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Sirvientas Jóvenes en Almería desde 1908

Escuela para jóvenes sirvienta

Tomado de LA VOZ DE ALMERÍA. MIÉRCOLES, 25 DE FEBRERO DE 2009. Pág. 56 por Eduardo D. Vicente epino@lavozdealmería.com

Sirvientas en Almería años 1940

En 1908 comenzó a funcionar en la iglesia de San Juan el colegio María Inmaculada ●En 1919 se trasladó a la calle Infanta y fue centro de formación laboral y espiritual de cientos de muchachas

Los bancos del parque se llenaban cada tarde de criadas que salían con los niños a tomar el aire puro y la brisa reconstituyente del mar. El Parque era el territorio de estas jóvenes niñeras que en muchos casos habían llegado del pueblo buscando

la única profesión decente a la que podían aspirar entonces las mujeres.

Las criadas llevaban el olor de las casas impregnado en el cuerpo, como una seña de identidad. Olían a limpio, a jabón de lavar, a ropa recién tendida, al perfume robado de los vestidos de sus señoras y al aroma agrio que les dejaba en el escote las bocanadas de leche de los niños.

Mientras los pequeños jugaban, ellas se juntaban bajo las sombras de los árboles a intercambiarse sus sueños de amor y a contarse, con lágrimas en los ojos, las últimas noticias que sus madres les mandaban del pueblo.

El parque se llenaba de criadas, de niños y militares. Porque detrás de una criada iba siempre un soldado del cuartel cargado de historias de amor y ‘buenas intenciones’.

Las señoras solían advertirles a las muchachas que tuvieran cuidado con aquellas aves de paso que sólo iban a echar el rato. Cuando un soldado se ganaba el favor de una criada,

no sólo tenía una novia con la que pasear en las tardes de permiso, sino también una madre que le traía suculentos bocadillos de la

casa de los amos.

Había criadas que heredaban el oficio de sus madres y lo iban aprendiendo desde niñas. Otras necesitaban un período de aprendizaje,

por lo que sus familias las mandaban a la escuela para que las instruyeran. En Almería el primer colegio de sirvientas lo abrieron las

religiosas de María Inmaculada en 1908, por iniciativa del Obispo Vicente Casanova y Marzol. Se instalaron, de forma provisional, en la casa aneja a la iglesia de San Juan, en el barrio de La Almedina.

En el discurso de inauguración de la escuela, el Obispo Marzol dejó claros los objetivos del centro: “En primer lugar, aquí se impartirá a las jóvenes la enseñanza del catecismo y temor de Dios, y en segundo lugar, las cosas necesarias para ganarse

honradamente la vida y ser útiles en la sociedad”.

Se les remitió una carta a los párrocos de todos los pueblos y de las iglesias de la capital, dándoles la noticia de la implantación de la

congregación, para que enviaran directamente al colegio a las jóvenes que desde los distintos puntos de la provincia se desplazaran a la capital en busca de una colocación.

El centro fue creciendo semana a semana y a finales de 1908 ya funcionaban la escuela nocturna y la dominical para las criadas con trabajo.

En 1911 introdujeron las clases de labores, corte y francés.

Traslado a la calle Infanta

Desde que las religiosas de María Inmaculada llegaron a Almería, su aspiración era poder tener algún día sus propias instalaciones. En julio de 1918, la congregación compró la casa de Francisco Jover y Tovar, en el número ocho de la calle Infanta, y otra vivienda, justo detrás, en el número uno de la calle Campomanes. Las unieron y en 1919 se trasladaron al nuevo colegio.

Estuvieron ejerciendo su labor sin interrupción hasta en los difíciles años de la República, pero el 23 de julio de 1936, al estallar la guerra, tuvieron que marcharse del colegioal ser saqueado y ocupado por los comités republicanos. Las hermanas tuvieron que huir por los terrados. Algunas encontraron refugio en casas particulares y otras tuvieron que pasar por la cárcel.

Reapertura del colegio

En 1940, terminada la guerra, el colegio se reorganizó y volvió a abrir sus puertas. Unos meses antes, el Gobierno Civil había emitido unas normas de obligado cumplimiento para tratar de dignificar el trabajo de las sirvientas, estableciendo un salario mínimo de treinta pesetas mensuales.

En 1943 la escuela funcionaba a pleno rendimiento, con trescientas cincuenta externas, treinta internas para colocaciones y ochenta pertenecientes al Patronato de Redención de Penas. Estas niñas no habían cometido ningún delito, sino que en su mayoría eran hijas de reclusos a las que la iglesia les abría sus centros para evitar que se convirtieran en ‘ovejas descarriadas’.

Por el Servicio Doméstico, como se le conocía también al colegio, pasaron generaciones de muchachas que querían prepararse para poder trabajar. Aprendían a llevar una casa, a hacerse mujeres, como se decía antes, y a estar bien con Dios.

Las familias que necesitaban una criada, iban allí a entrevistarse con las monjas y ellas le recomendaban la chica que mejor se podía adaptar a sus necesidades. “Queremos una que sea apaña en la cocina”, decían,y las religiosas le buscaban la idónea entre su amplia oferta.

También fue un lugar de reinserción, recogiendo de la calle a huérfanas y a niñas hijas de prostitutas para darles una formación cultural, laboral y espiritual. Porque la religión siempre fue la principal razón de ser del centro. Todos los años, por Cuaresma, allí se organizaban los ejercicios espirituales y en abril, el obligado triduo en honor de Santa Rita, patrona de las sirvientas.

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