Guerrillera. 1920 Malcocinado (Badajoz) -"Abatida" en Collado de las Ratas de Valdelamusa, Cortegana (Huelva) en 1945
Sagrario Vera Cordo en 1943 (I) y abatida en 1945 (D) Fuente: Público.
Sagrario Vera Gordo, guerrillera contra Franco
Sagrario Vera, María Esquivel , Josefa Bermejo. Una historia “desconocida” de mujeres guerrilleras
Tomado de http://www.todoslosnombres.org/content/biografias/sagrario-vera-gordo página vista el 17072017
Sagrario Vera Gordo, guerrillera contra Franco
No fue fácil la breve existencia de Sagrario Vera Gordo. En los escasos veinticinco años que duró su vida de desposeída, la única cara que conoció de aquella fue la que representaban el hambre, el miedo, la angustia o la necesidad. Su rebeldía fue un acto de liberación, tanto personal como familiar o colectiva, en tanto en cuanto ello tiene de liberación de clase y condición social. La realidad del tiempo, el lugar y las circunstancias donde transcurrieron sus días, nos muestran con nitidez los siniestros perfiles del anguloso rostro del régimen que gobernaba, por aquellos entonces, los destinos de este país.
Sagrario Vera Gordo nació al mundo un 18 de septiembre de 1920. Lo hizo en el seno de una familia sumamente humilde de rancheros-carboneros de la localidad extremeña de Malcocinado. El padre se llamaba José Vera Parra y era bracero y carbonero de profesión. Moriría joven, a comienzos de 1940, como consecuencia de la «enfermedad de la guerra», esto es, poco después de salir de las cárceles franquistas, donde estuvo interno desde la finalización de la contienda civil en 1939, por haber servido en el ejército republicano. Su madre se llamaba Fernanda Gordo Galindo y le apodaban «La Jabalina» y, al igual que su marido, era natural de Malcocinado.
Junto a su madre y sus hermanas Salvadora y Guaditoca, vagó Sagrario por las sierras de Sevilla y Badajoz en el verano de 1936, formando parte de los miles de personas que componían aquella columna de refugiados republicanos procedentes de Sevilla, Huelva y Badajoz que, con posterioridad, los historiadores denominarían Columna de los 8.000. Cuando las tropas del capitán Buíza capturaron, en las proximidades de la localidad extremeña de Reina, al grueso de los componentes de dicha columna –la cual, conviene recordar, iba compuesta fundamentalmente por ancianos, mujeres y niños– Fernanda Gordo fue una de las detenidas. Tras recorrer el preceptivo periplo carcelario por varios establecimientos penitenciarios del país, en 1939 salió en libertad condicional y pudo regresar a Malcocinado junto a sus hijos.
Poco después, a comienzos de 1940, tras el fallecimiento del padre, José Vera Parra, la familia Vera Gordo se estableció, en varios chozos –como rancheros con derecho a producir carbón– en uno de los sitios más abruptos, duros y apartados del norte de la Sierra del Alta, dentro de las lindes de la finca «La Valverda», que pertenecía al término municipal de Hornachuelos, en la provincia de Córdoba, colindante con el de Malcocinado. De la dureza de las condiciones en que se desarrollaba la vida de aquellas poblaciones locales –algunas veces casi en régimen de trashumancia entre distintos términos municipales siguiendo los ciclos del ganado o las labores agrícolas de siembra y siega– de braceros, pastores, porqueros, rancheros y carboneros que habitaban la comarca por esas fechas, no hace falta insistir a estas alturas del siglo XXI. Baste recordar que hasta finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, en la comarca serrana donde confluyen las provincias de Sevilla, Córdoba y Badajoz, enfermedades como el paludismo o el bocio no sólo eran frecuentes sino que, además, estaban consideradas como endémicas. Todo ello unido, claro está, al hambre, la explotación y la miseria a la que se veían abocados sin remedio.
En aquellas desoladas estribaciones de las lomas del Caballo y Valdeinfierno, tendría su primer encuentro Sagrario con la guerrilla esa misma primavera de 1940, poco después de que varios guerrilleros establecieran contacto con su hermano mayor, Jesús, para que este actuara de enlace para ellos. Al poco, la familia toda serviría de enlace y apoyo para la guerrilla, tanto de suministro –alimentos– como de intendencia, –les lavaban y aseaban la ropa–. Algunas veces también cenaban y pernoctaban en los mismos. De ahí surgió la relación entre Sagrario y el Chato de Huelva. Durante un tiempo, además, la guerrilla contó con información de primera mano sobre los movimientos de la Guardia Civil –sobre todo de la fuerza del destacamento del Piconcillo, contiguo a «La Valverda»– a través de las hermanas Sagrario y Salvadora Vera Gordo, que trabajaban como cocineras y limpiadoras para la dotación de guardias de dicho destacamento.
En noviembre de 1941, tras las detenciones de su madre y sus hermanos Jesús y Salvadora, se incorporaría a la guerrilla junto a su novio, el Chato del Cerro. No serían pocas las acciones en que tomó parte durante los cuatro años siguientes. Vestida con un mono azul –cual miliciana–, tocada con boina y armada de una pistola de calibre pequeño, bajo el nombre de guerra de «Paco», según la describen varios testigos en diversos atestados de la Guardia Civil que obran en las distintas causas judiciales donde estuvo incursa, participaría en un buen número de acciones; si bien no siempre ni todo el tiempo estuvo en la sierra, pues también llevó en distintos periodos algo parecido a una vida normal, eso sí, en la clandestinidad.
Desde finales de diciembre de 1943, tras salir su madre de prisión, Sagrario y ella marcharían a Sevilla. Está documentado que, a partir de día 7 de enero de 1944, ambas mujeres pasaron a residir en una habitación alquilada en el número 14 de la calle Ardilla del barrio sevillano de Triana. En dicha habitación había estado residiendo hasta su boda, en los primeros días del año, Miguela García Romero, hermana del Chato de Huelva, que fue la que puso a ambas mujeres en contacto con la casera del inmueble. Aprovechando el viaje de novios de la hermana del Chato, Rosario y su madre pasarían un par de meses residiendo en una vivienda del número 12 de la calle Pizarro de Córdoba, al amparo de Leonor Atahona, hermana del guerrillero del mismo nombre más conocido por su alias de «Turronero». A dicho domicilio era enviada la correspondencia que las mujeres de la familia Ganazo recibían de la guerrilla en Cazalla.
A finales de marzo regresarían madre e hija, otra vez, a la habitación de la calle Ardilla, en Triana, donde permanecerían hasta que a principios de julio de ese mismo año Sagrario se incorporó de nuevo «a la sierra» junto a su compañero, de cuyo lado ya no se movería hasta su muerte. El 8 de junio de 1945, en las inmediaciones de una fuente que hacía las veces de estafeta, en el lugar conocido como Barranco de Agua Agria, dentro del término de la aldea onubense de Valdelamusa, perteneciente al municipio de Almonaster la Real, fue abatida junto al Chato de Huelva por fuerzas de la Guardia Civil.
Primer apellido:
Vera
Segundo apellido:
Gordo
Nombre:
Sagrario
Municipio:
Malcocinado
Provincia:
Badajoz
Fichero:
Vera Gordo Sagrario - Malcocinado (Badajoz)_1.pdf
-Todos los nombres y datos están extraídos de la siguiente documentación: Causas 1433-leg.
1547-nº 823 y 1066-464-6854, del A.T.T.M.2º de Sevilla y Expedientes de Reclusos de la Prisión Provincial de Sevilla de la familia Vera Gordo.
- Los datos sobre la muerte de Sagrario están tomados de la obra La Resistencia armada contra Franco, de Francisco Moreno Gómez
Esposas, madres, hijas, hermanas que actuaban como enlaces a los guerrilleros en la recién estrenada dictadura. El investigador José Antonio Jiménez Cubero recuerda los casos de 133 mujeres detenidas, torturadas y, en algunos casos, muertas por empuñar las armas en plena posguerra.
Tomado de http://www.publico.es/politica/sagrario-vera-mari-esquivel-josefa.html página vista el 10072017
17/12/2016 23:22 Actualizado: 18/12/2016 14:45
MARÍA SERRANO
Fotografiadas como botín de
posguerra. Como limpieza de todo aquel que se enfrentaba a plantarle
cara al recién estrenado régimen franquista. La imagen de Rosario
García, guerrillera y mujer del “Chato del Cerro Andévalo”
sobrecoge. Su muerte a tiros por parte de la Guardia Civil en 1945
acabó con la vida de esta joven y toda su partida. No fue la única.
“La historia de la participación de las mujeres en la lucha
guerrillera antifranquista ha sido una de esas historias hurtadas
dentro de nuestro país”, señala el investigador José Antonio
Jiménez Cubero a Público. Según las últimas estimaciones, más de
sesenta mil personas fueron detenidas en España acusadas de
colaborar con la guerrilla antifranquista.
Cubero acaba de
publicar su investigación. Mujeres guerrilleras en la zona norte de
la sierra de Sevilla y Badajoz durante el franquismo. “A vida o
muerte”. Como guerrilleras, es decir “mujeres que empuñasen las
armas”, el investigador aporta tres nombres. María Esquivel
Vizuete “La Culantra”. Josefa Bermejo, compañera del “Chato de
Malcocinado” y Sagrario Vera Cordo, mujer del “Chato del Cerro
Andévalo”, asesinada brutalmente cerca del pueblo onubense de
Valdelamusa.
“Ninguna organización clandestina de aquella etapa pudo sobrevivir, en ninguno de los casos en la sierra sin el conocido papel de los enlaces”. La mayoría, mujeres de vencidos. “Sin la ayuda, colaboración y apoyo de ellas, no se habría continuado la lucha” aclara Cubero. Fueron las verdaderas encargadas de “abastecer a los combatientes de lo más necesario y perentorio para su supervivencia en el monte”. Alimentos, medicinas, armamento, ropas, información. Añadiendo un elemento fundamental, “los servicios como correos de y para las comunicaciones propias de aquellos con sus familiares o las organizaciones políticas clandestinas”. El papel de aquellas valientes que subían al monte de madrugada, sin apenas equipamiento, la cumplían esposas, madres, hijas, hermanas o simplemente familiares en algún grado de los combatientes .
Solo en la zona señalada podemos hacer una radiografía de las brutales cifras. 133 mujeres fueron represaliadas a lo largo de once años de guerrilla
Solo en la zona señalada podemos hacer
una radiografía de las brutales cifras. 133 mujeres fueron
represaliadas a lo largo de los once años que duró la guerrilla.
Desde 1940 hasta 1951. Además de las ya nombradas Sagrario Vera,
María Esquivel y Josefa Bermejo, otras tres mujeres perdieron la
vida en aquella comarca. El perfil de edad de las mujeres activas en
la lucha armada, comprendía entre los 18 y los 50 años. Antonia
León Osorio, fusilada por ley de fugas a principios de los 50 o
Celestina Bazo y Guaditoca Vera, que fallecieron a causa de las
condiciones de insalubridad que se ubicaban en aquellas cárceles.
De
aquellas 54 guerrilleras detenidas, casi el 40 por cientos, nunca
llegaron a ser procesadas. Sí pasarían por calabozos,
interrogatorios y torturas. Cubero retrata que “entre las que
fueron procesadas y juzgadas en consejo de guerra, 17 de ellas fueron
absueltas”. De las condenadas, el mayor número, 39 (un 63 por
ciento), lo fueron a menos de dos años de prisión.
La Culantra, vecina del municipio de
Azuaga, fue la primera que se “echó al monte” junto a su marido
Cipriano Diéguez Bello “El Perrero” a finales de la
primavera de 1941. A los pocos meses sería detenida, en el mes de
diciembre. Tras la muerte de su compañero, fue procesada en la causa
militar 19/42, condenada a muerte y fusilada en Sevilla el 26 de
abril de 1943. Nadie conoce a ciencia cierta sus últimos años pero
creen que esperaron este tiempo por su estado de gestación. En
prisión amamantaría a su hijo, dándolo posteriormente obligado en
adopción. Sería asesinada en las tapias del cementerio de San
Fernando en Sevilla.
Ese mismo año en 1941, también “se
echó al monte” Josefa Bermejo Grueso, compañera del Chato de
Malcocinado. Por entonces contaba con 20 años de edad. Tras la
muerte de este en 1944 pactó su entrega con las autoridades
franquistas poco después del nacimiento de su hijo Manuel, que fue
criado por la familia paterna en Malcocinado. Cubero recuerda que
Bermejo rehízo “su vida casándose y teniendo otros tres hijos”.
Fue una de aquellas mujeres brutalmente represaliadas de la aldea de
Malcocinado (Badajoz). Falleció en Gerona en el año 1991.
La
tercera guerrillera Sagrario Vera Cordo, marcharía al monte dos años
más tarde con apenas 18 años. Murió en el Collado de las Ratas de
Valdelamusa en 1945 junto a su compañero “El Chato del Cerro
Andévalo”. Toda la familia Vera participaría en la lucha
activa de la guerrilla como enlace tras la muerte del padre de
Sagrario, José Vera Parra, bracero y carbonero de profesión muerto
por “enfermedad de guerra”, después de largo tiempo recluido en
las cárceles de la dictadura.
Cubero recuerda que “indudablemente el caso de Sagrario Vera es especial. Una vida dura como pocas”
Cubero recuerda que “indudablemente
el caso de Sagrario Vera es especial. Una vida dura como pocas”.
Con apenas 11 años, en 1936, vagó con la “Columna de la Muerte”
junto a su madre y sus hermanas. A los 16 años, fue detenida junto a
su madre y su hermana Salvadora, aunque no llegó a ser procesada por
ser menor de edad. Solo cuatro años más tarde, en 1945, moriría en
combate. Los testigos que tuvieron la oportunidad de conocerla aún
la recuerdan vestida con el mono azul de miliciano. “Tocada con
boina y armada de una pistola de calibre pequeño, bajo el nombre de
guerra de «Paco»”, añade Cubero.
En su investigación “A
vida o muerte” ha logrado recuperar las atroces imágenes tras su
muerte en la aldea minera del Perrunal, donde fueron llevados los
cadáveres del Chato y de Sagrario para ser enterrados en el
cementerio municipal. “En el sumario sólo aparece la fotografía
de ella”, aclara. Sin conocer bien la intención de aquellas
instantáneas, “me impactaron mucho aquellas fotos que pudieron
servir de advertencia o amenaza a quienes tuvieran la tentación de
enfrentarse al régimen franquista”, recalca. Poco a poco la
guerrilla se fue diluyendo en la zona. “Las últimas detenciones de
mujeres acusadas de colaborar con la guerrilla antifranquista tienen
lugar en 1951” recuerda el investigador.
El municipio de Malcocinado en Badajoz
sufrió una venganza atroz en plena posguerra. Tan solo de mujeres
guerrilleras. Una pequeña aldea, hoy con menos de 500 habitantes,
llegó a detener a 45 mujeres implicadas como enlaces a los
guerrilleros “del monte”. Detenciones, torturas... Malcocinado
era un pueblo activo en la lucha antifranquista.
Cubero
destaca a Público el “curioso el caso de esta localidad cuyas
cifras de represión son porcentualmente muy elevadas en el número
de personas (tanto mujeres como hombres)” implicadas en la ayuda a
los del monte. “Los lazos familiares y de parentesco pueden
ayudarnos a interpretar los hechos, pero no creo que sea todo.
Hablamos de 45 mujeres detenidas, un número que dobla al de quienes
lo fueron en Azuaga o Cazalla de la Sierra, poblaciones que doblaban
o incluso triplicaban en número de habitantes de Malcocinado”.
En
esta aldea destaca los casos de enlaces, ya incluso de avanzada de
edad, como el de Felicitas Bermejo Sánchez, tía de Josefa Bermejo y
detenida a los 54 años. Residente y nacida en Malcocinado fue
detenida en 1944 por ayuda a la partida del Chato. Pasaría por la
prisión de Badajoz. En julio de 1944 la trasladarían a Madrid para
ser juzgada en Consejo de Guerra.
Victoriana Castillo Chicote
fue la más joven de las detenidas. Tenía 15 años cuando la
acusaron, junto a su madre y sus hermanos en Malcocinado, por prestar
ayuda a la guerrilla del Chato de Malcocinado. El 18 de
octubre de 1943 sería trasladada a la Prisión Provincial de
Sevilla, a pesar de ser menor de edad. Pasaría recluida dos meses.