González, publicados en 1905: Tiples Negras. 1) La “Malibrán” Negra - La “Patti” Negra. 2) La “Malibrán" Negra- En Londres y en París
La Malibrán cubana. Por Javier de Castromori. Donde anuncia una biografía, que no sabemos si la terminó.
"usté no e na... usté no e na... ni chicha ni limona". Canción que popularizó en Europa María Martínez., Por Javier de Castromori.
Tomado de http://elecodelamemoria.blogspot.com/2010/10/ya-alegre-ya-apasionado-ya-quejumbroso.html. Página vista el 06/'8/2019
domingo, 17 de octubre de 2010
por la edición, José Luis Ortiz Nuevo
Estando esta primavera un día en la hemeroteca municipal de Madrid buscando materiales que contribuyeran a descifrar el enigma de la Bulería -del que lectoras y lectores ya sabrán-, (1) quiso la casualidad o el destino que me topara -en la revista La Ilustración Española y Americana, de 30 de marzo y 8 de abril de 1905-, con un excelente artículo firmado por Felipe Pérez y González, (2) por mor no de bulerías pero sí de tangos en sus primerizos tiempos, cuando los popularizó en París -hacia 1850- la negra María Martínez, (3) de quien trata el texto.
Si se da además la circunstancia de que hogaño se cumple un siglo de la muerte del escritor sevillano que lo redactó, estimo que su reproducción ahora en este medio, eco de la memoria digital, no sólo es oportuna y sirve también para recordarlo con gratitud y afecto, y celebrar su paso por la vida.
El
contenido ofrece singulares informaciones que no sabíamos, y pistas
para averiguar más, acerca de la célebre habanera María
Martínez de Loreto, cantante lírica que brilló a mediados del
siglo XIX.
Por su lectura, de la cercanía del mundo de lo popular
y de lo clásico sacamos enseñanza, y de las observaciones
extranjeras que se muestran comprobamos visiones que se tenían sobre
lo andaluz en músicas.
Me llama especialmente la atención la
frase “Aficionadísima a las obras de los antiguos músicos
españoles y moros, supo apoderarse de su espíritu ya alegre, ya
apasionado, ya quejumbroso.” por cuanto apunta no ya en la
ratificación del tópico moruno sino en el detalle de lo
quejumbroso, nada habitual entonces, cuando la imagen del andaluz
solía vincularse exclusivamente a su lado festivo, exagerado, bravo
y jaranero.
Ésta y las otras opiniones y datos que se vierten, ya por el autor del texto o por las citas que proporciona, nos ofrecen un cuadro la mar de interesante e instructivo, el que les brindo y dice así:
TIPLES
NEGRAS
LA “MALIBRÁN” NEGRA - LA “PATTI” NEGRA
A las alumnas del Conservatorio de Madrid.
I
Un año hace que casi al mismo tiempo leí la noticia del fallecimiento en París de Dª Isabel II y la noticia de la presentación en La Habana de una tiple negra, que cantó en el antiguo Teatro Tacón, llamado ahora Teatro Nacional.
Aquellas
dos noticias, al parecer completamente extrañas y sin relación
alguna aparente, juntáronse, sin embargo, en mi cerebro y
revolvieron el fondo de los recuerdos, hasta traer a mi memoria la
interesante figura de otra cantante, negra también, que a mediados
del siglo XIX, fue favorecida y pensionada por aquella Reina, muerta
lejos de su país y fuera de su trono, a la que, según la opinión
de muchos, hicieron mala los políticos que la rodearon, y han hecho
buena los que vinieron después, y a la que, por lo que dicen, hasta
después de muerta pudo darse el sobrenombre de “la
Contrariada”.
La tiple negra que debutó en La Habana,
cuya noticia casi coincidió, como dicho queda, con la del
fallecimiento de Dª Isabel, formaba parte de una troupe
norteamericana, que sólo dio allí tres representaciones,
anunciándose con este título: Black Patti Trovadours.
El
Fígaro, revista ilustrada de aquella ciudad, publicó el retrato
de la Patti negra, y otros periódicos de la localidad le dedicaron
“expresivos bombos”, como este que copio de La Unión
Española, en su número correspondiente a 21 de marzo de 1904.
Sin embargo, al día siguiente el mismo periódico “atenuaba el bombo” en estos términos:
“Ha
terminado su corta y provechosa visita la exótica troupe Black Patti
Trovadours.
De la figura principal, la que da nombre a la
compañía, puede decirse que no es Patti ni black, y que más cerca
está del black que de la Patti...”
Por lo visto, tampoco es allí la crítica siempre muy firme en sus juicios ni muy consecuente en sus opiniones.
II
Ello es que, aparte del mérito más o menos justamente ponderado de la nueva tiple negra, hasta el apodo con que se anunciaba sirvió para recordarme a otra negra tiple del siglo pasado, cuyo verdadero nombre era María Loreto Martínez, conocida por ser en aquella época la Malibrán el prototipo de las buenas cantantes, con el apodo, sin duda también un tanto exagerado, de la Malibrán negra.
El insigne musicólogo D. Baltasar Saldoni, en su Diccionario biográfico-bibliográfico de Efemérides de músicos españoles -tomo IV, Madrid, 1881- apenas hace mención de ella, citándola con estas brevísimas frases:
“MARTÍNEZ, Dª María (“la Negra”) hizo algunos estudios de canto en nuestro conservatorio, y en enero de 1852 cantó canciones del género andaluz en el Teatro de Variedades de París.”
En su “expediente de estudios”, que en el archivo del Conservatorio existe, sólo se ha hallado, entre algunos datos de escaso interés, una solicitud suya, verdaderamente curiosa por los términos en que está redactada.
Dice así:
“Señor Vicepresidente del Conservatorio de Música y Declamación de María Cristina.
Doña María Loreto Martínez, alumna del expresado Colegio, que está a cargo de V. E., por haber tenido que atender asuntos que eran para asegurar su subsistencia, y viéndose sola y desvalida, por no tener a nadie a quien recurrir, lo hizo a la Reina, y, como madre de desgraciados, se apiadó de mí, señalándome una pensión para toda mi vida. Para llegar a los pies del trono fue preciso tocar todos los medios que V. E. no desconoce: es este el motivo, señor, que me privó poder asistir al Colegio, y en particular a la clase de canto de que es maestro el señor Valldemosa. También confiada en la mucha bondad de mis profesores, y constándome que éstos sabían mis pretensiones, creí que hubieran tenido en consideración que soy la más desgraciada del Conservatorio, pues no tengo más familia que la madre de los españoles. Hoy me veo castigada de V. E. por esta falta de asistencia a la clase de canto y privándome de mis adelantos, y con esto sufriendo tantas hablillas que tanto me perjudican; y estando todo reservado a V.E. Elpoder desvanecerlo:
A V. E. suplico se sirva admitirme en la clase de que estoy expulsada, siéndome sólo el castigo el tiempo que ha transcurrido de suspensión, estando seguro que en lo sucesivo no volveré a abusar de la bondad de V. E. Así lo espero de la justicia y buenos sentimientos de V. E. para con los desvalidos, haciéndome esperar un tan feliz resultado. Madrid cinco de Abril de mil ochocientos cuarenta y ocho. María Loreto Martínez.”
Al margen de la copiada solicitud hay un decreto de 6 de Abril que dice:
“Informe del Sr. Valldemosa y pásese además al Sr. Gil, en cuya clase está matriculada también esta alumna, para que digan las faltas de asistencias en el presente mes y en el pasado...
Constándome ser ciertos los motivos que la Sra. Martínez expone como causa de las faltas que ha hecho en mi clase, creo que puede volver a entrar en ella, si V. E. tiene a bien dar su consentimiento. Madrid, 7 de Abril de 1848.
Lo notable del caso es que antes de esta fecha no aparecen su nombre ni en el registro de ingreso en el Conservatorio ni en las listas de alumnas que llevaban los profesores para anotar las faltas, y que en el citado expediente está, con la misma fecha de la instancia más arriba copiada, otra en que pide su admisión en clase de alumna, con informes de su buena conducta suscritos por el cura propio del Salvador, doctor D. Fernando Álvarez del Río, y por el celador de policía y S.P. de Platerías, D. Joaquín Feliú.
Este certifica que Dª María Loreto Martínez, de veintiocho años de edad, casada, natural de La Habana, vivía en la calle de las Platerías, número 95, principal, hacía un mes, sin que hubiera llegado a su noticia con cosa alguna contra su conducta.
En el registro de ingreso de alumnos del Conservatorio aparece con el número 990, como admitida en 5 de Abril de 1848. En 3 de Diciembre del mismo año fue matriculada en la clase de acompañamiento, y en 4 de Marzo de 1849 fue dada de baja en todas las clases, firmando el “enterado” los profesores Sres. Albéniz, Valldemosa y Gil.
III
Después
de examinar los documentos mencionados que existen en el
Conservatorio, gracias a la atención del comisario regio Don Tomás
Bretón y del señor Secretario de aquel centro de enseñanza
artística Don Sérvulo Calleja, quise ver los que se conservasen en
el Archivo del Palacio referentes a la pensión, siendo de igual modo
atendido, con exquisita amabilidad, por el Sr. Marqués de Borja,
intendente de la Real Casa, y por el encargado de aquel archivo, Sr.
Puchol.
Escasos fueron los datos encontrados, por no hallar la
solicitud de la Sra. Martínez ni el decreto de la Reina concediendo
la pensión; pero en la “Nómina de pensiones y asignaciones de
todas clases” correspondiente al tercio fin de Abril de 1858, está
la siguiente nota, que basta para dar idea de la importancia de la
pensión y de la situación de la pensionista:
“Martínez, Dª María Loreto, con 4.000 reales anuales de pensión vitalicia, concedida por Real Orden de 22 de Enero de 1848. Se le abona desde este día 22, con descuento de la mitad de su haber para parte de pago de seis primeras mesadas que ha de descontar en un año y del 6 por 100 del resto para arbitrios del Montepío. Conforme a lo mandado por Real Orden de 2 de Marzo de 1848 y oficio del teniente alcalde del distrito de la Universidad de esta corte, Marqués de Santa Cruz, fecha 1º del mismo mes, se retiene el líquido de esta pensión, que debía librarse a la Dª María Loreto Martínez, para entregarlo a Don Nemesio Ortiz Villajos, su acreedor por 1.933 reales de vellón, cuya retención seguirá en los tercios sucesivos hasta reintegrar dicha suma.”
En Diciembre de aquel año seguía cobrando el acreedor: a fines de 1849 aparece otra “retención de la tercera parte del haber líquido y que percibirá Don Cleto Garay, como tutor y curador de Don Leopoldo Gay, retención que sigue en la nómina de Enero de 1850; y, por último, en la correspondiente al mes de Junio de este mismo año hay una nota que dice: “Se baja esta partida por no haberse presentado a cobrarla el interesado.
"Si no hubiera otras noticias que las expuestas, no valdría verdaderamente la pena del recuerdo, ni se justificaría la curiosidad para buscarlas, y aún menos la conveniencia de sacarlas de la oscuridad del olvido.
Pero
es el caso que aquella alumna del Conservatorio madrileño, la más
desgraciada de todas, según ella decía; aquella pensionista de
la Real Casa, tan agobiada por las deudas; poco tiempo después,
desde 1850 a 1852, llamó poderosamente la atención del público en
París y en Londres; fue durante ese tiempo “cantante de moda” en
aquellas grandes capitales; los periódicos más importantes la
celebraron en entusiastas alabanzas, dedicándole extensos artículos,
curiosos grabados y chistosas caricaturas, y, aunque ignoro lo que
después fue de ella, digna es de particular recuerdo, aun habiendo
sido rápida y pasajera su grandísima celebridad.
LA
“MALIBRÁN” NEGRA- EN LONDRES Y EN PARÍS
IV
En
Junio de 1850 la Casa Real da por acabada la “pensión vitalicia”
que la Reina concedió dos años antes a Dª María Martínez, según
aparece en la nota transcrita, y en Junio de 1850 los periódicos
parisienses dan noticias de su presentación en la Gran Villa, aunque
no con unánimes elogios.
Mr. Bousquet, crítico musical de
L´Ilustration, escribía en el número correspondiente al 22
de Junio de aquel año:
“La música encuentra todavía medios de dar señales de vida en París, aunque a veces del modo más extraño. La semana última, por ejemplo, ha tenido el capricho de valerse de la voz de una cantante negra para llamar la atención de los pocos aficionados que aún quedan entre nosotros. Doña María Martínez, nacida en La Habana, educada en Sevilla y pensionista de la Reina de España, ha sido apodada la “Malibrán negra”. Seguramente los que le han dado ese mote no han tenido intención de lisonjear los manes de la sublime Malibrán. Si ésta viviese todavía, sentiríase medianamente satisfecha de la asimilación. Hasta que se haya descubierto otra “diva de color” para defender la causa de los negros, tendremos que compadecer a los negrófilos...”
Contraste
singular con estas frases nada halagüeñas del crítico francés de
L¨ Ilustration forman las que le dedicó el crítico musical
de la “Ilustración inglesa”, un mes después, aún no
cumplido.
The Ilustrated London News, en su número de 20
de Julio de 1850, publicó un grabado que representaba a “la Sra.
Martínez, The Black Malibran, at her Majesty´s Theatre”, y en la
“Revista musical”, después de hablar de la ejecución de I
Puritani, de Bellini, en aquel teatro, decía lo siguiente:
“El suceso más importante de la noche fue, sin embargo, la presentación de la Sra. Martínez, “la cantatriz de color”. La fama de esta señora había llegado hasta nosotros, y como es una muestra del progreso social de la raza negra, ofrecía gran aliciente al interés general. La música que canta y su manera de cantar no proceden ciertamente de las escuelas líricas de Inglaterra, de Francia ni de Alemania. Son algo característico, extraño, delicado, gracioso. Sus cualidades dominantes son los contrastes pintorescos, fuertes e imprevistos, libres de toda regla. Su voz es suave, melosa, extensa, aunque el gran temor que se le notaba, por su posición especial y por hallarse en terreno completamente desconocido, le produjo debilidad y temblor, que desaparecerán en lo sucesivo, permitiéndole lucir mejor sus facultades. Toca la guitarra con mucha maestría, talento y gusto, y canta melodías andaluzas y cubanas con delicadeza y sentimiento extraordinarios. (4)
Para su presentación en escena se figuró una estancia del serrallo del Sultán, en que éste, rodeado de odaliscas, que no consiguen distraerle, se aburre soberanamente. Para combatir su melancolía le presentan a la cantante negra, que logra con sus músicas y canciones desterrar el spleen del monarca. La Sra. Martínez fue extraordinariamente aplaudida y produjo gratísima impresión.
La Malibrán negra, como la llaman, nació en la ciudad española de La Habana, capital de la isla de Cuba. Era hija de padres libres, empleados en un almacén nombrado “La Gamba”. Su padre, un buen ebanista, que gozaba de gran estimación por su pericia, y de consideración y de simpatías por sus cualidades, procuró desarrollar las dotes artísticas de su hija, que desde su niñez se revelaron. Don Francisco Aguilar, que desempeñaba alto cargo en La Habana, admirado de su talento, la tomó bajo su protección, la llevó a su casa, haciéndola educar con sus hijas, y al regresar a España la trajo con su familia, dando esto ocasión a que María Martínez pudiera cultivar con más amplitud sus aficiones y aptitudes musicales.
En Sevilla, donde se estableció la familia Aguilar, una de las ciudades de España donde mejor se han conservado los vestigios de la antigua civilización árabe, y en donde los gitanos, la raza egipcia, tienen uno de sus barrios predilectos, María Martínez pudo encontrar vastas inspiraciones y variados motivos de estudios. Aficionadísima a las obras de los antiguos músicos españoles y moros, supo apoderarse de su espíritu ya alegre, ya apasionado, ya quejumbroso.
Transcurrido algún tiempo se casó con Don Mariano Morena, oficial de las milicias de Cuba; pero desde entonces su buena suerte comenzó a eclipsarse. La muerte dividió a la familia del Sr. Aguilar, y María dejó de cobrar la pensión que éste le había concedido. Poco después su esposo, por razones políticas y otras alternativas de la suerte, tuvo que salir con ella de Sevilla. ¡Adiós, entonces, la tierra de las castañuelas y de las gitanas, de las dueñas y de los floridos balcones, tan amada por la joven cantante!
Para mantenerse tuvo ésta que dar lecciones de música; reunió bastantes discípulos, y pudo allegar recursos para ser admitida en el Conservatorio de Madrid. La reina Isabel, patrona de este colegio, oyó con gran deleite a la artista cubana, y la nombró una de sus pensionistas.
Doña María, deseosa de ampliar el círculo de sus aptitudes y de mejorar su fama, visitó entonces a París y obtuvo muchos aplausos y elogios en una serie de conciertos dados en aquella capital. Después de tan brillante acogida en “La belle France”, María Martínez aceptó un contrato para hacerse oír del público de Londres, que ha ratificado el favorable veredicto pronunciado por los dilettanti de París y de Madrid.”
Prescindiendo
de “fantasías” y exageraciones fácilmente notadas, las noticias
contenidas en ese artículo, facilitadas indudablemente por ella
misma, tienen el interés de una autobiografía.
Dos años
después, María del Loreto Martínez reaparece en París. Entonces
el éxito es más brillante; se le aplaude con entusiasmo en los
teatros y en los salones aristocráticos; los principales periódicos
ilustrados publican retratos y caricaturas, con largos y laudatorios
artículos; distinguidos autores compusieron, para su presentación,
un apropósito cómico lírico titulado La diva del pachá;
hiciéronse populares en París La maja de Triana, El mocito
del barrio, El tango americano y otras canciones de su
repertorio, y en el Musée des Familles que publica el retrato (que
reproducimos) se hace cumplido elogio de sus méritos físicos y
artísticos en estos expresivos y entusiastas términos:
“Figuraos una Venus de bronce florentino, las formas y las líneas señaladas por la estatuaria, los brazos perdidos por la diosa de Milo, pies pequeños de duquesa andaluza, ojos y dientes que brillan en su rostro como las estrellas en las sombras de la noche: esto en cuanto al exterior. En cuanto a sus maneras, a su talento, a su ingenio, escapan a todo análisis. Hasta ahora, una negra, entrando en un salón, sólo recordaba la idea de la esclavitud; y si llevaba un traje de seda o de terciopelo, se la creía una sirviente disfrazada a la que sólo faltaba un “espantamoscas”. María Martínez, por el contrario, se adelanta con paso de reina, con soltura, distinción y dignidad naturales; viste a la última moda y lleva muy bien el traje; recibe homenajes y devuelve sonrisas y cumplimientos como una dama del gran mundo que está en su centro.
Es un talento real, de que La Habana y España deben estar orgullosas, y cuyo éxito aumentará en París cada día. Ya ha producido entusiasmo en muchos salones distinguidos, en casa de Mr. de Thorigny, el antiguo ministro; en las del Conde de Saint-Germain, y Vizconde de Arlincourt, y en una soirée literaria de Mr. Aquiles Jubinal.
También los periódicos franceses publicaron noticias biográficas de la Sra. Martínez; pero entre ellas es, sin duda alguna, la más notable y curiosa esta que da, en un extenso artículo titulado La Malibran noire, el reputado escritor Mr. Pitre-Chevalier:
Hace unos veinte años era intendente militar en La Habana el Sr. Aguilar, cuya esposa, Dª Josefa de Unsaga, cayó gravemente enferma. Larga serie de crisis nerviosas la llevó a un estado de letargia profunda, poniéndola al borde del sepulcro. Los médicos la desahuciaron, y ya se esperaba su próximo fin cuando llegó a la casa una familia de negros libres, ebanistas de oficio. Eran un matrimonio y una hija pequeña, ahijada del intendente y de su esposa. Al saber ésta que su madrina apenas daba señales de vida, rogó que la dejaran rezar junto al lecho de la moribunda, cuyas manos besó, cubriéndolas de lágrimas. Después se arrodilló ante una imagen de la Virgen, y entonó una canción sentida, que era una plegaria, con su voz melodiosa y dulcísisma, encanto de cuantos la conocían, y que constantemente se la disputaban de casa en casa para oírla cantar.
El médico que observaba a la paciente cerca de la cabecera del lecho, dejó escapar un grito... La niña, asustada, suspendió la cantada oración; pero el doctor se apresuró a decirle, estimulándola con el gesto y con la mirada: -Sigue, niña, sigue... Canta eso, y canta cuanto quieras... -Y la negrilla, que instintivamente gustaba de cantar como un pájaro, prodigó con abandono todas las perlas de su garganta... Cánticos, oraciones, baladas, romanzas, todo su tesoro musical salió de su alma y de sus labios.
—¡Basta!— exclamó por fin el doctor, con demostraciones de júbilo. -Ahora ya puedes abrazar a tu madrina. Tú le has devuelto la vida.
El pintoresco relato de esa maravillosa curación músico-terapéutica, por la voz y el canto, produjo extraordinaria emoción, aumentando y extendiendo la fama que en París había conquistado la Malibrán negra.
Y
sin embargo, la “estrella” que en Londres y en París brilló con
resplandor tan extraordinario, se eclipsó de pronto, sin que yo haya
logrado encontrar nuevas noticias de su rumbo ni de su
fin.
Únicamente en la obra del Sr. Saldoni, Efemérides de
músicos españoles, así profesores como aficionados-Madrid,
1860- tropecé con esta brevísima noticia, que puede tenerse por una
“fe de vida”.
“Martínez, Dª María (“la Negra”): cantó canciones del género andaluz en el teatro de Variedades de París en Enero de 1852. (C)”
En la explicación de los signos adoptados, que va al frente del libro, se dice: (C) Contemporáneo, que vivía al dar a la prensa esta obra.
¿Qué
fue de la “Malibrán negra” de 1852 a 1860? ¿Qué fue después
de ella? Curioso será saberlo.
Después de triunfos tan
brillantes, es inconcebible que pasara a una tan completa obscuridad,
aunque recordando los tristes comienzos de aquella alumna del
Conservatorio de Madrid, “la más desgraciada” de todas, no es de
extrañar que la suerte, mostrándosele de nuevo adversa, le
reservase un porvenir... como suyo.
Completamente negro.
FELIPE PÉREZ Y
GONZÁLEZ
Notas
(1)Véanse los textos publicados en este mismo blog.
(2) Felipe
Pérez y González. Sevilla, 1854 – Madrid, 1910. Escritor,
periodista humorista y folclorista. Oficial del Archivo Municipal
Hispalense y Secretario del Ayuntamiento de su ciudad natal hasta que
dimite y se va a Madrid en 1884. Periodista de El Motín y El
Progreso. Autor, entre otras muchas piezas dramáticas, del
libreto de la La Gran Vía. (1886) En 1892 forma parte
de la redacción madrileña de El Liberal, y un año después funda
la revista ilustrada La Gran Vía. También fue experto en
literatura popular.
(3)Véase
La Rabia del Placer o El nacimiento cubano del tango y su
desembarco en España (1823-1923), de un servidor y de
Faustino Núñez. Diputación de Sevilla, 1999. pág 34 y
ss.
Igualmente
las gacetillas que siguen y que forman parte de la documentación de
un próximo libro nuestro: Tremendo Asombro Huellas de lo
Andaluz en los Teatros de La Habana (1790-1850), de próxima
aparición en Ediciones Barataria.
Una negrita dichosa.- Hace algún tiempo está llamando fuertemente la atención en Madrid una negrita que con sus canciones cubanas, andaluzas, etc. etc. y acompañándose ella misma con su arpa y en la guitarra, ha logrado aparecer en todos los salones de más tono, incluso los de la Sra. Condesa de Montijo; últimamente el 31 de abril figuró en una función del Conservatorio de Música y Declamación de María Cristina, a la que asistieron SS MM la Reina y el Rey, su augusta madre, el Duque de Rianzares y sus hijas, así como toda la alta nobleza de la corte. Cuando los alumnos del Conservatorio cumplieron el programa de la función la célebre negrita (así dice El Heraldo) cantó con su acostumbrada gracia algunas canciones españolas acompañándose a la guitara, de las cuales SS MM se mostraron muy complacidos.
(La Prensa de La Habana. 24 de Junio de 1848)
*****
Hace algún tiempo que estamos leyendo en los periódicos de Europa las celebraciones que le dedican a la cantante que llaman la Malibrán negra, habiendo excitado de tal modo la atención de los inteligentes y del público todo, así en París como en Londres, que es el objeto de los aplausos más entusiastas y de las más vehementes celebraciones.
Hasta ahora habíamos creído que semejante noticia era como otras muchas que se dan, pero después que hemos visto que La Ilustración y La Prensa de la primera capital como otros periódicos muy acreditados de la segunda se han ocupado con demasiada formalidad de este asunto, ya no podemos dudar de que existe en efecto esa notabilidad con más o menos mérito.
Suponiendo que el público gustará de saber pormenores sobre la cantatriz negra, vamos a estampar las noticias que de ella da un periódico inglés, las cuales nos parecen un tanto inexactas.
“La llegada a la metrópoli, dice el diario a que nos hemos referido, de una cantatriz negra cuyas disposiciones, según se dice son grandes, ha causado la gran sensación en el mundo musical. El nombre de la nueva prima donna es María Loreto Martínez de Moreno y he aquí un bosquejo de su carrera:
Nació en La Habana, sus padres fueron negros libres, y su probidad y excelente proceder, les granjearon la estimación de las principales familias de La Habana, y muy particularmente del intendente D. Francisco de Aguilar, quien gustó que la negrita fuese admitida en su familia, recibiendo en ella una educación y moralidad muy esmeradas. Algunos años después, el Sr. Aguilar recibió órdenes del gobierno para pasar a Málaga, y su familia, que sentía mucho abandonar a su joven protegida, del mismo modo que lo sentían los padres, consiguieron el llevarla, pues estos no querían causarle perjuicio para lo sucesivo. Al fin María acompañó a Málaga a sus ilustres protectores. Habiendo manifestado extraordinario gusto por la música y poseyendo una voz en extremo agradable y de afinación perfecta, le pusieron los mejores maestros; pero la familia de Aguilar se vio obligada a cambiar de residencia y pasar a Sevilla. Aquí no sólo se le proporcionó el medio de aumentar sus conocimientos en el arte musical, oyendo a los mejores cantantes de España, sino de aprender aquellas melodías nacionales tan picantes por su cadencia, tan graciosas en su estructura y tan enérgicas por el estilo, que las hacen ser las más populares de las canciones nacionales. Después de algunos años se casó María con D. Mariano Moreno, capitán del Regimiento de San Fernando y apenas transcurrido uno, la muerte de su protector y el haberse comprometido su esposo en los asuntos políticos le obligaron a emigrar, viéndose por tal motivo reducida a la mayor miseria. Pero María sufrió sus desgracias con heroísmo y la música de Andalucía era su único recurso. Por algún tiempo dio lecciones en Sevilla y cuando hubo reunido la suma suficiente entró a estudiar en el Conservatorio de Madrid. Allí tuvo la fortuna de ser oída por su Majestad nuestra Reina que sabiendo los interesantes detalles de su vida anterior y encantada de su excelente voz, la nombró una de sus pensionistas. Habiendo obtenido licencia para viajar pasó unas semanas en París donde dio un concierto del que habló con entusiasmo toda la prensa parisiense, llamándola la Malibrán negra. Entre las diferentes piezas que cantó, las canciones de España y La Habana causaron aún más notable sensación.”
Por lo que a nosotros toca no dudamos en este momento que haya mucha parte de verdad en este relato, en cuanto tiene relación con la parte artística de la heroína de la noticia anterior, pues conocidas son las naturales dotes que la gente de color posee para la música, y muchas pruebas podríamos presentar de ello; pero nos causa sorpresa que la historia de la negra María esté tan unida a la vida y biografía del Sr. D. Francisco de Aguilar, que fue Intendente de La Habana hace muchos años. Sea de ello lo que fuere, es lo cierto de que tanto más honorífica es la calificación con que la distinguen la prensa europea, cuanto que un célebre folletinista francés nos dice que es, en su modo de cantar, una nueva Persiani.
Los periódicos de Londres dicen que la Malibrán negra, de que hemos hablado en otra ocasión, ha dado últimamente un concierto en el teatro de S.M. británica con muy buen éxito.
(Faro Industrial de La Habana. 18 de agosto y 7 de septiembre de 1850)
(4)Este y los siguientes subrayados son nuestros.
Posté le vendredi 25 juillet 2008.
Tomado de
https://zoevaldes.skyrock.com/1914444331-LA-MALIBRAN-CUBANA-Por-Javier-de-Castromori.html
página vista el 06082019
Por Javier de
Castromori.
Hace cinco años que hurgo en archivos y
bibliotecas de toda Europa y América. Ya tengo toda la información
necesaria para escribir una biografía de la que considero fue el
personaje más importante de la música popular cubana y andaluza del
siglo XIX : María Martínez, denominada por los franceses: « la
Malibran noire ». María Martínez fue la primera negra en llevar su
arte (música cubana y andaluza) a los grandes escenarios europeos:
París, Londres, Madrid, Barcelona...
Protegida, primero por la reina regente María Cristina y más tarde por su hija la reina Isabel II, María Martínez fue conocida en España bajo el titulo de « la negrita de la Reina ». Fue ella quien introdujo y puso de moda el tango americano en toda España el cual más tarde influenciaría las composiciones de la habanera y el flamenco andaluz. Ese mismo tango, célebre en su época lo refundirá Sebastian Iradier. ¿Quién no conoce aquello de: usté no es na, usté no es na, no es chicha ni limoná...? Víctor Jara hizo su versión en el siglo XX, pero ese es el legado de la negrita Martínez a la música hispanocubana.
Javier de
Castromori es investigador literario, escritor y cinesta
cubano-francés (ver en www.telebemba.com) Vive entre París y
Almería donde posee una chocolatería literaria: Kakaoté. Autor,
entre otros, del libro Centenario de la República Cubana: 1902-2002.
Ediciones Universal, Miami, 2002.
Comentario en un post.
Javier de Castromori27 de noviembre de 2009, 6:45 Página vista el 06/08/2019
En realidad, estimado Güicho, si somos verdaderamente justos con
la historia de la "chanson française", la bisabuela de
todos esos cantantes era la Thérésa. Su nombre verdadero: Eugénie
Emma Valladon (1837-1913). "L'idole des français" como
también era conocida, marco para siempre el rostro de la cancion
francesa desde sus primeras representaciones alla por el fin del
"Second Empire". La "muse de la voyoucratie" o la
"diva du ruisseau", como también se le conocio, siempre
olvido contar en sus memorias que cuando hizo su en el Alcazar de
Paris, en esos momentos la diva del recinto era una negrita cubana a
la que los franceses habia puesto como mote "la Malibran
noire".
Durante casi todo el siglo XIX la mayoria de las
cantantes y bailarinas, ya fueran francesas o extranjeras, tomaban
identidades y nombres hispanos, era una buena carta de presentacion
frente a un publico aun avido de "romantisismo espanol".
Fue asi que, de cierta manera, nuestra negrita cubana triunfara e
impusiera en toda Europa y mas alla aun, aquello de: "usté no e
na... usté no e na... ni chicha ni limona".
El titulo de
pastelero no me va para nada, es mas bien "chocolatier" y
como quizas comprenderas es mas una necesidad alimentaria que una
verdadera vocacion.
Un abrazo.