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SEVILLA
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Mujeres 2000 y
Mujeres 2003
Dentro de las sección
8 de marzo. Día internacional de la Mujer de
Averróes. Red Telemática Educativa de Andalucía
Mantienen el texto original, pero al ser aquellos de una gran extensión (cada provincia ocupando en formato PDF entre 6 y 16 mega) dificultaba su acceso. Esa versión original tiene una imagen de cada una de las personas biografiadas.
Domicia Paulina [70-130] Begoña González. Pedagoga.
Brunekhilda [547-613] Consuelo Flecha. Universidad de Sevilla.
Princesa Zaida [ss. XI-XII] Begoña González. Pedagoga
Ana Caro [1590-1650] Begoña González. Pedagoga
Luisa Roldán [1656-1704] Begoña González. Pedagoga
Ángeles López de Ayala Molero [1856-1926] Consuelo Flecha. Universidad de Sevilla.
Blanca de los Ríos Nostench [1862-1956] Consuelo Flecha. Universidad de Sevilla.
María Laffitte [1902-1986] Begoña González. Pedagoga
Mª del Carmen Álvarez Moreno [1958- ] Irene Fernández Campos, José David Moreno Álvarez y Nuria Rojas Cabello(Alumnas y alumnos de 6º A). CEIP Ntra. Sra. de los Dolores. Herrera(Sevilla)
Antonia Colomé Ruiz [1910- ] Olid, Miguel: Antoñita Colomé: recuerdos de una vida, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, Filmoteca de Andalucía, 1998.
Francisca Domínguez Muñoz [1962- ] Esther Jiménez Barrero, Gloria Mª Jiménez Martos y Mª Teresa Navarrete Sánchez (alumnas de 6ºC). CEIP Ntra. Sra. de Los Dolores Herrera (Sevilla)
Carmen Granado Narbona [1921- ] José Manuel García Navarro, Javier Jurado Páez y Juan Antonio Molinero Linares(alumnos de 6ª C). CEIP Ntra. Sra. de Los Dolores, Herrera (Sevilla)
Carmen Iturbide y Gurruchaga [1901-1994] Carmen del Barrio Velasco, profesora. C.E.I.P Carmen Iturbide Gurruchaga. Gines (Sevilla).
Encarnación Luna Ramos [1945-2001] Entrevistada por María Álvarez Gómez; Álvaro Cabrera Páez; Úrsula Pariente Pozo; Isabel María Humanes Humanes. Alumnado del IES Carlos Cano. Pedrera(Sevilla).
Mercedes Portillo Hurtado
[193
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Podemos imaginar cómo Domicia Paulina pasea por su villa mediterránea, entre cipreses y plantas aromáticas; así lo hacen otras mujeres romanas, de alta posición, como ella; lugar social al que pertenece no sólo por su origen familiar, sino por la situación a la que ha accedido al casarse con un senador hispano, con el que ha marchado a vivir a Roma. El marido le supera bastante en edad y, para él, éste es su segundo matrimonio. Seguro que ella no ha podido tener demasiada participación en la elección del esposo puesto que las mujeres, tras la conquista e influencia romana, han sido colocadas bajo la potestad del pater.
Paulina acompañará al hombre, con el que se ha unido en matrimonio, a vivir
fuera de la ciudad donde ella ha pasado su niñez y donde la historia ha ubicado
su nacimiento, aunque la fecha no se sabe con seguridad. El matrimonio tiene una
hija, que hoy se desconoce su nombre y tal vez un hijo, llamado Africano, aunque
también esto es dudoso.
Domicia Paulina ha nacido en el seno de una de las familias de mayor prestigio
de la Bética, familia que forma parte de la elite imperial, su padre era primo
del que, años después, será el emperador Trajano. Lleva la vida propia de una
persona perteneciente a la familia imperial, que es muy diferente al resto de
las mujeres de otros estamentos sociales, por ejemplo: al pertenecer a la
familia imperial puede participar, como sacerdotisa, en los cultos religiosos.
Su
ciudad es Itálica. El año de nacimiento, como se ha dicho anteriormente, aún no
se ha datado con exactitud, pero puede corresponderse con los años setenta del
siglo I; la ciudad está situada en el sur de la Hispania, en la Bética y
enclavada en lo que, mucho tiempo después, será la ciudad sevillana de
Santiponce. Fue alegre el tiempo que pasó allí, es posible que, entre aquel
paisaje de viñas y olivos y entre aquellos atardeceres de un color cercano al
violeta, naciera su alegría, su rectitud moral y sus deseos de desempeñar alguna
actividad artística como el teatro: más
tarde sería actriz y… ¿Por qué no? ¿no han salido de la Bética las mejores
bailarinas
del imperio? ¿no tiene en su carácter la gracia y el buen sentido de su madre,
la gaditana Domicia Paulina? también dama notable, perteneciente a una familia
de segundo rango en importancia en la jerarquía social romana .
Paulina ha vivido siempre muy cerca de su hermano Adriano, al igual que su
esposo, Serviano, a quien el futuro emperador respetaba y tenía casi por igual;
pero desgraciadamente entre los dos se estableció una
fuerte competencia que fue aumentando con los años. Las relaciones entre el
matrimonio y Adriano fueron, a la vez, cercanas y tensas debido a la diferencia
de caracteres y a la distinta forma de vida: mientras que su hermana es una
persona de correcta moral, él se dedica a contraer deudas para pagarse una vida
de derroche. En un momento de su vida Paulina da el triste paso de contar a
Trajano, su tutor, la vida que lleva su hermano; pero lo hizo solamente por
encauzar su vida y poner un freno a tanta disipación.
Esta delación hizo que Trajano, poco antes de
convertirse en emperador, se indispusiera con Adriano en un momento decisivo,
actitud que estuvo a punto de costarle a éste la sucesión al Imperio.
La cuestión no se olvidó fácilmente y, al
convertirse Adriano en emperador, no da a su hermana ninguno de los honores de
los que han gozado las hermanas de otros emperadores. Esto no ha debido
trascender demasiado porque, a pesar de ello, Domicia Paulina es respetada en
palacio, su figura es honrada públicamente en muchos lugares, gozando de un
destacado prestigio como miembro de la familia imperial. Tampoco su hermano le
ha concedido el honor de situarla en la línea de transmisión del poder imperial
al no concederle el título de «Augusta», porque posiblemente todavía siga viva
la tensión y la rivalidad palaciega entre el emperador y su cuñado.
La vida de Elia Domicia Paulina transcurre dentro
de las actividades de las mujeres de la más alta clase romana, algo diferente a
lo que, en ese momento, hacen otras m u j e res en esta sociedad: unas
desarrollan un comportamiento público de gran prestigio social aunque no
pertenezcan a la familia imperial, son grandes hacendadas propietarias de
tierras y negocios, financian la construcción de obras públicas: termas,
basílicas, pórticos y templos, incluso costean espectáculos. Las no hacendadas
intervenían como productoras en los ciclos económicos campesinos, en los
trabajos al aire libre y en la elaboración de productos para el grupo familiar o
para su comercialización.
El trabajo más duro, sin embargo, era para las
esclavas, explotadas no sólo en su trabajo sino también en su capacidad de
reproducción, las más fecundas tenían que producir la fuerza de trabajo: traer
al mundo criaturas que, cuando fueran mujeres y hombres, continuaran los
trabajos propios de la esclavitud.
Mientras tanto, en palacio, ha llegado a tal estado
las desavenencias entre el matrimonio de Paulina y el emperador, que cuando ella
muere hacia el año 130, no se le tributan honores fúnebres públicos, que era lo
habitual en personajes tan destacados de la familia imperial.
Lo que sí hizo Adriano, quizá para calmar las
críticas a que dio lugar su comportamiento, fue dar el nombre de su hermana a
una tribu y a varias aldeas de una ciudad egipcia que el emperador había
levantado en honor de su amado amigo Antinoo.
B i b l i o g r a f í a
MARTÍNEZ
LÓPEZ, C. La experiencia silenciada. Las mujeres en la Andalucía Antigua: Estado
de la Cuestión. En: Las Mujeres en la Historia de Andalucía. Actas del II
Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, 1991. pp. 11 a 22.
VV.AA.
Mujeres en la historia de España. Enciclopedia biográfica; TAVERA, S. (Coor.).
Barcelona. Planeta.
Begoña
González. Pedagoga.
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Este nombre femenino visigodo de la primera Edad Media corresponde a una de las
dos hijas del Rey Atanagildo y de su esposa Goswintha, a una mujer de gobierno a
la que hoy se reconoce como una de las personalidades más destacadas de su
época. Tanto ella como su madre, de la que aprendió a implicarse en los asuntos
políticos, ejercieron una gran influencia en el devenir del complicado
equilibrio de poder de los visigodos en los siglos posteriores a la caída del
Imperio Romano.
Su
presencia y su protagonismo en momentos decisivos para el futuro de su pueblo,
nos hablan de un modo personal de situarse alejado de la sumisión y del aceptar
vivir dominadas.
Por su pertenencia a un grupo social privilegiado, cuyo destino pasaba por
incrementar y transmitir el poder heredado, la política de dominio de una mayor
extensión de territorio y los intereses dinásticos, llevaron a Brunekhilda
siendo aún muy joven a un matrimonio concertado con el merovingio -así se
denominaba la dinastía de los francos- Sigiberto I, lo que la convirtió en Reina
de una parte de la Galia.
Inteligente, culta, enérgica y dura con sus enemigos, de un gran ascendiente
personal, intervino en todas las intrigas que se suscitaron en su entorno
relacionadas con la transmisión del poder y de los territorios entre sus
familiares más cercanos.
La
venganza del asesinato de su hermana –que se había casado con un hermano de su
marido- por negarse a aceptar que él pudiera seguir manteniendo relaciones con
otra mujer, así como la defensa de los derechos sucesorios de sus hijas, hijo y
algunos familiares, la llevaron a enfrentarse en varias ocasiones con quienes
aspiraban de una manera poco legítima a disfrutar de ellos.
Situada en el centro de unas duras luchas fratricidas, la búsqueda de apoyos
políticos y de alianzas matrimoniales que sirvieran a la causa que defendía, la
ocupó en muchos momentos de su vida. Logró vencer en varias ocasiones hasta que
también ella terminó siendo torturada y asesinada por emisarios de un Rey
enemigo a los que la entregaron personas de su propia Corte, las cuales se
ocuparon además de que pasara a las crónicas de la tradición historiográfica
como una mujer loca y perversa.
Después de pasados tantos siglos, hoy podemos decir de ella que algunas de las
decisiones que tomó en el transcurrir de su vida tuvieron una incidencia en la
historia de las mujeres notables de la dinastía merovingia, pues introdujo en el
mundo franco la práctica de origen romano de la
regencia de la reina viuda, lo que le permitió gobernar mientras el heredero era
menor de edad, a ella misma entonces y más tarde a otras de su misma posición
social. Una situación que, en su caso, tuvo que asumir más de una vez –como
regente en nombre de su hijo y, a la muerte de éste, de sus nietos- en medio de
visibles resistencias por parte del entorno del poder en el que se movía que no
aceptaba el que una mujer pudiera desempeñar el gobierno de aquel Reino; es
decir, ocupar un espacio político y, por tanto, público cuando lo que le
correspondía, de acuerdo con su naturaleza femenina, era atender a la buena
administración de los asuntos domésticos. Sin embargo ella mantuvo como uno de
los móviles principales de la política que desarrolló, el consolidar la
autoridad real frente a la aristocracia y los eclesiásticos.
Consciente de la inestabilidad que este hecho
producía, en razón de un conflicto que no sólo lo era de poder sino también de
sexos, logró apoyos para las etapas en las que ejerció el gobierno, y buscó la
protección para que su hijo fuera designado heredero sin suscitar nuevas
tensiones. El ascendiente de que gozaba entre amigos y enemigos lo hizo posible.
Fue incansable en el trabajo de consolidar una
autoridad con fuerza moral para proponer modos de actuar guiados por el bien
común, por la realización de mejoras que favorecieran a todo el pueblo, por la
referencia a principios que dieran cohesión frente a los intereses particulares.
Decisiones llenas de sabiduría que, además de los
efectos que produjeron en su momento, han afectado también a muchas mujeres de
diferentes grupos sociales, aunque se haya necesitado un plazo largo de tiempo
para cada uno de los pasos que, como fruto del dinamismo histórico, han podido
ir entrelazando nuevas relaciones transformadoras en momentos y lugares
determinados. Brunekhilda, por el lugar que ocupaba en la sociedad, sólo
representa a un pequeño número de mujeres, a esas que han vivido una situación
privilegiada en función de su nacimiento y de que, en algunos casos, tuvieron
que hacerse cargo de las tareas de gobierno que desempeñaban sus maridos o sus
padres ausentes. Sin embargo, junto a muchas otras a lo largo de los siglos y en
otras circunstancias, ejemplifica la necesidad que las mujeres han tenido
siempre, y que aún siguen teniendo, de imponerse para reclamar o para
salvaguardar los derechos y las condiciones sociales que les correspondían.
La historia nos enseña que realmente han sido
numerosas las que, como Brunekhilda en el siglo que le tocó vivir, y otras antes
y después de ella, fueron capaces de hacerlo con la sagacidad, el saber, el
tacto político y los resultados que las situaciones
dadas requerían.
B i b l i o g r a f í a
VV.AA.
Mujeres en la historia de España. Enciclopedia biográfica; TAVERA, S. (Coor.).
Barcelona. Planeta. 2000.
B i b l i o g r a f í a
Consuelo Flecha. Universidad de Sevilla.
52
B i b l i o g r a f í a
Dicen las crónicas que la princesa musulmana Zaida, hija del rey de Sevilla, no fue barragana en la corte del rey Alfonso VI sino mujer velada, es decir, casada por la iglesia. Su historia parece de leyenda o de cuento oriental, no sólo porque fuera extraordinariamente amada por el rey-emperador de Castilla y León (*), sino porque fue una mujer exquisita, culta, educada, inteligente y bellísima. Tuvo con el rey el único hijo varón de éste, Sancho III el Deseado, que heredaría el trono, quitándole la sucesión a sus hermanas mayores.
Zaida murió antes de que, en la desgraciada batalla de Uclés, desapareciera su
jovencísimo y querido hijo.
Para que se admitiera la relación entre el rey cristiano y la princesa árabe,
que estaban fuera de la norma porque ella lleva la condición de infiel, se
utiliza la excusa del hijo varón, futuro heredero al trono, La crónica justifica
este episodio, recalcando la esterilidad de casi todas las mujeres del rey y
aunque habla de descendencia ilegítima, este momento de trasgresión se
disimulará tras un velo religioso, dejando bien claro que sólo fue mujer del rey
castellano tras su conversión.
Dicen que ella es mujer libre y no nacida de linaje vil o en vil hogar, además
es de procedencia noble y única y, sobre todo, es quien ha asegurado la
descendencia real por no tener varones las esposas legales. Todo esto podría
admitirse, pero lo que no está bien visto es que los papeles se cambien y que la
favorita sea, verdaderamente, objeto de la pasión amorosa del monarca, cuando a
ella sólo se le permite cumplir con su función reproductora.
Ésta es la historia de la Zaida, hija del rey poeta de Sevilla al-Mu’tamid ( vease nota sobre esta afirmación pinchando aquí) y de
la exquisita poetisa del al-Andalus, Rumaykiyya. Nacida alrededor del año 1070.
Su madre la educó, como una princesa amada, en la belleza y en la poesía, en el
canto, en la danza y en la filosofía. Relacionada con la clase alta de la
sociedad andalusí, con las m u j e res más cultas y educadas de la corte. Zaida
se parecía a su madre por su ingenio y belleza y a su padre por su alegría.
Conoció cómo sus pro g e n i t o res vivían un amor de leyenda que expresaban en
repetidos y hermosos poemas.
A
los doce años, Zayda sabe que estaba prometida con el rey castellano, aunque él
está casado con una princesa cristiana procedente del sur de Francia, doña Inés
de Aquitania: son políticas matrimoniales. En las familias dirigentes, los
matrimonios se consideran un instrumento imprescindible para establecer alianzas
porque así pueden superar grandes conflictos políticos y conseguir aspiraciones
territoriales; en consecuencia, las mujeres son
valiosas para los pactos de estado, se convierten en «bienes preciosos» de gran
relieve e importancia dentro de las alianzas matrimoniales. La princesa Zayda
entra de lleno en esta política cuando su padre, el rey de Sevilla, proclamado
unos años antes señor de Córdoba, necesita firmar acuerdos con el poderoso rey
Alfonso VI de Castilla y León. En esta fase de la reconquista es tal el poder
del rey cristiano que nadie es capaz de reinar sin su consentimiento. Parece que
la propuesta de prometer a la inteligente princesa fue echa por el rey árabe,
porque el castellano dejó varias veces la boda para más adelante. Zayda fue
enviada por su padre, al encuentro con el rey, como prometida en matrimonio
acompañada por una cuantiosa dote en la que entraban grandes y poderosas plazas
como Cuenca, Alarcos, Ocaña y otras.
Era tan grande la dote matrimonial, que este hecho
ha quedado en la fábula. Lo que no se sabe es si la princesa iba a cumplir la
promesa de matrimonio o a pedir ayuda para su padre al poderoso monarca
cristiano, que establecía alianzas con algunos reyes moros, pagando estos
grandes impuestos por su protección en contra de los almorávides. Tarde llegó la
ayuda del cristiano, porque el rey musulmán quedó prácticamente exiliado en su
alcázar de Sevilla, resistiendo cuanto pudo el asedio del ejército de los
africanos.
En Toledo se encuentran la inteligente princesa y
el rey castellano. Su mujer, la joven reina Inés había muerto, no era extraño
este suceso porque en la Edad Media un número considerable de mujeres moría muy
jóvenes a consecuencia de los partos, pero ya tenía una nueva esposa. Zayda
convivió con ella en la corte y, entrando en amores con el rey, al poco tiempo
tuvieron el hijo.
Cuando llega la hora del nombramiento de este hijo
como heredero, han transcurrido veinte años desde aquella lejana promesa de
matrimonio y entonces sí que se celebra la boda entre la princesa Zayda y el rey
Alfonso puesto que hay que legalizar la sucesión del pequeño Sancho, aunque
realmente la heredad le correspondiera a su hermana Urraca hija de un matrimonio
anterior.
A partir de la boda, Zayda se convierte en la reina
Helisabeth porque Isabel es el nombre que, años atrás, ha escogido en su bautizo
cuando se ha convertido oficialmente al catolicismo. El rey exalta sus
capacidades y la llama regina divina amantísima, dilectísima.
Dura poco la felicidad del matrimonio porque Zayda
muere muy joven, alrededor del año 1100, a consecuencia de un sobreparto,
siguiendo la misma suerte que el resto de las mujeres de Alfonso VI. Zayda-
Helisabeth será enterrada en Sahún y dos siglos más tarde sus restos se
trasladarán a San Isidoro de León.
B i b l i o g r a f í a
FIRPO,
A.; Las concubinas reales en la Baja Edad Media castellana; En: La condición de
la mujer en la edad media, Actas del coloquio Hispano-frances. MADRID. 1986.
FISAS,
C.; Mujeres, amores y sexo en la historia. Barcelona. Plaza & Janés, 1996.
MÁRQUEZ
DE LA PLATA, V.; VALERO DE BERNABÉ, L.; Reinas medievales españolas. Madrid.
Aldebarán. 2000.
Begoña
González. Pedagoga
(*) Nota de editor de la web Biografías de Mujeres Andaluzas: Elena Riesco González nos indica que no se puede hablar de ... "Alfonso X como Rey deCastilla y León, no existe ni existió nunca el reino de Castilla y León . Exisitió el Reino de León, el Reino de Castilla y la Corona de Castilla que en época de Alfonso X aglutinaba los reinos de Castilla, León, Galicia, Toledo, Navarra y señoríos recientemente conquistados como Al-Andalus: Córdoba, Murcia, Jaén, Sevilla,Granada, Gibraltar, Algeciras y Molina de Aragón. Los reinos conservaron suderecho." ..." Hablen de Corona de Castilla pero no de Reino de Castilla y León que eso no existe. Existe desde 1978 Una comunidad autónoma con ese nombre, pero hasta entonces esa unión como tal no existió." Recibido en 2006.
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«Doña Ana Caro, insigne poeta, que ha hecho comedias representadas en Sevilla, Madrid y otras partes con grandísimo aplauso, y ha hecho otras muchas y varias obras de poesía, entrando en muchas justas literarias, en las cuales, casi siempre, se le ha dado el primer premio». La cita es de Rodrigo Caro en la obra Varones insignes en letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla.
Lo
que resulta curioso es que se cite a una mujer en una publicación dedicada al
estudio de literatos y hombres de letras ilustres; quizá pensándolo bien no sea
tan raro si tenemos en cuenta que Ana Caro Mallén de Soto, llamada la musa
sevillana, es una mujer muy singular para su tiempo, puesto que ha podido
conseguir ser reconocida como escritora por los diferentes estamentos: la corte
imperial, los cabildos de la ciudad, las parroquias locales y las compañías.
Esta circunstancia da la medida de su valía aunque para conseguir la fama haya
tenido que sortear muchos obstáculos.
Nace al final del siglo XVI, en 1590, por tanto su vida profesional se
desarrolla a lo largo del siglo XVII, pertenece al Siglo de Oro de las letras
españolas. Fue amiga de María de Zayas gran escritora madrileña, treinta años
mayor que Ana, que cultivó una narrativa centrada en el conflicto entre hombres
y mujeres. Las novelas de la Zayas afirman la capacidad intelectual de las
mujeres, por ello esta escritora está reconocida como una de las primeras
escritoras feministas. A ella le debemos que, posteriormente, otras escritoras
se hayan aplicado a escribir sobre los derechos de las mujeres.
Ana Caro es escritora de oficio, tenemos que entender lo que esto significa, es
decir, su dedicación a la literatura no es sólo el resultado del gusto de
escribir, sino que hace de la literatura y de la escritura una profesión: es su
trabajo. Vive de lo que gana con sus escritos y solicita, demanda y exige el
dinero que le corresponde en las ocasiones en que los pagos se demoran. Sus
escritos están redactados según las costumbres y el gusto de la época, un género
al que se le denomina Relaciones.
Estas obras literarias pueden escribirse en verso, con gran número de alabanzas,
elogios y loas, contando acontecimientos acaecidos. En este tiempo está de moda
hacer una Relación de todo, de hechos políticos, de solemnidades religiosas,
loas sacramentales, fiestas reales, victorias contra el enemigo. En realidad se
encargan para conmemorar hechos singulares,
acontecimientos públicos, celebraciones, o efemérides.
La escritora recibe múltiples encargos; pero es en
la ciudad donde ha nacido, Sevilla, donde publica su primera obra, la Relación
poética de fiestas religiosas por los mártires del Japón, celebrada en el
convento de San Francisco de Sevilla en 1628.
Esta obra espectacular puede inscribirse tanto en
el orden civil como en el religioso. A élla seguirán muchas otras y todas
tendrán algo en común, que será el hecho de subordinarse a la política, ya sea
imperial, del gobierno o de las élites locales. Recibe numerosos encargos, entre
ellos, de la Corte.
La época en España es de crisis política y
económica, incluida la monarquía imperial de Felipe IV. Cae el poderoso valido
Olivares, nacido en la provincia de Sevilla y conocido de la escritora. Son unos
años en que la literatura se utiliza en política como un servicio al poder, unas
veces como aliada, otras como arma contra la clase privilegiada. Y es que la
crisis generalizada necesita, por primera vez, una literatura de masas, que se
imprime en pliegos sueltos, y en la cual podemos rastrear los orígenes del
periodismo. El Conde Duque refuerza esta actividad por la que se interesa
personalmente.
Con todas estas cosas, aumenta el oficio de poetas
y se desarrolla como un ejercicio muy competitivo, porque la educación en la
época ha promovido la creación de una clase de letrados que compiten entre sí
por hacer de las letras una profesión , grupo del que, generalmente, estaban
excluida las mujeres puesto que no tenían acceso a los Colegios y a las
Universidades. En estas condiciones, parece imposible creer que una mujer,
escritora, fuera financiada como dramaturga por el Cabildo sevillano y, más
todavía, que contara con el beneplácito de nobles y de clérigos.
No se conocen todos los datos de la biografía de
Ana Caro; todavía no se sabe nada de la situación familiar, su educación o su
fórmula de vida; ella sólo se nos aparece como figura destacada en la escritura,
siendo famosa por sus Relaciones y por su teatro. Admitida en los altos círculos
de la nobleza, cercana al Conde Duque, tiene acceso a los circuitos de impresión
y distribución de las obras literarias.
Ana Caro, se hace la mejor cronista de las fiestas
sevillanas y de las madrileñas del Buen Retiro de 1637. Su estilo es culto y
hábil en los versos. Es además una gran trabajadora, una prolífica escritora; al
menos se publicaron seis obras suyas durante el segundo cuarto del siglo XVII.
Nos parece bueno recordar juntas a Ana Caro y a
María de Zayas porque son dos mujeres que pueden ponerse como ejemplo de las
grandes dificultades que encontraron las escritoras del Siglo de Oro para ser
reconocidas. Ambas pueden considerarse como una novedad en su época. Su
excepcionalidad consiste en ser y vivir como escritoras y autoras teatrales en
un mundo de letras dominado por los hombre s .
B i b l i o g r a f í a
CARO,
A.; LUNA, L., ed. Introducción. En: Valor, Agravio, Mujer. Madrid.
Castalia, I. M., 1993, pp. 9 a 46.
LUNA,
L.; Leyendo como una mujer la imagen de la Mujer. Sevilla. Anthropos.
Begoña
González. Pedagoga
54
Luisa Roldán trabaja todo el día en el taller familiar. Es un momento en el que
el taller ha recibido encargos muy importantes que hacen que mejore la situación
económica de la familia afincada en Sevilla, a donde llegaron desde Granada.
Corre el año 1683; Luisa Ignacia Roldán Villavicencio, la misma que la historia
reconocerá como La Roldana, es una gran escultora. Acaba de cumplir veintisiete
años, pero ya lleva veinte mirando atentamente el trabajo en el obrador de su
padre, él ha observado detenidamente la capacidad que la niña tiene para la
expresión artística y le ha enseñado a dibujar y a modelar; Luisa jugará con las
herramientas en sus primeros pasos entre la escultura y la imaginería, arte en
que destacará como una genial maestra y como la mejor discípula de su padre,
Pedro Roldán, en un taller que goza de un gran renombre.
Muchas veces Luisa ayudará a su hermana Francisca, la que será ilustre pintora,
dibujante y doradora de retablos que además de ejercer como una reconocida
artista enseñará a uno de sus hijos el arte de estofar y encarnar las
esculturas, ayudándole a convertirse posteriormente en un famoso escultor
sevillano. Son tres las hermanas, Francisca, María y Luisa, las tres hijas
mayores, que trabajan en el ahora próspero taller de la familia con encargos
importantes como el de la catedral de Sevilla que, con el paso de los años, se
transformará en la Capilla del Sagrario.
Al
tener que atender tanto trabajo en el obrador, Luisa pasará a hacer muchos de
los encargos de su padre. La familia que está considerada como un importante
clan muy bien relacionado con el ambiente artístico hispalense, se dedica a la
realización de esculturas de gran importancia, en madera policromada, tanto
decorativas como procesionales, su tarea consiste en la interpretación del arte
sagrado.
La
Roldana, como mujer de su época, pone su arte al servicio de la religión
buscando, a través de sus imágenes, la re a f i rmación en la fe católica. Para
conseguir esta simbiosis ha necesitado dedicar un tiempo importante a la
lectura, algo que no pueden hacer todas las mujeres. Su arte está inspirado e
informado por una profunda formación religiosa que promueve el diálogo entre la
imagen creada y quien la contempla; es muy posible que manejara obras literarias
y libros sagrados.
En
la familia Roldán, de manera similar a lo que acontece en otros ámbitos
artísticos y artesanales, algunas de las hijas se han casado con artistas y
aprendices, trabajadores en el propio taller; sin
embargo no todos estos matrimonios recibirán el beneplácito de la madre y del
padre, Teresa y Pedro, de manera que unos resultarán más favorecido que otros en
el traspaso de sus bienes según testamento, del que descontarán, o no, la dote
adelantada con ocasión de la boda.
Precisamente el matrimonio de Luisa es uno que no
es del agrado de la familia y, por tanto, no recibe ayuda de ella. Así la
escultora deberá trabaja fuertemente, para conventos, iglesias, cofradías y
particulares, porque su trabajo es el dinero principal que entra en la casa para
mantener a una familia numerosa en la que algún hijo o alguna hija morirá
tempranamente debido a la gran mortandad infantil de la época. Trabaja para
atender a su familia, pero lo hace con el esmero y el gusto de una gran artista
con ganas de triunfar.
Luisa está alcanzando fama en Sevilla y empieza a
recibir encargos de otras ciudades.
Hacia el año 1686, marcha con su familia a Cádiz,
donde los regidores municipales han propuesto al Cabildo Municipal que, para
mayor gloria de la ciudad, se encargen unas buenas esculturas de San Servando y
San Germán, patronos de la misma, a la que está considerada como única escultora
de su tiempo, Luisa Ignacia Roldán, que trabajaba y residía en la ciudad,
haciendo figuras para la nueva catedral.
Son tantos los encargos que desarrolla la escultora
en estos años de Cádiz y tan grande la maestría adquirida en todos los trabajos
realizados, que dos años después marcha con la familia a Madrid bajo la
protección del que era ayuda de cámara del rey Carlos II. El carácter de Luisa
Ignacia es sensible y afectivo aunque también valiente y decidido, lo ha
manifestado con la decisión de contraer matrimonio aún sin el beneplácito
familiar. En estos años es difícil que una hija dé ese paso en contra de la
familia.
Ya en Madrid solicita la plaza de escultora real,
presentando pequeños y deliciosos grupos escultóricos con la intención de
conseguirla. Por fin obtiene el título en octubre de 1692, realizando la imagen
de Santa Clara para el convento de las Descalzas Reales, obra que firma como
escultora de cámara y esculpiendo también, por encargo del rey, su obra cumbre,
el arcángel San Miguel con el diablo en los pies que se encuentra en El
Escorial. El trabajo en palacio no mejora su situación económica, puesto que los
impagos eran frecuentes. La artista tiene que recurrir a su firme carácter para
recuperar el dinero que se le debe.
Al morir el rey, temiendo que peligre su puesto de
trabajo, tiene la iniciativa de presentar al nuevo rey Felipe V dos obras, junto
a la solicitud de continuar siendo escultora de cámara. Lo consigue a la segunda
solicitud, en 1701.
Luisa Ignacia Roldán, la Roldana muere en plena
actividad artística, con cuarenta y ocho años. Además de ser una incansable
trabajadora, es una artista que ha conseguido dotar a sus esculturas de emoción,
expresividad y armonía y que ha conseguido ser la más destacada escultora
barroca, ocupando su nombre un lugar de privilegio en el arte barroco español.
B i b l i o g r a f í a
GARCÍA
OLLOQUI, Mª. V.; La Roldana escultora de cámara. Sevilla. Diputación de
Sevilla, 1977.
Begoña
González. Pedagoga
55
Ángeles López de
Ayala Molero [1856-1926]
Tanto le gustaba leer y escribir a esta niña sevillana que sus familiares,
queriendo que no se distrajera con cosas «poco importantes» para ella,
decidieron retirarle todo lo que no fueran los libros de enseñanza elemental,
hasta el momento en el que alguien que la observaba de cerca se dio cuenta de
sus aptitudes y les aconsejó que la dejaran desarrollarlas. Pudo así recibir una
formación más amplia y sistemática en un Convento primero y con profesores
particulares después.
Ese interés y dedicación a la lectura y a la escritura, las inquietudes a las
que con la edad iba despertando y la cercanía de su tío, el dramaturgo y
político liberal Abelardo López de Ayala (Sevilla, 1828-Madrid, 1879), animaron
una actividad literaria que empezó a ser conocida con la novela El triunfo de
la virtud, premiada en 1872 en un Certamen convocado en Sevilla. Tenía
Ángeles López de Ayala 16 años y los comentarios y críticas de la prensa
hispalense fueron muy favorables para su obra.
A
partir de este hecho iniciaría una colaboración constante en revistas y en
periódicos, compartida con la escritura y publicación de novelas, de obras de
teatro y de poesía. En 1881 fue premiada de nuevo en otro Certamen literario
para conmemorar el II Centenario de la muerte del dramaturgo Calderón de la
Barca (1600-1681) por un trabajo que presentó sobre «La educación de la mujer».
La
relación que su marido mantenía en Madrid, donde pasó a vivir después de su
matrimonio, con logias masónicas, la introdujo a ella en las ideas y
aspiraciones filantrópicas, progresistas y universales desde las que la
masonería se definía, convirtiéndose de este modo en una de las pocas mujeres
-hay que recordar entre ellas a Rosario de Acuña- que se incorporaron a
diferentes logias, a los lugares de organización y de reunión de las personas
que pertenecen a la masonería, antes de que finalizara el siglo XIX: a la «Orden
de la Estrella de Oriente», a la de «Amantes del Progreso», a la «Constancia»,
etc.
Ganada por los ideales de fraternidad y de emancipación social, así como por los
de libertad de conciencia y de pensamiento, consagró a ellos buena parte de su
tiempo y de sus iniciativas. Promovió sociedades y publicaciones librepensadoras
en las que trabajó con entusiasmo y convencimiento, participó en los Congresos
que se celebraron en Barcelona, en Madrid y en Buenos Aires (Argentina), en
éste, asistiendo en representación de la masonería española. Protagonizó la
puesta en marcha de movimientos de protesta contra
decisiones gubernamentales y alentó diferentes acciones en favor de las mujeres.
No le faltaron, por todo ello, denuncias de unos, procesos judiciales de otros,
cárcel y hasta atentados contra su persona, que le obligaron a trasladarse desde
Santander, donde residió unos años, a Barcelona.
El contacto con mujeres de inquietudes parecidas en
la ciudad condal -por ejemplo, con Teresa Claramunt, comprometida con el
anarquismo y con Amalia Domingo Soler, del movimiento espiritista- entre las que
se estableció una buena relación al menos durante algún tiempo, las animó a
poner en marcha proyectos y acciones como las siguientes:
Fundaron en 1889 la Sociedad Autónoma de Mujeres
-que se transformó en la Sociedad Progresiva Femenina a partir de 1898-, en la
que se organizaban conferencias y actividades sobre cuestiones relacionadas con
las propuestas que el feminismo de otros países estaba difundiendo, y por las
que se luchaba con energía, con el objetivo de ayudar a divulgar y a despertar
una nueva conciencia en las mujeres asistentes a todos esos actos y en aquellas
sobre las que tuvieran influencia.
Impulsaron diferentes publicaciones que apoyaran la
difusión de estas doctrinas.
En una de las Revistas dirigidas por Ángeles López
de Ayala llamada El Progreso, que se editó desde el año 1896 al 1901,
mantuvo una Sección quincenal dedicada a las cuestiones que empezaban a
preocupar a una parte de la población femenina fuera y dentro de España y que
ella pretendía hacer extensivas a otras muchas.
Organizaron y sostuvieron movilizaciones de mujeres
en favor de reivindicaciones concretas que bien les afectaban a ellas mismas en
razón de su sexo, o que bien eran de interés para toda la sociedad.
Trabajaron en la defensa y apoyo al reconocimiento
del derecho de las mujeres al voto, cuestión en la que se situaron junto a los
grupos pioneros en España, cuando esta prerrogativa de la condición ciudadana de
la que ya disfrutaban los hombres, había calado aún muy poco en las aspiraciones
de la población femenina.
Los ideales de progreso moral y material de la
humanidad, y los del feminismo, estuvieron presentes de una manera directa en un
número creciente de sus iniciativas y de sus realizaciones, a medida que pasaban
los años e iba creciendo en ella la información y la conciencia acerca de todo
lo que había que cambiar y que conseguir en la sociedad en su conjunto y en el
colectivo de mujeres muy en particular.
Un abanico de acciones en las que librepensamiento,
masonería y feminismo se aunaron para mover la voluntad de esta mujer impetuosa
y emprendedora que luchaba para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres.
B
i b l i o g r a f í a
VV.AA.
Mujeres en la historia de España. Enciclopedia biográfica; TAVERA, S. (Coor.).
Barcelona. Planeta. 2000.
Consuelo Flecha. Universidad de Sevilla.
56
Blanca de los Ríos
Nostench [1862-1956]
Una de las calles de Sevilla lleva el nombre de esta escritora y crítica
literaria muy cerca de la casa de la calle Francos en la que nació y en la que,
hasta hace poco tiempo, la leyenda de un azulejo recordaba este hecho. Merecido
reconocimiento al trabajo de una mujer que destacó por sus estudios sobre
grandes escritores españoles como Tirso de Molina, Teresa de Jesús, Calderón de
la Barca o Cervantes; que publicó en numerosas revistas y periódicos hasta el
final de su larga vida, y que desarrolló una intensa actividad como
conferenciante. Consideración a una literata con prestigio, a la que se
respetaba y admiraba.
Desde que era una niña el interés y dedicación a la lectura hicieron de ella una
precoz autora de poesía y novelas que empezó publicando con seudónimo. No fue la
única mujer que prefería ocultar su nombre a la mirada pública en una época poco
acostumbrada todavía al protagonismo femenino por méritos propios. Para su
novela Margarita publicada en 1878 y para el libro de poemas
Esperanzas y recuerdos de 1881, eligió el seudónimo Carolina del Boss; con
él aparecieron en las librerías estas obras.
Rodeada de un ambiente familiar de escritores, políticos, artistas y médicos, su
educación se benefició de la riqueza de estímulos y de posibilidades que ese
contexto cultural le iba proporcionando. Su padre, arquitecto, su abuelo
materno, médico, sus tíos, escritores y políticos, fueron una referencia a la
que ella se supo acoger inteligentemente, aunque supiera que, por su condición
de mujer, no todos los caminos le eran igualmente fáciles.
Se
casó en Madrid con el arquitecto y escritor Vicente Lampérez, y la capital de
España amplió el horizonte y la re p e rcusión de sus deseos y proyectos. Los
estudios sobre historia de la literatura a los que empezó a dedicarse,
compaginándolos con los trabajos de creación, le valieron la crítica favorable
del erudito Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) y también de la escritora y
ensayista Emilia Pardo Bazán (1851-1921), entre otras personalidades del mundo
literario de las décadas de entresiglos, porque significaban un importante
avance en el análisis y la crítica literaria que se estaba haciendo hasta
entonces. En el prólogo a su obra Del siglo de Oro. Estudios literarios,
publicada en 1910, Menéndez Pelayo escribía de ella: «No necesita la ilustre
dama autora de este libro que nadie la presente al lector con oficiosos
encomios. Siempre resultarían inferiores a sus probados méritos y a la justa
notoriedad de que goza como artista de noble ingenio
lírico y narrativo» .
La Real Academia Española premió su investigación
sobre la vida y la obra de Tirso de Molina; pero, años más tarde, cuando fue
presentada su candidatura para entrar a formar parte de los miembros de esta
institución, no fue elegida. No era la primera vez que sucedía esto, pues otras
mujeres, como la misma Emilia Pardo Bazán, habían visto anteriormente rechazadas
las propuestas de ingreso.
Colaboró constantemente en múltiples revistas y
periódicos. El Correo de la Moda, Madrid Cómico, La Ilustración
española y americana, Blanco y Negro, La Enseñanza Moderna,
El Álbum Ibero-Americano, son algunas de las revistas, y El Imparcial,
La Época y El Nuevo Mundo, las cabeceras de los periódicos en los
que podían leerse sus artículos.
Creó en 1918 y dirigió hasta su desaparición en
1930 la revista Raza Española, como fruto de su interés por los estudios
americanistas. La asistencia a la Asamblea Americanista de Barcelona y su
participación en los Centros de Cultura Hispanoamericana de Cádiz y de Madrid,
despertaron en ella una sensibilidad que concretó en el mantenimiento de esa
publicación de estudios históricos y literarios con la que quería contribuir a
potenciar las relaciones entre España y los países sudamericanos.
Junto a la amplia labor publicista hay que destacar
en la vida de esta inquieta escritora su presencia en asociaciones e
instituciones sociales que le permitieron un tipo de acciones y de incidencias
más conectadas con grupos sociales alejados de su propia experiencia personal.
Por ello formó parte de la Junta Superior de Beneficencia de Madrid y de la
Unión de Damas Españolas, en este segundo caso preocupándose por el avance en
medidas de protección para las mujeres en el trabajo.
También perteneció al Ateneo de Madrid, foco
cultural por excelencia de la capital de España.
En la etapa política de la Dictadura de Primo de
Rivera fue una de las mujeres que formaron parte de la Asamblea Nacional entre
los años 1927 y 1929; era la primera vez que se producía esta presencia femenina
en un órgano consultivo de carácter político y se eligieron para ello
representantes significadas por su actividad en diferentes ámbitos de la vida
nacional. Recibió igualmente numerosas condecoraciones; entre ellas la Cruz de
Alfonso XII, en un homenaje presidido por la Reina Victoria Eugenia, la Medalla
de Oro del Trabajo y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
Otros muchos títulos llenan la nómina literaria de
esta escritora lúcida, paciente y trabajadora; entre ellos uno de 1916, Dª
Francisca de Larrea Böhl de Faber, dedicado al análisis de la aportación de
esta escritora y traductora gaditana en el contexto del romanticismo
decimonónico. Una mujer que vivió entre 1775 y 1838 y que fue además madre de
otra escritora, Cecilia Böhl de Faber (1796-1877).
B i b l i o g r a f í a
VV.AA.
Mujeres en la historia de España. Enciclopedia biográfica; TAVERA, S. (Coor.).
Barcelona. Planeta. 2000.
Consuelo Flecha. Universidad de Sevilla.
57
María Laffitte pasea por las salas de una exposición en París en la que están colgadas unas pinturas que le producen una gran satisfacción interior. Al verlas ha quedado impresionada, pero su sorpresa viene después cuando comprueba que esta exposición no es la obra de un pintor sino de una pintora y, además, española cuyo nombre es María Blanchard, artista prácticamente desconocida y que recientemente había muerto. En la misma sala decide interesarse por la artista que acaba de conocer y cuya obra tanto le ha conmovido, por lo que comienza a investigar y averiguar más detalles sobre su vida.
En
ese momento María tiene treinta años, su existencia ha transcurrido muy rápida
entre las edades de la infancia, arropada por un ambiente acogedor y afectuoso,
y su vida de casada instalada en Madrid, una ciudad muy diferente a la alegre
Sevilla en la que nació en el año 1902. Ha tenido la suerte de crecer en una
familia de situación económica privilegiada, transcurriendo su niñez en un
ambiente de superprotección propio de las familias españolas adineradas, de
principio del siglo XX que tenían como costumbre dar una refinada educación a
las hijas, beneficio del que no gozaban las niñas de otras clases sociales. De
todas formas, la educación de las hijas en este tiempo se encamina más a una
preparación como futura madre que para conseguir una independencia económica,
por lo que siempre necesitará a alguien que le procure el mantenimiento.
De
adolescente María ha vivido en un mundo de ensueño, le gusta salir con las
amigas, ser invitada a las fiestas y bailar. En una de las fiestas sevillanas de
primavera conoce al conde de Campo de Alange con el que posteriormente se casa.
Este acontecimiento supondrá un hito en su vida que, mucho más tarde, contará en
un libro de memorias titulado Mi atardecer entre dos mundos. Las primeras
relaciones sexuales en el matrimonio las vive desagradablemente, lo que le hará
pensar, algún tiempo después, en la educación que han recibido las generaciones
de mujeres de su época, una educación basada en la ignorancia, sobre todo en lo
re f e rente a los temas sexuales.
Instalada en Madrid se dedica a la crianza de sus dos hijas y su hijo y a las
relaciones sociales entre personas cercanas a la corte. María se hace consciente
del aburrimiento que le produce esa forma de vivir y piensa de ella misma que es
una mujer con necesidad de hacer otras cosas más interesantes: tiene otras
aspiraciones.
Con la llegada del gobierno de la República, en 1931, el nuevo matrimonio,
monárquico en sus planteamientos políticos, se exilia
voluntariamente en París. La gran ciudad les proporciona visitas a museos y
salas de exposiciones de la capital francesa, que le harán sentir una gran
afición por las artes plásticas. María llega a tener amplios conocimientos en
este campo. Es en este tiempo cuando se ha encontrado con la exposición
monográfica de María Blanchard y, entusiasmada, espera volver a su país para
buscar datos sobre la artista y escribir sobre ella.
Así lo hace cuando vuelve a Madrid en 1939,
conectando con una hermana de la pintora y comenzando a escribir su primera obra
literaria. Sin embargo, una vez finalizada la biografía, no encuentra editorial
que la quiera publicar por lo que María decide editarla por su cuenta: ha nacido
una escritora a la vez que ha dado a conocer la obra pictórica de una gran
artista. El libro es bien acogido por la crítica y será la presentación de María
Laffitte como escritora, con ella sorprende a su círculo de amistades. Este
hecho insólito hace que su vida empiece a cambiar.
Algún tiempo después recibe dos invitaciones que le
llenan de satisfacción, una en 1944, del filósofo Eugenio d’Ors, para formar
parte de su Academia Breve de crítica de arte y otra, cuatro años más tarde, la
de otro filósofo, José Ortega y Gasset que ha creado en Madrid el Instituto de
Humanidades y la invita a participar.
Esto quiere decir que María ha entrado plenamente
en la vida intelectual madrileña.
El mismo año vuelve a publicar, esta vez con la
obra La guerra secreta entre los sexos, criticada por los intelectuales
de su tiempo a causa de que la palabra «sexo» no debe ser nombrada. A pesar de
ello, el resultado de la publicación es un éxito notable y consigue buena
crítica.
Escribir este libro le ha supuesto el acercamiento
al conocimiento y al estudio de la lucha que llevan las mujeres en dos
direcciones, primera, por la obtención de condiciones más justas para sus vidas
y, segunda, por el voto femenino. Con ello tiene ocasión de conocer el
movimiento sufragista inglés y americano, al que se le ha dado una imagen
peyorativa. De aquí en adelante su dedicación a defender los derechos de las
mujeres se convierte en una pasión. Publica en 1961 el libro de ensayos: La
mujer como mito y como ser humano y otro estudio muy documentado sobre L
a mujer en España que le hizo conocer a diversas figuras prestigiosas, del
siglo anterior, como Concepción A renal, la mujer que tuvo que asistir vestida
de hombre a las clases en la universidad.
Cada vez le preocupa más la situación de parálisis
intelectual y profesional de las mujeres españolas a partir de la guerra del 36,
lo que le motiva a crear un Seminario de Estudios de la Mujer, integrado por
ocho mujeres universitarias que se reúnen semanalmente. Ellas quieren «despertar
las conciencias especialmente somnolientas de las mujeres españolas». Más
adelante y con este mismo objetivo, salen varias obras colectivas y un trabajo
titulado: La mujer española: de la tradición a la modernidad (1969-1980)
que la misma María prologó. Con motivo del Año Internacional de la Mujer en
1975, María Laffitte, condesa de Campo Alange asiste a las conferencias
celebradas en Madrid, pero en este caso se mantiene al margen de la
organización. Muere en 1986.
B i b l i o g r a f í a
CAMPO
ALANGE, Mª.; SALAS LARRAZÁBAL, Mª., ed. «Introducción». En: Mi niñez y su
mundo. Madrid. Castalia, I. M., 1990¸ pp. 7 a 40.
Begoña
González. Pedagoga
13
Mª del Carmen
Álvarez Moreno [1958- ]
Mª Carmen nació en Herrera (Sevilla), en 1958. A la edad de 8 años abandonó el pueblo y se fue a vivir al campo, dedicándose a trabajar y a cuidar de sus hermanos. Sólo pudo estar tres años en el colegio. Regresó a Herrera cuando tenía 15 años. Siguió trabajando en el campo hasta que se casó con Narciso Lara Suárez. Con 24 años tuvo a su primer hijo y 3 años después a su hija. Desde entonces, trabaja en su propio supermercado.
En 1996, vinieron por primera vez a pasar el verano en Herrera un grupo de niños y niñas saharauis y se alojaron con varias familias. Mª Carmen acogió a una niña de once años, llamada Naha, que tenía muchos problemas de salud. La Delegación Saharaui decidió que se quedase en España para que se hiciera todo lo posible por curarla. Naha necesitó una operación importante en ambos ojos, lo cual hizo posible que recuperase un 80% de visión. Además tenía un soplo en el corazón, por lo que precisó un tratamiento adecuado; también presentaba problemas de desnutrición que requirieron cuidados especiales. Pasados cuatro años, su recuperación fue casi total.
Desde que llegó a Herrera, Naha se incorporó a nuestro Colegio, se integró con facilidad entre sus compañeros y compañeras e hizo muchas amistades fuera y dentro del centro. Después, pasó al I.E.S. de Herrera donde actualmente cursa 4º de ESO. Siempre le ha gustado aprovechar el tiempo para estudiar y aprender.
También ayuda en casa todo el tiempo que puede. Su gran ilusión es llegar a ser enfermera y, cuando esto se haga realidad, volver al Sahara para ayudar a cuantas personas lo necesiten. Mª Carmen siempre la ha apoyado y animado en sus propósitos y sigue haciéndolo con todas sus fuerzas. Y es que Naha es una hija más para ella. Mª Carmen se ha ocupado siempre de que la niña aprenda nuestras costumbres y también de que no olvide las suyas, por lo cual la envía a visitar a las otras familias saharauis que viven en Herrera para que no pierda el contacto con sus compatriotas. Una anécdota: el hermano biológico más pequeño de Naha se llama José, en honor al padre de Mª Carmen, abuelo de adopción de Naha.
A
partir de la llegada de Naha, Mª Carmen se volcó en ayudar al pueblo saharaui.
Ha acogido a otros niños y niñas durante los dos meses de verano en su propia
casa. A los adultos, les ayuda todo cuanto puede para que estén debidamente
documentados y para que su estancia en España sea legal. Además, auxilia a
familias saharauis, alojándolas en casas de nuestro pueblo y luchando por
encontrarles un trabajo digno, con todo el esfuerzo
humanamente posible. A lo largo de todos estos años, ha participado en la
organización de actos de recaudación de fondos y recogida de alimentos. También
solicita todos los años la colaboración del Ayuntamiento.
Dos años después de haber acogido a Naha, Mª Carmen
viajó a los campamentos saharauis, y cada año, desde entonces, vuelve allí para
llevarles ropa, comida, medicinas, útiles de cocina... cosas de provecho. El
último viaje acaba de realizarlo esta pasada Navidad, junto a Naha, la cual
deseaba visitar a su familia saharaui, a la que no veía desde hacía dos años.
Además, cuando Mª Carmen viaja hasta allí, siempre permanece con los más
necesitados, que son los que están enfermos. Pide cita al Ministro de Salud para
presentarle casos de niños enfermos, y solicitarle que dé su consentimiento para
poder trasladarlos a España e iniciar algún tratamiento que posibilite su
curación.
Todo le parece poco y se siente útil ayudando a
quienes lo necesitan. Dice sentirse así mucho más a gusto consigo misma. Y es
que Mª Carmen salió de una depresión, a partir de dedicarse a la ayuda
humanitaria. Para ella, ésto supuso una nueva ilusión y una nueva vida.
Por todo lo cual estimamos que su vida debe ser
contada y conocida como reconocimiento a su humanitaria labor.
Información
-
Entrevista con M.ª del Carmen Álvarez Moreno.
-
Entrevista con sus familiares.
Irene Fernández Campos, José David Moreno Álvarez y Nuria Rojas Cabello(Alumnas y alumnos de 6º A). CEIP Ntra. Sra. de los Dolores. Herrera(Sevilla)
14
Antonia Colomé Ruiz, más conocida como Antoñita Colomé, nace en Sevilla en 1910, en la calle Pureza del barrio de Triana, punto de origen y encuentro de lo más granado del arte popular andaluz. Desde pequeña supo que su lugar estaba en los escenarios y lucha con tesón para hacer realidad sus aspiraciones artísticas, removiendo todo tipo de obstáculos. Así, esta decidida y voluntariosa mujer no duda en burlar la negativa familiar a lo que constituía su firme vocación, contrayendo matrimonio a los 15 años con el bailaor Antonio de Triana, como una forma de conseguir el margen de autonomía necesario para iniciar su andadura profesional.
En 1934 debuta en el Teatro Eslava, gracias al empresario José Campua, trabajando después en algunas revistas del Tívoli de Barcelona, hasta que Benito Perojo la descubre y la lanza al estrellato cinematográfico.
Su carrera cinematográfica empieza con películas como Mercedes y Crisis mundial hasta que le llega la oportunidad de convertirse en una estrella con El negro que tenía el alma blanca, basada en la novela homónima de Alberto Insúa. Esta película, verdadero éxito mundial, lanza a la Colomé a la fama y marca el inicio de su ascensión vertiginosa en el escenario cinematográfico de la época. A partir de este momento, rodará cuarenta películas más, entre las que destacan: “El crimen de Pepe Conde”, “Mi fantástica esposa”, “Un idilio en Mallorca”, “El frente de los suspiros”, “Forja de almas”, “El bailarín y el trabajador”, “María Antonia la Caramba”, etc.
Cuando en 1936 se produce la sublevación militar y España empieza a sufrir los desastrosos azares de una guerra fratricida, la Colomé pasaba unos días de veraneo junto al escritor Edgar Neville y su esposa, en una localidad costera de Cataluña. Ante la gravedad del suceso tiene que volver inmediatamente a Barcelona, de donde parte hacia el exilio francés, siguiendo la estela de muchos otros artistas y pensadores de nuestro país. Establecida ya en París, contrae matrimonio, de nuevo, con Tony Martín, aunque tampoco en esta ocasión fue demasiado afortunada. Este segundo matrimonio fructifica en el nacimiento de una niña Eugenia Martín Colomé, al tiempo que le valió a nuestra protagonista dos estancias en la cárcel: una en la Santé de París y otra en la prisión de Odarreta en San Sebastián, acusada de complicidades de espionaje.
Tras este periplo, Antonia decide separarse de su marido y se marcha a América,
amparada por el montaje de un espectáculo. Durante varios años estuvo
recorriendo Argentina, Chile, Perú, Uruguay y Estados Unidos. Sin embargo,
añoraba su país y sus gentes, así es que decidió
regresar, en cuanto le fue posible. Ya en España, se encontró con su público con
el espectáculo Feria de coplas, acompañada por el Príncipe Gitano y la bailarina
Marifé.
Antoñita no es el prototipo de artista folklórica
que vive al margen de los acontecimientos históricos de su época y de la
coyuntura política que le tocó vivir en nuestro país. Tomó partido en momentos
difíciles, se interesó por el mundo de la cultura, como lo demuestra su amistad
con el propio Edgar Neville, conoció otras gentes y aprendió a hablar francés,
inglés e italiano. Ella es el claro ejemplo de tantas otras mujeres que lucharon
contra las convenciones sociales para poder llevar a cabo sus aspiraciones
profesionales, mujeres que tienen, además, la ardua tarea de conjugar sus
intereses familiares con los profesionales.
Antonia Colomé se retiró pronto de los escenarios y
volvió a instalarse en su Sevilla natal, en el barrio que la vio nacer. Todavía
vive en esta ciudad andaluza que tanto ama. Tras algunos intentos de volver al
cine, le ofrecieron una película basada en el texto de Francisco Delicado La
lozana andaluza, trabajo que rechazó.
Antonia siguió participando en algunos rodajes,
aunque de forma esporádica y testimonial, sin embargo este hecho demuestra su
incansable espíritu de lucha y sus inquebrantables ganas de trabajo.
Su talante de pionera en las lides escénicas ha
propiciado que la Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía (ASECÁN)
bautice con su nombre a sendos premios, el de mejor actor andaluz y mejor actriz
andaluza.
Si Antonia Colomé hubiera podido regalarnos su arte
en la actualidad, cuando el mundo de la cinematografía forma parte integrante
del mundo de la cultura, hubiera tenido la suerte de ser reconocida en la
totalidad de su valía. Sin embargo, le tocó vivir un periodo de la historia de
España demasiado luctuoso para poder ser considerada justamente por sus méritos
escénicos. Sirvan estas líneas para reivindicar su talento artístico y su
valentía como mujer luchadora ante las jóvenes generaciones.
Bibliografía
Olid, Miguel: Antoñita Colomé: recuerdos de una vida, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, Filmoteca de Andalucía, 1998.
15
Francisca
Domínguez Muñoz [1962-
]
Francisca nació en Herrera (Sevilla), el 24 de Octubre de 1962. Es la mayor de tres hermanas. Sus padres son Antonio y Carmen. Sus tíos maternos y su madre han sido siempre muy aficionados a las artes plásticas. De ellos ha aprendido bastante, además de su innata inclinación hacia estos y otros temas culturales.
Recuerda que su madre le hacía la ropa y que, antes de salir a la calle a jugar, solía ayudarla a coser un ratito. También recuerda que su padre iba de cacería y su abuela hacía churros todos los días. No fue a la “amiga”, porque a ella y a sus hermanas las cuidaba su abuela, así que entró directamente en el Colegio “Ntra. Sra. de los Dolores” con 6 años, donde estudió hasta terminar octavo de E.G.B.
Se casó a los 16 años. Su hijo Miguel nació el 28 de Febrero de 1980, una fecha histórica para los andaluces; posteriormente, en 1985, nació su hija Mª Carmen.
En 1983 se hizo socia del Centro de Promoción de la Mujer “María Auxiliadora” de Herrera, de cuya fundadora, Maruja, guarda muy buenos recuerdos.
Aunque tenía dos hijos, sus ratos libres los aprovechaba para estudiar. En 1991 aprobó el Acceso a la Universidad para Mayores de 25 años. Al curso siguiente, se matriculó en primero de Derecho pero, cuando llegó enero, cayó enferma de “Lupus Eritematoso” y desde entonces, pasó más tiempo en el hospital que en casa, así que tuvo que dejar de estudiar. Perdió el interés por todo y dejó de salir.
Durante los años siguientes, hubo rachas bajas y altas, porque a pesar de su carácter luchador, la enfermedad podía con ella. Pero, poco a poco, se dio cuenta de que era mejor dedicarse a algo que mereciese la pena que estar en casa dándole vueltas a la cabeza. Y así lo hizo: se volcó en distintas actividades, todas ellas relacionadas con la cultura y con el voluntariado.
Entre sus aficiones figura la de escribir poesía y, junto con algunas personas, está intentando fundar la Asociación “Amigos de la Poesía” en Herrera. Está convencida de que todas las personas deberían escribir poesía para poder disfrutar y para expresar su estado de ánimo.
Es
presidenta del Centro de la Mujer desde el año 2000, asociación desde la que
trabaja activamente para romper la tradicional división de roles entre mujeres y
hombres y conseguir la efectiva igualdad entre ambos sexos.
Como miembro del grupo de Teatro Municipal “Escampolo”,
ha representado diferentes obras. Entre otras: “Bodas de sangre”, de
García Lorca, y “Cruces de Sangre”, del malogrado escritor herrereño
Martín Arjona (obra estrenada el pasado 28 de Diciembre en el VI Festival de
Teatro “Martín Arjona” de nuestra localidad).
También pertenece al Grupo de Teatro del Centro de
la Mujer, en cuyas actividades participa como actriz, como ayudante de dirección
y, a veces, incluso como guionista.
Sus preocupaciones sociales y su talante
humanitario le han llevado a realizar distintas actividades de animación con
niños y niñas enfermos, hospitalizados en Osuna, y con personas mayores: teatro
de marionetas, lectura de cuentos, canciones, etc. En ese sentido, y desde hace
tres años, es voluntaria en la Residencia de Mayores Miguel Molinero de Herrera
y, como voluntaria en la Biblioteca Municipal, participa en actividades de
fomento de la lectura y de aproximación de niños y niñas a la literatura
infantil. En la misma línea, participa en las actividades extraescolares
ofertadas por el AMPA del centro. Así, impartió un curso de manualidades para
niños y niñas de entre 5 y 7 años del colegio, en el curso 2000-2001. En
Carnaval, desde hace varios años, desarrolla una idea diferente para disfrazar a
un numeroso grupo de niños, niñas y adultos, conla colaboración de su madre, de
sus hermanas y de otras personas de la localidad.
Ha tenido tanto éxito que cada año se va
incrementando el grupo.
Actualmente es alumna de un curso de Animación de
Mayores. En Navidad, sus compañeras y ella han constituido una coral que ha
actuado, junto a la Rondalla del Hogar del Pensionista, interpretando
villancicos. También han ayudado en la decoración de una de las carrozas de la
Cabalgata de Reyes Magos, destinada a personas de la tercera edad.
Así pues, Francisca saca fuerzas de donde no las
haya y se dedica a animar y alegrar la vida a los demás con sus diversas
actividades. Por eso, consideramos que su labor es digna de ser resaltada.
Muchas gracias por todo, Francisca.
Información
-
Entrevista con Francisca Domínguez Muñoz.
Esther Jiménez Barrero, Gloria Mª Jiménez Martos y Mª Teresa Navarrete Sánchez (alumnas de 6ºC). CEIP Ntra. Sra. de Los Dolores Herrera (Sevilla)
16
Carmen Granado
Narbona [1921- ]
Carmela, que así es
conocida en el pueblo, nació en Herrera (Sevilla), el día 19 de Junio de 1921.
Es hija de Juan Granado Álvarez y Carmen Narbona González. Su padre se dedicaba
a las labores agrícolas y su madre era comadrona, así que ella tuvo que cuidar a
sus hermanos y pudo ir poco al colegio. Se casó con Mariano Domínguez Suárez en
1940. Ha tenido tres hijos.
Es una persona
decidida y valiente. También es modesta y discreta, cualidades que aprendió de
su madre.
Y es que la
historia de Carmela discurre enlazada a la de su madre. Ambas constituyeron lo
que hoy día llamaríamos un equipo perfecto: la madre, comadrona durante 40 años;
la hija, enfermera neonatal y puericultora durante unos 20 años. Las dos sin
titulación pero cargadas de conocimientos, fruto de su dilatada experiencia, y
dotadas de una condición muy humana y de un trato agradable, cualidades
importantes siempre, y más aún en aquella época en la que había personas con
pocos recursos y escasa información, que no tenían nada dispuesto a la hora de
nacer el crío. La mayoría no tenían ni un duro y apenas si podían pagarles.
Carmen madre había
estudiado y perfeccionado sus conocimientos con un médico herrereño, Don
Antonio, quien también le había dado libros. Sin embargo, no había llegado a
obtener el título oficial de matrona. Por aquel entonces, esta profesión no
estaba bien vista aquí en el pueblo; al contrario, más bien se consideraba como
algo deshonroso, ya que las comadronas tenían que trabajar a cualquier hora del
día o ¡ de la noche! Y había quienes no se fiaban de las intenciones de algunas
de las personas que vinieran a llamarlas. Pero, después de casada, decidió
trabajar y ayudar a los demás, a pesar de las protestas de su marido. Así pues,
se dedicó a ello finalmente, respetando siempre el lugar de Dª Teresa, una
matrona sevillana, titulada oficialmente, destinada aquí en Herrera. Carmen
atendía a alguien únicamente si antes lo había puesto en su conocimiento y si
ésta se lo permitía.
No cobraba
directamente a quienes asistía, sino que luego Dª Teresa le daba lo que le
parecía. La titular era una mujer de mucho carácter, muy exigente y a quien le
gustaba ganar y disponer de dinero. Asistía a las parturientas más pudientes y
pedía a Carmen que acudiese, en su nombre, a los hogares más pobres. Solamente
cuando Carmen veía algo que se salía de los límites normales, avisaba a Dª
Teresa o al médico de cabecera, también de “mujeres”, Don Ventura.
Lo único que Carmen pedía a sus pacientes,
siempre con delicadeza y agrado, era limpieza e higiene. Aconsejaba disponer de
agua, de una palangana sin “desconchones”...
El
parto tenía lugar en la cama y protegían el colchón con papel de estraza; encima
colocaban una manta y, encima de ésta una sábana. Por todo instrumental llevaba
unas pinzas. Las deficiencias las iba subsanando de la mejor manera posible:
recurría a los vecinos, les llevaba ropita de sus hijos a quienes la
necesitaban, o les recomendaba que la hicieran de sábanas viejas, de las blusas
o los camisones de novio del marido.
Tras
dejar arreglados a la madre y al crío, Carmen se despedía y, si la familia se lo
pedía, al día siguiente era su hija Carmela la que entraba en acción.
Previamente, su madre le transmitía toda la información que traía de aquella
casa, por si le era de utilidad.
Carmela había aprendido de ella a arreglarse con lo que le dieran. Se dedicaba a
bañar al niño o a la niña recién nacidos y a curarles la tripita hasta que se
les cayera. Para esto, primero los lavaba con agua y jabón y luego usaba unas
pinzas, gasitas, polvos de Sulfatiazol y una fajita. Si se trataba de una niña,
y la familia se lo pedía, le abría los agujeros para los pendientes. Para
perforarle las orejas, primero desinfectaba la zona con alcohol y luego pinchaba
el lóbulo con una aguja gordita. También zanjaba granos y curaba hernias a
quienes lo necesitaran. Para ello, les hacía un pliegue en la zona del ombligo y
se lo sujetaba con un esparadrapo. Posteriormente, fajaba bien toda la zona y,
así, hasta que se les curase la hernia. Para quitarles el esparadrapo y no
irritarles la piel, les untaba un poquito de aceite. Con gracia, nos dice que le
ha lavado el culo a media Herrera y por todas partes la saludan, lo cual es
señal de que la aprecian. No se le ha infectado nunca el ombligo de un recién
nacido, ni unos agujeros de pendiente, pues siempre ha ido con mucho cuidado. De
esta manera, ayudaba a quienes, en un principio, no sabían cómo hacerlo o no se
atrevían.
Iba y
venía a los cortijos andando, sin protestar y cuantos días hiciera falta, para
curar la tripita o las hernias. Uno de los últimos avisos que tuvo fue para
lavar y arreglar a un recién nacido. Como no lloraba el crío, se preocupó mucho
y pidió que llamasen al médico. Tras ser autorizada para que bañase y vistiese
al bebé, decidieron mandarle a Sevilla. Diagnosticaron que era un niño Síndrome
de Down. Así es esta mujer: entregada y meticulosa en un oficio que ama.
Carmela no es pretenciosa y piensa que como antes no tenían otra cosa, la gente
buscaba a quienes supieran hacer estas actividades, aunque fueran aficionadas.
Comprende que eran otros tiempos y piensa que a las personas no les quedaba más
remedio que confiar en ellas.
Para
este pueblo, su entrega y dedicación tienen un incalculable valor social y
cultural.
Por
eso hemos querido resaltar su labor, ya que ayudó a sacar adelante vidas y cuidó
la higiene de muchas personas de Herrera en épocas difíciles y con escasos
recursos.
Muchísimas gracias a las dos.
Información
-
Entrevista con Carmen Granado Narbona y Francisco Granado Narbona.
José Manuel García Navarro, Javier Jurado Páez y
Juan Antonio Molinero Linares(alumnos de 6ª C). CEIP Ntra. Sra. de Los Dolores,
Herrera (Sevilla)
17
Carmen Iturbide y
Gurruchaga [1901-1994]
María del Carmen Imelda de Iturbide y Gurruchaga nació en Azpeitia (Guipúzcoa) el 16 de Julio de 1901, aunque desarrolló su magisterio en Andalucía, en la localidad sevillana de Gines. Su padre, José de Iturbide, era natural de Azpeitia y de profesión escribiente. Su madre, Eusebia Gurruchaga, natural de Azoitia, era ama de casa.
Sabemos que Carmen estudió interna en un colegio de las monjas teresianas de una localidad que desconocemos, pero, al decir de su hija, de inviernos rigurosos.
Ingresó por oposición en el Grado Profesional del Magisterio en 1934, pero no pudo terminar sus estudios hasta 1940, por avatares de la guerra civil.
Carmen Iturbide era una persona introvertida y tímida, poco dada a hablar de si misma y a expresar sus sentimientos, pero de gran sensibilidad. Seria y con escaso sentido del humor, era extremadamente perfeccionista y exigente consigo misma y con las demás personas. Enemiga de la improvisación, era metódica y organizada en su trabajo. Fiel a sus principios, poseía fuertes creencias religiosas.
Conoció a su marido en Valencia, donde se casó y tuvo a su hija Carmen, en 1937.
Terminada la guerra, la familia fijó su residencia en Sevilla y Carmen se incorporó a la escuela unitaria de niñas en la localidad sevillana de Gines, en 1948.
A partir de este momento, trabajó con energía para reparar los numerosos desperfectos del edificio en el que se alojaba la escuela y renovar el mobiliario, consiguiendo un espacio digno para desarrollar su actividad docente. Para ello, se dirigió al Ayuntamiento y planteó que no impartiría clases hasta que el aula no estuviese en condiciones.
Así se hizo: se pintó el colegio, se arreglaron las bancas, se limpió el jardín y la escuela cambió de color; se pasó del negro y lúgubre al blanco resplandeciente, blanco que todavía se acentuaba más con el blanco de los “babis”, de los calcetines y de los lazos del pelo.
Doña Carmen era partidaria del uniforme, pero como estrategia de igualación social y como una forma de contribuir al ahorro de las familias con pocos recursos económicos. Lo único que le importaba era que el uniforme de las niñas estuviera limpio, aunque cosido o remendado.
Lo
más destacado de su labor docente fue el esfuerzo que desplegó para elevar el
nivel cultural de todas sus alumnas y el interés que mostró por conseguir que
la mayoría de ellas y, sobre todo, las que estaban
más capacitadas, continuasen sus estudios y accedieran a algún tipo de carrera o
de capacitación profesional. Sorprende encontrar en aquella época una maestra
tan comprometida en la promoción social y cultural de la mujer, ya que éste era
el eje básico de su filosofía pedagógica. Su empeño por inculcar a sus alumnas
deseos de saber, estudiar y proyectarse en la sociedad, profesional y
personalmente, fue un deseo constante y una meta irrenunciable en su trayectoria
educativa.
Carmen Iturbide trabajaba apoyada en una pedagogía
feminista que no sólo se quedaba entre las cuatro paredes de su aula, sino que
se proyectaba fuera de ella, hasta las casas de sus alumnas, hogares donde
padres y madres concebían a sus hijas, exclusivamente, como futuras amas de
casa. Para cambiar esta concepción, se acercaba a las casas o a los puestos de
trabajo del padre y/o de la madre y les “obligaba” a comprender que su hija
tenía capacidades para estudiar y que así debía ser. Algunos accedieron a sus
deseos otros no lo comprendían o no tenían suficientes recursos económicos, pero
esto no constituía un problema porque, en más de una ocasión, ella se ofrecía a
que estudiaran con los libros de su hija. Por las tardes, preparaba a sus
alumnas por libre para el ingreso en el Bachiller; cada una aportaba lo que
podía y, en algunos casos, nada. Muchas de ellas son, hoy, profesionales de muy
distintos ámbitos. Por otra parte, procuraba atender a todas sus alumnas y si no
podía ser, por las tardes, en su casa, se ocupaba de aclarar las dudas ya que no
era partidaria de las clases particulares.
Era amante de las manualidades a las que dedicaba
buena parte de la jornada y posteriormente organizaba exposiciones con ellas, y
por ello le fue concedido un “Voto de Gracias” por unanimidad, según recoge el
libro de actas de la Junta Local de Enseñanza de Gines en el acta con fecha
3-7-51.
Con el paso del tiempo llegó a ser directora de la
Agrupación Mixta de enseñanza, nombre que posteriormente adoptó el colegio.
Carmen Iturbide fue una gran profesional que cambió
en el pueblo de Gines la concepción exclusiva de la mujer como ama de casa y
formó generaciones de mujeres profesionales.
Se jubiló forzosamente al cumplir 70 años, el 16 de
julio de1971, dejando atrás una extraordinaria labor.
Cuando se jubiló se dedicó al cuidado de su marido
que estaba enfermo, más tarde cayó ella enferma y tras una larga debilidad
física producida por una enfermedad mal diagnosticada murió, el 11 de Enero de
1994.
Información
Carmen
Cucarella ltúrbide. Mely Mora Pérez. Carlota Vega. Belén. Miguel Montiel.
Rosalía. Libro de Actas de la Junta Local de Primera Enseñanza (1922-1976).
Carmen
del Barrio Velasco, profesora. C.E.I.P Carmen Iturbide Gurruchaga. Gines
(Sevilla).
18
Encarnación Luna
Ramos [1945-2001]
Encarnación Luna Ramos nació
en La Roda de Andalucía, el 28 de Mayo de 1945. Desde muy pequeña, se trasladó a
Pedrera a vivir con unas tías suyas, como onsecuencia de las necesidades que
ella, sus seis hermanos y su pobre madre, ya por aquellas fecha viuda, tenían.
Encarnación, Encarnita para sus amistades y familiares, fue una persona tenaz y perseverante desde la infancia. Apenas tenía diez, años cuando ayudaba a sus tías a hacer la matanza. No podía con casi nada de lo que se usaba en la labor, porque, además, Encarnita era una mujer de constitución más bien bajita y considerablemente delgada en aquella época. Enseguida aprendió a coser y ayudaba a una modista a confeccionar las prendas, Como aún era una adolescente, sus tías le dejaban algún tiempo libre. Encarnita lo dedicaba a cuidar niños y niñas de la vecindad: le gustaba trabajar y ayudar a los demás.
Cuando tuvo edad para trabajar, emigró a Barcelona. Allí trabajó en varias empresas de la industria textil. Una vez que estas empresas empezaron a decaer, a Encarnita no le importó dedicarse a limpiar las casas por horas. No era una persona arrogante, lo importante para ella era trabajar y cuidar a su familia que para entonces eran su marido y su única hija.
Una vez alcanzados los cuarenta años, ella y su familia deciden volver a Pedrera, para ella su pueblo, natal. Es allí donde le diagnostican un cáncer de mama. Fue algo muy rápido: diagnóstico, seguido de intervención quirúrgica. En unos días, Encarna era una mujer mastectomizada. No le importó, o, por lo menos, nos lo hizo creer a todas las personas que la conocíamos. Ella siguió adelante no dándole demasiada importancia a lo ocurrido. Siguió trabajando de empleada del hogar sin apenas tener en cuenta sus propias limitaciones.
Un fatídico día, Encarna se cae por las escaleras de su casa y se rompe dos vértebras.
Vuelven a intervenirla quirúrgicamente. Se le detecta una metástasis en el
hueso. El médico le da pocas esperanzas de vida, pero a ella no le importa;
decía: “mientras haya vida, hay que vivirla, y lo más importante es estar con
los míos”. Entonces, las limitaciones fueron más fuertes pero, como no era una
mujer que se rindiera fácilmente, decidió estudiar y obtener el título de
Graduado Escolar. Como consecuencia de esa tenacidad que la caracterizaba desde
niña, consiguió aprobar con buenas notas.
¿Qué hacer ahora? Encarnita encontró el mundo de
las asociaciones de mujeres y creó una junto a un grupo de amigas del Centro de
Adultos. La asociación se denominó “Asociación de mujeres La Pedrera “. Esta se
planteó la posibilidad de crear una compañía de teatro, y se creó. Encarnita,
cómo no, participó en ella actuando en dos obras: Las cinco advertencias de
Satanás, de E. Jardiel Poncela y Una noche de primavera sin sueño,
del mismo autor.
En las continuas revisiones médicas, a las que
acudía con asiduidad, le detectan otra metástasis, esta vez en el pulmón, pero
tampoco fue un obstáculo para hacer lo que a ella le gustaba y en verdad quería.
Siguió con su teatro y su asociación, haciendo manualidades. Aún acudiendo a la
quimioterapia y superando la dificultad que tenía para respirar, conoció el
mundo del cine y la televisión. Su última representación fue la que realizó en
el cortometraje “Galgos”, que se grabó íntegramente en Pedrera y por gente de
Pedrera.
Encarnita se retiró de mundo laboral, por así
llamarlo, pero siguió luchando contra su enfermedad. Durante ese tiempo,
volvieron a detectarle otra metástasis, la última, esta vez en el cerebro.
Finalmente Encarnita murió una primavera, el 15 de Noviembre del 2001.
Hasta aquí todo podía quedar en la biografía de
cualquier mujer con el mismo problema que Encarnita. Pero lo que ella quiso
demostramos a todas las personas que la conocimos es su enorme generosidad, su
grandeza humana, desde un anonimato que ahora queremos desvelar porque
entendemos que su último gesto merece nuestro reconocimiento.
Encarnita en los momentos más duros de su
enfermedad y cuando el proceso ya era inevitable, se preguntaba como podía
devolver todo el esfuerzo que la medicina había hecho por prolongarle la vida
junto a su familia. Y su pregunta encontró una respuesta : ceder su cuerpo a la
Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla para que se pudiesen estudiar
los efectos de su enfermedad, con la finalidad de avanzar científicamente en
este mal generalizado que es el cáncer.
Y así fue. Y si grande fue su corazón en vida, más
grande fue su generosidad en la muerte. Gracias Encarnita.
Información
-
Entrevista con Inmaculada Gómez Luna.
María Álvarez Gómez; Álvaro Cabrera Páez; Úrsula Pariente Pozo; Isabel María Humanes Humanes. Alumnado del IES Carlos Cano. Pedrera(Sevilla).
19
Mercedes Portillo
Hurtado [193
Vi la luz del mundo
por primera vez en un país roto por el dolor y la sangre derramada en una guerra
fratricida, llena de sinrazón. Fui la cuarta hija de una familia humilde,
extremadamente humilde, que sobrevivía a base de esfuerzo y de desconcierto
diario en un pequeño pueblo de la. provincia de Sevilla, dominado por los
vencedores de un enfrentamiento en el que toda una nación perdió su dignidad.
Paradas fue el escenario de mi infancia, una infancia marcada por la garra de
una posguerra hiriente que llenó con su zarpa envenenada de intransigencia,
muertes inútiles, hambre y miedo la historia de mucha de sus gentes.
En mi niñez no hubo
colegios, juguetes, ni libros. Apenas unas clases nocturnas con una profesora
que vetaba las inquietudes de los niños pobres: “Conque sepáis firmar, basta”,
es la frase que resume mi formación académica y mis deseos de niña con necesidad
de aprender.
A lo que sí aprendí
pronto, y por obligación me hice experta, fue a trabajar en el campo. Crecí
recogiendo algodón, maíz y trigo, cuidando de niños -tan niños como yo- que no
eran míos, lavando la ropa mugrienta de agricultores que se olvidaban de que yo
sólo tenía 11 años. A tan corta edad, la escuela de la vida me había doctorado
en una de las asignaturas más difíciles: la supervivencia bajo mínimos.
Mi padre murió
cuando yo tenía l7 años, víctima de una leucemia. Lo sé ahora porque en aquellos
tiempos de ignorancia y escasez de recursos enterrábamos a nuestros muertos sin
saber qué era lo que los había arrancado de la vida. La de mí padre fue la
historia de un jornalero humilde, al que siempre conocí envejecido por el peso
de la carga diaria, a pesar de que sólo tenía 57 años cuando falleció. Los días
de mi padre fueron de trabajo a destajo, de espera a la puerta del casino para
que los señoritos le pagaran su mísero salario después de haber estado
trabajando de sol a sol, de lucha por nosotros, de pena por su infancia marcada
por la orfandad cuando perdió a sus padres sin haber cumplido los siete años.
Las represalias
fascistas truncaron fuertemente la vida cotidiana de mi pueblo. Las muertes
injustificadas, los rencores personales, la falta de libertad me hicieron tener
desde muy pronto una visión clara de la vida y entender qué era lo que no quería
ni para mí ni para los míos. Mi familia sufrió la persecución de aquellos que no
soportaban que los demás supieran, entendieran y opinaran.
Nuestras ideas de izquierdas nos granjearon
muchos disgustos que se acentuaron por el silencio de mi padre para ocultar el
paradero de muchos amigos fugados con el fin de salvar sus vidas. El horizonte
no era muy esperanzador en Paradas y, tras la muerte de mi padre, me trasladé a
vivir a Dos Hermanas confiando en mejorar mi situación subida al carro del boom
aceitunero de una ciudad entonces incipiente y levantada hacia su cima por el
trabajo de muchas mujeres que aderezaban la aceituna de un modo único. Yo fui
una de las muchas que ayudaron al crecimiento de Dos Hermanas, una de las muchas
que de algún modo rompieron los roles establecidos para las mujeres, trabajando
como asalariada para una empresa.
A
mis 17 años me enfrenté a una situación completamente nueva. Como dice la
sevillana que últimamente compuse en homenaje a tantas mujeres nazarenas de
nacimiento y adopción:
Aunque no nací en el pueblo yo me siento nazarena
Aquí
me vine a vivir y aquí cesaron mis penas
Yo
trabajé en Carbonell, en la Fábrica de Yute y en la Huerta Casanova
Como
las demás mujeres, me hice “rellenaora”.
Con
mi copa y mi faldilla y mis zapatos de goma
Yo
iba “toas” las mañanas
Y
entraba en los almacenes
Del
pueblo de Dos Hermanas.
Así
íbamos a trabajar diariamente pasando frío y sin dolernos de nuestros cuerpos en
unas situaciones laborales inhumanas. Las jornadas eran agotadoras, los sueldos
míseros y el trato, la mayoría de las veces, denigrante.
Mi
nueva vida estuvo marcada por el trabajo continuo en los almacenes, la
inexistencia de una vivienda estable y la ausencia de mi familia. Pero la
actividad no cesaba. Dos Hermanas crecía y los míos abandonaron Paradas para
seguir mis pasos. Con mucho esfuerzo conseguimos dejar atrás los huecos de las
escaleras de las pensiones que hasta entonces nos habían servido de casa y que
nos habían cobijado con más buena voluntad que con medios.
Mi
volumen de trabajo nunca cesó. Corría el año 73, cuando definitivamente tuve que
dejar el relleno de la aceituna y dedicarme a limpiar en las casas adineradas de
Sevilla.
No
podía hacer otra cosa que traer un sueldo a casa, fuese como fuese, para
sobrevivir.
Trabajaba mañana, tarde, sábados y domingos, de una casa a otra, de una familia
a otra, de una parte de la ciudad a otra.
En
1975 me casé y un año más tarde nació mi única hija que disfruta de lo que yo no
pude tener: preparación, estudios universitarios y libertad para expresar lo que
siente y lo que piensa sin entender de miedos y sin tener que mirar delante de
quien habla.
Ahora, a mis 63 años, trato de recuperar todo lo que las circunstancias me
negaron en su tiempo. Acudo al colegio para aprender lo que no pude de pequeña,
animada por mi hija, y participo en la Asociación de Alumnas del C.P.D.A. “El
Palmarillo” de Dos Hermanas. Desde su junta directiva organizamos actividades
culturales y lúdicas con las que tratamos de ofrecer otra visión de la vida para
las mujeres de nuestra edad. Y, lo más importante: crezco como persona día a día
y saco partido de todo lo que el tiempo me ofrece, La vida me ha enseñado que
todo
tiene
una cara y una cruz y que las personas son ellas y sus circunstancias. Pero la
historia deja de ser colectiva para individualizarse en cada uno de nosotros, de
nosotras, las mujeres. Todos y todas hemos contribuido de algún modo a ver el
mundo como lo vemos ahora y tenemos un libro tan largo que escribir que sería
imposible resumir en dos folios. Y es que, contradiciendo la letrilla de una
canción popular: “cualquier tiempo pasado no me parece mejor”, pero sí me sirve
de aliciente para mejorar mi presente.
Información
Relato
autobiográfico.
Mercedes
Portíllo Hurtado. Centro de Personas Adultas El Palmarillo, Dos Hermanas.
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