Sevilla. A finales del siglo XV delata una conspiración judia contra la Inquisición
Tomado de http://lahistoriajudiadeandalucia.wordpress.com/2012/12/05/susona/ Página vista 6 de Julio 2013
PUBLICADO POR JOSERAMONAYASO 05/12/2012 ⋅
A Xavier Rubert de Ventós, catedrático
de Estética, le gusta epatar al público que acude a sus
conferencias. Hace bastantes años, más de diez, Rubert de Ventós
dio una conferencia en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada.
No me acuerdo del título ni de lo que iba. Sí me acuerdo que en el
coloquio final defendió la tesis de que el amor no era lo mejor para
la felicidad de una pareja. Un matrimonio funcionaba por otras
razones. De ahí que tuviera más probabilidades de éxito un
matrimonio dispuesto y acordado por los padres de los respectivos
novios, conocedores de cómo eran sus hijos y lo que en realidad
necesitaban.
Acabo de leer un artículo de opinión de Manuel Cruz
en El País (8 de septiembre de 2012) titulado “El amor como
imbecilidad transitoria”, que complementa lo dicho por Rubert de
Ventós. Para Manuel Cruz que, a pesar de la abrumadora evidencia de
su carácter perecedero y volátil, los protagonistas consideren la
beatitud alcanzada por los enamorados “como imperecedera y eterna
representa la prueba más concluyente de hasta qué punto el amor
constituye el territorio privilegiado de la estupidez humana”.
Susana ben Susón, la Susona, la bella
hija de un acaudalado converso sevillano, Diego Susón, debió haber
esperado al marido que le iba a elegir su padre, sin duda otro
descendiente de familia conversa. Pero no fue así. Se enamoró, ¡ay
el amor, ese “arma de idiotización masiva”!, de un cristiano
viejo, y ahí empezó su desgracia y la de su familia.
La historia
de la Susona se desarrolla en los años en los que la Inquisición
recientemente creada por los Reyes Católicos inicia su actividad en
la ciudad de Sevilla.
La Inqusición se iba a poner en marcha
en la ciudad y los conversos más importantes, reunidos en la
parroquia del Salvador, tramaron un complot para atacar a los
inquisidores. La conjura fue descubierta a las autoridades por
Susona, quien temía por la vida de su amante cristiano. Todos los
implicados, incluido el padre de Susona, fueron apresados y
ajusticiados. En febrero de 1481 empezaron las ejecuciones en
el quemadero de Tablada.
Susona vivió el resto de su
vida con los remordimientos por la muerte de su padre. Reginaldo
Rubino, obispo de Tiberiades, dispuso que se metiera a monja, pero
ella salió del convento antes de profesar. Como suele suceder en
este tipo de historias, la fermosa fembra, perdida su legendaria
belleza, murió en la miseria después de llevar una agitada vida.
En
su testamento dispuso que se pusiera su calavera sobre la puerta de
la casa donde “había vivido mal, para ejemplo é castigo de sus
pecados”.
José Amador de los Ríos comenta este episodio en el tercer tomo de su Historia social, política y religiosa de los judíos en España y Portugal (Madrid, 1876). Saca la información de una Relación de la junta y conjuración, que hicieron en Sevilla los judíos conversos contra los Inquisidores, que vinieron á fundar y establecer el Santo Oficio de la Inquisición, manuscrito que se conserva en la Biblioteca Colombina de Sevilla.
* * * * *
Conocemos los nombres de los conversos conjurados en 1480. Según el Ms. 1419 de la Biblioteca Nacional de Madrid (fol. 133 vº) eran los siguientes: Susán, “padre de la Susana, la hermosa fembra”; Benadeva, “padre del canónigo Benadeva y sus hermanos”; Abolofia, “el perfumado”; Alemán, “poca sangre, el de muchos fijos Alemanes”; Pero Fernándes Cansino, veinticuatro y jurado de San Salvador; Alonso Fernández de Lorca; Gabriel de Zamora, veinticuatro de Sevilla; Ayllón Perote, “el de las Salinas”; Medina, “el Barbado, hermano de los Baenas, obligado de dar carne a Sevilla”; Sepúlveda y Cordobilla, “hermanos que tenían la casa del pescado salado de Portugal”; Pero Ortiz Mallite; Paro de Jaén, “el Manco, y su hijo Juan de Almonte”; los Aldafes “deTriana, que vivían en el Castillo”; Álvaro de Sepúlveda: “el viejo padre de Juan de Jerez de Loya”; Cristóbal López Mondadina (o Mondadura).
Unas notas marginales en el Ms. explican que los cuatro primeros y Loya murieron quemados.
[Noticia sacada de Claudio Guillén, "Un padrón de conversos sevillanos (1510)". Bulletin Hispanique, 65 (1963), pp. 76, nota 113]